lunes, 29 de septiembre de 2025

La península de las casas vacías - David Uclés


Una amiga a la que no conozco me recomendó este libro hace unos meses, algunos meses. Me lo recomendó argumentando algo que me tocó la patata y que no voy a reproducir. Cuando esto pasó, yo no había leído nada sobre este libro que ya era todo un bombazo editorial y al informarme sobre él, me enteré de que el autor es de Jaén y que la novela se ambientaba en un trasunto de Quesada, llamado Jándula. Naturalmente que he pasado por Quesada, de chavalín, yendo a Baza a ver al tito Basilio, vomitando religiosamente en el puerto de Tíscar. Crees que te has hecho mayor cuando ya no vomitas en Tíscar. Que la historia se ambientara en Jaén, naturalmente era un gancho para mí. No pasan muchas cosas en Jaén, aunque es cierto que hay mucha obra y obra importante que se ha ambientado en pueblos de, como por ejemplo El Jinete Polaco de Muñoz Molina. En definitiva, este reclamo era para mí más importante que lo que me tiraba para atrás: la guerra civil. Una novela sobre la guerra civil y las declaraciones o entrevistas del autor sobre la misma. Hace unos años, uno de los booms editoriales de nuestro tiempo se dio con la novela de Javier Cercas, Soldados de Salamina. Yo leí esta novela con avidez y cuando la acabé me dejó un regusto extraño. Estaba claro que la novela estaba escrita desde un punto de vista digamos amable con el bando republicano, pero la voluntad no era la de escribir un panfleto, sino la de apostar por una nueva revisión del conflicto y de sus consecuencias y abrir la puerta a una España nueva que no volviese a repetir aquello. Las entrevistas a David Uclés, que llevo medio texto y no he dicho que es el autor, me olieron un poco a eso. Y el libro, la historia que cuenta, creo que me ha llevado un poco a eso al final. El libro nos cuenta la historia de una familia de Jándula, el trasunto de Quesada y que toma el nombre del río que pasa por la zona. Yo una vez conocí a un Toni Jándula, un Dj de aquellos años finales de los noventa principios de los dosmiles, que colaboraba en Santa Coloma Radio y que en realidad no se llamaba así, ya se avanzó a su tiempo. Sigamos. La historia de la familia, una familia numerosa, que comienza en los días previos al golpe de Estado del 18 de julio, nos lleva hasta el final de la guerra de la mano de las vidas de los diversos miembros de la familia, que irán recorriendo los escenarios más importantes de la guerra desde los dos puntos de vista y desde un tercero. El nacional, el republicano y el de los que están en medio. El autor insiste mucho en aquello que dijo Unamuno de Los Hunos y Los Hotros y. si bien queda claro, meridianamente claro, que los sublevados, los nacionales, no son los buenos de la historia, también se insiste en los abusos e iniquidades cometidas en el bando republicano, algunas de ellas tienen trascendencia en el devenir de las vidas de los propios protagonistas de la historia. Así las cosas, si bien la historia se lee de manera ágil, es entretenida y los tintes de realismo mágico le dan un aire menos trágico a una etapa de nuestra línea temporal común que no puede sino llamar al drama, la novela me parece que, en los tiempos que corren, tiene un mensaje que se me queda corto. Sé que el autor ha escrito otras cosas, como por ejemplo, un texto sobre la matanza de Badajoz a cargo del ejército nacional del general Varela donde no deja dudas sobre su posición y alineamiento, pero el tono del libro y las cosas que hacen unos y las que hacen otros y cómo lo pagan los que 'están en medio aunque sentimentalmente estén con la República', me lleva a que durante todo el libro no pueda sino estar un poco incómodo por cómo acaba contándose todo. Porque no creo que estemos en tiempo de decir que 'todos cometieron barbaridades' o que 'en mayor o menor medida hubo excesos en ambos bandos', cosas que no se dicen explícitamente en el libro, pero que sí que se relatan. Es como si en el cómputo general de barbaridades, los nacionales ganasen por goleada, naturalmente, pero el 'pero', ya puede servir de asidero a quien piense que al final, todos somos lo mismo. Y no. Quizás este sectarismo mío o no querer dar ni un ápice de argumento a favor a quien piense que la República bien tenía que acabar, me ha llevado a no acabar de ser especialmente benévolo con una historia original, contada de manera amena, cruel y áspera cuando es necesario, pero que para servidor, hubiera debido tener otro tono. Pero no la escribo yo. Y entiendo que esta falta de maniqueísmo del libro la haga más legible y aceptable, aunque ya sabemos que para los fascistas ya no hay componendas. No las ha habido y no las habrá. El realismo mágico, los recursos narrativos en los que el autor se convierte en personaje, como narrador se permite licencias de tiempo y espacio, la aparición de personajes reales encarnados en la historia, los diálogos con Franco, las visiones de Eva y las citas de personas y personajes, se reciben a lo largo de la historia como bálsamos que ayudan a digerir la historia que como diría Gil de Biedma: de todas las historias de la historia, la más triste sin duda... En el catálogo de ñiñiñi, decir que en un momento de la novela se califica como estalinista a Largo Caballero y a ver, pues como que no es la manera exacta de definir a un político socialista que, aunque calificado como el Lenin español, no nos pasemos tampoco. Yo lo veo como un error importante. Y Jaén, claro, palabras, expresiones y la aparición casi al final de Vilches de manera simplemente como complemento indirecto, hacen que todo tenga otro color para mí. Y con mi abuelo Antonio en la cabeza todo el libro, claro, que se chupó Guadalajara, Teruel, el Ebro... Y cómo lo contaba. De todas las historias de la historia, la más triste sin duda la de España, porque termina mal como si el hombre, harto ya de luchar con sus demonios, quisiera terminar con esa historia, de ese país de todos los demonios. Tenemos mucho que discutir sobre este libro. 

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