domingo, 11 de agosto de 2019

Crónica de un viaje por el Norte

Y cuando vuelves a casa, te encuentras a una pareja de jóvenes aguerridos saliendo del oscuro más oscuro bar de la calle a eso de la una del medio día. Y te vuelves a encontrar a uno de ellos a las cinco de la tarde saliendo del mismo bar. Y te encuentras a gente con el bolso ese colgado así como... y ya estás en casa.
¿Has visto esas cosas fuera? Viajero, de dónde vienes, qué cosas has visto. He viajado gracias a la extrema generosidad de la familia de mi compañera. Un viaje en tres etapas que incluye Logroño, Beceña en Asturias y Bilbao. Bilbao, Vizcaya, claro. Un viaje de ocho días en los que viajas, vas, ves cosas, ves otras gentes, te acuerdas de gente que vive en esos sitios y a la que no vas a ver y de gente a la que le gustaría estar allí o que te gustaría que estuvieran allí también.
Vamos a ver.
Se inicia el viaje. Parada en Alfajarín. Me parece más pequeño. Carne rebozada y macarrones. Nos perdemos. Sí. Me pierdo. Dos veces. Conocemos Luceni y no llegamos a entrar en Boquiñeni. Don't Ask.
Dicen de Logroño que no hay mucho que ver. Lo cierto es que, como un resorte, entra uno en La Rioja y solo piensa en vino. Dos día en Logroño y tú pensando en vino. Y el pensamiento no era malo. Yendo por la autopista o la autovía, vas viendo el paisaje, los viñedos, ignoras todo lo demás, solo piensas en viñedos, viñas, vino. Qué habrá más interesante que una visita a la ciudad capital de La Rioja, que lleva el nombre del vino más así, conocido, popular, no sé. Beber, comer, etc. Dicen de Logroño que es una insensatez quedarse dos noches allí. Porque no hay nada que ver. Dos calles. La calle Laurel y la otra calle. La San Juan. Una parece un compendio de bares con cierta pretensión de modernidad. Pinchos del palo. Y vino. Una promesa, no beber cerveza durante todo el viaje, prácticamente cumplida. Tres calles. Logroño tiene no dos, tres calles. La tercera calle es como el paseo por el que todo el mundo pasa, la calle de los Portales. Cosas que pasan en Logroño que no pasan en otros lugares. Los hijos y las hijas todavía pasean con los padres. Hijos e hijas con una cierta edad. Solteros y solteras. Con sus padres. Sentados, tomando algo. Paseando, compartiendo. Cosas de Logroño. En Logroño hay dos calles, tres. En la misma calle must, se encuentra la sede del PCE e IU. En la calle San Juan los locales parecen más de batalla. Y no pasa nada. Vino, vino bueno. Pero tanto vino bueno o como sea, pues no sé. Iglesias. Tiene una catedral y una iglesia de Santiago. En la puerta hay un tipo de unos cincuenta años que lleva en el móvil bellas canciones de Kortatu. En la iglesia de Santiago hay un espacio para monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Por el trabajo hacia Dios y todo eso. Las huellas en la nieve del fraile, el trabajo, qué le doy yo a Dios, etc. También visitamos la casa de Espartero, un recorrido por la historia de La Rioja. La Rioja no es el País Vasco, pero muchos apellidos coinciden. Los vinos, por ejemplo, tienen nombres muchos de ellos que parecen vascos. Pero no son vascos. En la historia que cuentan en el museo de la casa, se deja claro que La Rioja es parte fundamental para entender España. Es España. Aquí nació el castellano, etc. No nos confundamos. Los apellidos no dicen nada. Me acuerdo de mi amiga Vanessa, que estudió periodismo en la Autónoma. No le digo nada. Nos vamos de Logroño. La última noche vamos a tomar algo que no sean vinos. Hay un local que promete no poner trap, reguetón, electro latino, ni esas mierdas. No recuerdo cómo se llama. Creí haberle echo una foto. Pues no. Ponen música rock, rock radical, ponen Kortatu, claro, Tijuana, pero también cosas como Buzzcocks o los Nikis. Nos quedamos bastante rato. Está vacío y cuando se llena nos vamos.
El siguiente paso es llegar a Asturias, a Soto de Cangas, donde tenemos el siguiente alojamiento. Pero antes paramos en Laredo a comer. Laredo, Cantabria. El trayecto presenta aquí sí, sensaciones nuevas. En Logroño no había estado nunca, pero había pasado por ahí. Aunque fuera de largo, camino de Bilbao. Pero más allá de Bilbao, jamás. En cuanto pasamos de Bilbao, no dejo de mirar. El paisaje, la costa, lo verde, los nombres de los pueblos. Laredo. México. O Nuevo México. O Texas. O Arizona. No sé. Laredo. Cantabria. Tengo la idea de que paremos en Laredo a comer. Tengo la extraña idea de que paremos en Laredo, porque creo que Laredo será un pueblo. Un pueblo porque más allá de Bilbao debe ser todo pueblos. Y Laredo no es un pueblo. Laredo es una ciuda turística, como las ciudades turísticas. No parece tener ningún encanto al menos en los lugares en los que nos aposentamos. La costa, la arena, la playa, el paisaje, sí, es bonito, pero lo demás es como cualquier otro lugar. Comemos en un bar de menú, pruebo los bocartes enharinados y fritos que no dejan de ser los boquerones fritos de mi madre. Y seguimos adelante.
Llegamos finalmente al destino, que no es Soto de Cangas, junto a Cangas de Onís o en Cangas de Onís, sino que es Beceña. Un complejo turístico, un hotel, situado arriba de uno de los dos mil montecitos de la zona. Todo es extremadamente verde. Y bonito. E impresionante. Estarías mirando como las nubes se hacen y se deshacen en torno a las montañas de enfrente, todo el día. No hace frío.
En ningún momento, durante todo el viaje, hace frío. He llevado camisas de manga larga, un suéter, una chaqueta de cuero, un chubasquero. Ocho días en el Norte. Calor abrasador. Incluso con nublado. Incluso en Beceña. Nada. Nada de frío. El hotel tiene piscina, como siempre el primer día no me baño. Disfruto de un partido del Athletic en el móvil. Me como un cachopo. No me comeré más cachopos. Todo es tan bonito y tan verde. El segundo día nos vamos a Covadonga, pero no vamos a Covadonga, vamos a los lagos. Lago de ERcina y lago de Enol. El paisaje es abrumador. Pero hay algo que falla.
Somos nosotros.
Todos.
No me quiero poner estupendo y decir que me sobra gente porque el primero que sobra soy yo. Pero somos tantos en un paraje tan agreste, tantos, tantos, de tantas maneras, tantísimos, que parece que no estás en ningún sitio como en el que estás, sino en las ramblas, o en la sagrada familia, o en otro sitio parecido. El paraje es espectacular, pero somos tantos que en las fotos sale gente, siempre sale gente. Merece la pena ir, verlo, disfrutarlo, e imaginarlo sin nosotros. Pero está limpio y eso ya es mucho. Gente que va como para ir a escalar el K2 y gente que va como a un cóctel. Me regalaron unas bambas de esas de montaña, que nunca pensé que encontraría el momento para ponérmelas, pero sí. Y me las puse. Yo con unas bambas de esas. Bien. No me hacen daño atrás. Nos vamos tarde y no nos paramos en Covadonga. Vamos a comer. Me como una fabada, es tarde y hace calor, pero da igual. Fabada. Me sienta estupendamente. Me hecho una siesta de colores. Me baño en la piscina. Vale todo. Un gintonic en vaso de sidra para despedirnos. A la mañana siguiente una parte de la expedición va a Covadonga, al santuario. Nosotros nos vamos a Llanes. También me han dicho que es bonito Llanes. No es Laredo. Antes, paramos en Corao y compramos Sidra. Llanes es grande, vamos a ver si aparcamos, aparcamos, cerca de un río, parece lejos de lo que es lo importante. La costa. Llanes está en la costa. Vamos al mercado y compramos quesos, varios quesos, y más cosas. Hay muchísima gente. Llanes parece bonito y es bonito. Y hay muchísima gente. Paseamos por el pueblo y acabamos eligiendo para comer el primer sitio que habíamos visto. Me como otra fabada. Así soy yo. Es momento de pasear mínimamente por el pueblo, hacer alguna foto, no parar demasiado. Nos vamos a Bilbao.
Las visitas a Bilbao siempre las cojo con mucho entusiasmo que se va enfriando cuando pienso que, realmente, ya he estado en Bilbao y que hay algo que no. Expongo mi teoría, recibida con un bueno. Somos unos entusiastas de Bilbao y lo vasco, del Athletic, etc. Pero no sabemos cuánto de entusiastas son los bilbainos, (no sé), de los que vamos a Bilbao. Vamos a Bilbao y nos alojamos muy cerca del nuevo y del viejo san mamés. Cuando hemos ido a Bilbao la última vez creo que nos hemos alojado cerca, muy cerca de allí. Llego y ya veo Bilbao y ya veo San Mamés. No quiero ponerme pesado, no quiero ir a San Mamés el primer día, la primera hora. No. Vamos a dar una primera vuelta por el Casco Viejo. Vamos caminando. Estamos en Sabino Arana y nos dice el google que vayamos por Indautxu y que cortemos por la calle San Francisco. El ambiente es... Hace unos pocos días ha sido violada una chica por un grupo de hombres. Vemos mucha policía. Bilbao la Vieja. Quienes vamos a Bilbao buscando San Mamés, vasquismo, siete calles, pinchos, etc., y caemos en Bilbao la Vieja, vemos otro Bilbao. Como el tradicional paseo por Santurce, Portugalete, etc. Pero hay que verlo. A las diez todo está recogiendo y prácticamente cenamos poco, muy poco. Es martes, tampoco le pidamos peras al olmo.
Al día siguiente vamos a Lekeitio. Lekeitio porque Mikel Laboa, cantautor vasco, tiene canciones que se llaman Lekeitios en sus discos. Y los recopiló en el Lekeitioak. Por eso. Para llegar a Lekeitio hay que atravesar Urdaibai. Más paisaje bonito y verde. Cuando llegamos a Lekeitio, nos estamos asando de calor. Dónde se aparca. Aparcamos a la entrada del pueblo. En Lekeitio se habla euskera. Mucho. En Bilbao menos, pero me ha parecido escucharlo mucho también. Si esperas que se hable mucho, pues no. Bueno. No sé. Lekeitio es muy bien, pero también se nota que ya se lo sabe mucha gente. Mucha gente local. Tiene playa. Tiene una isla frente a la playa a la que puedes llegar andando. No me pienso bañar pero me acabo mojando los pies y me hago una foto. El sitio es genial. Me hago mayor. Hace muchísimo calor. Comemos de pinchos. Nos vamos de Lekeitio. Hay un pequeñísimo mural en la playa con una letra de Mikel Laboa. Y pintadas de aquellas grandes con las reivindicaciones de Aministia Osoak.
Volvemos de Lekeitio y pasamos por Gernika. Visitamos en Gernika el árbol de Gernika y las Juntas de Bizkaia. Conocemos, mediante un vídeo, una historia del árbol de Gernika y de lo que son la Juntas Generales y lo que es el pueblo vasco. En los agradecimientos, la fundación Sabino Arana. Bueno. Es lo que hay. Vemos pocas calles de Gernika, caemos por la plaza que hay debajo del árbol y nos tomamos unos pinchos. Mucho más baratos que en Bilbao. En el bar en el que entramos, Arrien, como un jugador del Athletic, hay fotos de jugadores del Athletic Club.
Mucha gente con camisetas del Athletic club.
Hago mucho la broma de que si viviera en Bilbao no sería del Athletic Club. Pero soy del Athletic Club. Al día siguiente toca ir a San Mamés. Con entereza. Al museo. El museo, las fotos, todo va bien. Lo llevo bien. Pero hay un momento en el que el tour por San Mamés pasa por 'salir' al campo. Y ahí, amigos y amigas, no lo notásteis porque soy un gran actor, pero me emocioné. Mucho. Me acordé de mi padre que el culpable de esta afición. El tour por San Mamés te pasea por las tripas del estadio. Todo muy bien. Pero saltar al césped, sentarte en el banquillo, el vestuario, el busto de Pichichi... y luego el museo, lleno de fotos, cosas, sobredosis de Athletic Club, orgía de Athletic Club. La ostia. La felicidad. El techo.
Todo el resto del día, es volver al Casco Viejo, a los pinchos... y por la tarde la visita a Getxo, al puente colgante, a Portugalete y Santurtzi, el paseo por el margen de la ría. Y descubrir que, efectivamente, la margen izquierda no es otra cosa que Santa Coloma y que lo tenemos visto pero lo queremos ver.
A la mañana siguiente, último día. Rompimos un retrovisor y hay que cambiarlo en un concesionario en Zorrotza. De Zorrotza era Javi González. Y de Sopelana era Armando. Y vamos a Sopelana hasta que llega el espejo. Y Sopela es muy bonito, la costa es bonita. Y si hubiera sido de otra manera tendríamos que habernos bañado. Pero no. Y nos vamos y volvemos al Casco viejo y volveremos al Casco viejo por la noche para tomar algo. Y nos vamos por las zonas donde creemos que hay ambiente, y sí que hay ambiente, pero no sabemos si es el ambiente que esperamos, o el que nos esperábamos, o el que hay o qué. Gente cantando Amaral. La cumbia de Cariñito. Yo me lo estoy pasando bien, nos lo estamos pasando bien. Pero hay que madrugar.
Hay que volver.
Paramos en Alfaro a comprar vino. Tendríamos que haber parado en Haro. Pero todo se me ocurre tarde.
Un viaje por el norte. Ahora quiero volver a Asturias. Quizás Cantabria. Ahora quiero hacer muchas cosas. Luego se me van las ganas. Sufro. Viajar, los viajeros, ver cosas, comer, beber, decir si los sitios son bonitos o no, echar de menos gente.
Y disfrutar de la compañía de los que están. Y agradecer el viaje.
Seguimos.

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