martes, 9 de febrero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #11

Salimos uno detrás del otro. Nos habíamos encomendado una serie de tareas de carácter meramente testimonial con la intención de que, en caso de que nos buscasen las vueltas, poder demostrar que habíamos estado haciendo algo. El italiano y la rusa se fueron a hacer como que colocaban bien unos cables de conexión con el satélite chino que nos enviaba unas imágenes de un proyecto que teníamos en común. El sueco y Chovanek hacían como que recolocaban unos paneles que se habían desprendido o estaban medio sueltos. Y finalmente yo y la alemana, bueno, más la alemana que yo, revisaban unos marcadores que estaban situados en el exterior y que hacían referencia a cambios de temperatura, volúmenes de nosequé... cosas. Todos hacíamos cosas pero en realidad no estábamos haciendo nada. En un momento dado, cambiábamos las parejas para movernos y para adquirir nuevas perspectivas sobre lo que estábamos haciendo. Vivir el momento.
Por un momento, aquello tuvo efecto. Estaba contento. Se me había olvidado todo lo que tenía contra Chovanek. Estaba feliz. Estaba en el espacio. Estaba realmente en el espacio. Ya no estaba dentro de aquella base espacial, ya no estaba sujeto a un espacio reducido en el que moverme. Tenía toda la galaxia para mí. Era una sensación de vértigo enorme, de poder absoluto a la vez. Podía desprenderme de los cables y salir volando hacia el infinito. Ir nadando hacia la Tierra. Dejarlo todo e ir lanzado hacia la Tierra y destruirla. O irme, irme así sin más. Desligarme de todo y perderme por el espacio hasta que me durase... me iba a durar bien poco, pero uno se ilusiona con las cosas y cree que van a ser para siempre y que va a durar toda la vida y no tiene en cuenta que el nivel de oxígeno no es tan grande como uno cree y que va a morir. Vas a morir. Pero qué muerte tan así. Perdido en el espacio, intentando llegar a la Luna o a Marte o a otro planeta que quede cerca. Que cerca no queda ninguno, pero uno los ve ahí y cree que va a llegar. Bueno. En esto estaba. Con la mente perdida, mirando el cable y pensando, de buena gana me dejaba ir y vivía la experiencia de perderme en el espacio. Cuándo vas a pensar otra cosa igual. Lo recuerdo ahora y se me están poniendo los pelos de punta. Esa sensación de flotar en el espacio, de poder zambullirte en una oscuridad absoluta.
Y entonces pasó a mi lado Chovanek. Y Chovanek me empujó y choqué contra una barra que conectaba uno de los módulos de la base con un motor. Y se rompió. Y me hice daño. Y tuve mucho miedo, mucho miedo, porque pensaba que con el golpe se había roto algo y todo eso que estaba pensando tan bonito y tan así de perderme en el espacio, de repente era una puta mierda y no dejaba de mirar dónde estaba el cable y que por el amor de dios que no se hubiera soltado. Y estaba nervioso perdido viendo y comprobando loco perdido si estaba todo bien, cuando de repente me fijé en que una figura blanca, uno de nosotros, realmente se había desenganchado y vagaba por el espacio.
Y entonces sí que me acojoné de verdad. Porque de pensar a hacer hay un trecho enorme. De proyectar, imaginar, trazar castillos en el aire y esas cosas a realmente ver las cosas que pasan, amigo, hay una distancia que se mide en cómo de grande es el susto de ver que, sí, que uno de los nuestros, se había desconectado y estaba fuera de control.
¿Quién era? No podía distinguir quién era. Porque se iba alejando cada vez más. Como precaución, además, habíamos desconectado los intercomunicadores, por lo que no podíamos preguntarnos nada. Instintivamente me fui hacia la puerta por la que habíamos salido y por la que íbamos a volver a entrar. Cuando llegué, me dí cuenta de que esa idea había sido compartida. Allí estaban la rusa y el italiano. Una nueva figura se iba asomando... era el sueco. Sólo faltaba la alemana y Chovanek. Al cabo de un segundo vimos a la alemana venir. La figura que se iba alejando cada vez más era la del checo.
Chovanek se había ido. Se alejaba cada vez más.
No podía ser que Chovanek hubiera decidido hacer lo que nosotros en nuestro interior queríamos hacer con él. No podía ser que Chovanek hubiera decidido hacer lo que nosotros hubiéramos querido experimentar por nosotros mismos.
Todo lo que hiciera Chovanek me iba a sentar mal, incluso desaparecer.

1 comentario:

  1. Pero bueno, ese astronauta es como la gata Flora. En vez de ponerse a dar brincos a cámara lenta, va y protesta. Se ve que nació para ser feliz.

    Buenas noches

    Bisous

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