martes, 30 de agosto de 2022

Distendidamente


No fue una cita convenida. Cuando Fussl llegó a la cafetería, venía escapando de una reunión que se había complicado al extremo. De tal manera que necesitaba salir a la calle y respirar, olvidar por un momento que todo aquello estaba pasando y recapacitar sobre qué pasos dar en aquellos momentos. El corazón le iba a mil por hora. Se sentó y pidió un café junto a un vaso de agua. Estaba sumido en sus cavilaciones cuando entró Demjanchuk. Éste había sido conocido suyo durante los años de la guerra y habían perdido el contacto hasta que recientemente se habían vuelto a encontrar en la redacción de una revista. Demjanchuk trabajaba allí como corrector y Fussl había enviado algunos textos que demoraban en publicarse. Se contaron sus vidas desde los lejanos años ya de la guerra, aunque no había pasado tanto tiempo. No quedaron en verse, así que el encuentro fue casual. Demjanchuk vio a Fussl y fue a sentarse en su mesa. A Fussl en principio no le hizo gracia. Quería estar solo. Finalmente Demjanchuk inició una conversación sobre pintura, sobre las nueves corrientes pictóricas y un artículo que iba a publicar en la revista reconociendo los nuevos valores, las nuevas tendencias, apoyándolas, cuando el parecer de buena parte de sus compañeros era el desprestigio de las mismas. Fussl le apoyó y le dijo que precisamente él estaba trabajando en un texto sobre lo reaccionario que quizás podría interesarle. Demjanchuk le dijo que por supuesto, que le interesaba mucho. El arte siempre le había servido a Fussl como una escapatoria de las preocupaciones de su vida y encontrar un interlocutor que compartiera sus puntos de vista. Demjanchuk había pedido un vaso de aguardiente y un azucarillo. Mientras discutían, se lo bebió y le dijo a Fussl que tenía que irse. Al cabo de unos minutos, aparecieron un par de señores que sacaron a Fussl de la cafetería. Lo montaron en un coche. Lo devolvieron a la reunión. Y Fussl votó en contra. Pero no recuerda de qué. 

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