jueves, 12 de enero de 2017

Aurora

Mi madre me advirtió que no pensaba bajar. Que pensaba estar volando un rato. Que esperase ahí. Yo, después del ridículo que había hecho intentando volar como ellas, como mi prima Aurora, como mi madre Aurora y como la mujer con la cara más linda y más guapa que en la vida jamás podré encontrar una cara como esa de tan bella y tan mágica, decidí que era el momento de tomar una decisión trascendente respecto a todo lo que me estaba pasando. Las cosas son, o no son, las cosas pueden ser sobrenaturales, pueden ser naturales, pueden estar en este plano o en otro plano, le pueden estar pasando a tu yo o a la alteridad o al reflejo que tienes en el espejo, pero principalmente te están pasando a ti. Me estaban pasando a mi. Me estaba dejando llevar desde hacía bastante tiempo por mi madre y sus cosas, por ese viaje a Villastanza que yo pensaba que iba a durar unos días y que ya no sabía identificar en el calendario ni cuándo llegué, ni si tenía visos de largarme de allí de alguna manera. Ni siquiera sabía si me quería ir. Y mi madre parecía diferente. De hecho, ya se llamaba incluso de otra manera. Aurora. Mi prima Aurora, una mujer especial, fascinante, que me llevaba a sitios, que me hacía ver cosas, que hablaba de la música rock y de la música clásica, que se parecía a mi madre y que no era como mi madre, porque mi madre era de otra manera, no era tan extravagante como mi prima Aurora. Dónde vas a parar. Y me enredo en descripciones de mi madre y de mi prima Aurora. Pero si todo esto resultaba fascinante, mucho más increíble era ver allí volando a aquella mujer tan guapa, que tenía la cara más guapa de todas las que uno en su vida había visto, la cara más bonita, la más linda cara que uno puede haber descrito. Qué tremenda sensación debe ser poner en palabras lo que uno siente al ver una cara así. Debe ser de las cosas más poderosas, digo, debe ser el poder más absoluto. Que algo que no parece que pueda ser explicado, de repente aparezca descrito con toda concreción. Ser capaz de contarle a alguien lo que es una aurora. Ser capaz de explicar cómo es la cara de alguien que está fuera de norma. La cara de aquella mujer, sobrevolando mi cabeza, sonriendo por encima de mí, con los brazos extendidos. Envidio a quien es capaz de dejar grabado en el pensamiento de un tercero, en mí mismo, los conceptos que pueden hacer que lo que uno siente sea comprendido por ese tercero. Lleva mucho tiempo explicar lo que uno quiere decir y que encima no quede claro. Tengo la sensación de que por mucho que uno explique, no será nunca capaz de llegar a describir con total certeza lo que es una cara tan bella, lo que es una belleza tan deslumbrante. ¿He dicho ya alguna vez esa sensación de placidez extrema, de bienestar, de...?
Es como el amanecer. Igual ahora me enredo en algo que no sé si...
Como la Aurora.

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