martes, 26 de febrero de 2013

Sonata Número 4

Durante la interpretación de la Sonata Número 4 de Obelísimo Trampantonio en el 'Calzados Sánchez Odeón' de Belillos de la Moheda, uno de los miembros del público le comentó a su compañera de asiento, la cual había venido con él y que por ende era su pareja sentimental, que a la salida le tenía que comentar una cosa. Que esto no nos distraiga de lo siguiente. En otro punto de la sala, otro buen señor, recordaba una conversación que había tenido con la cantante lírica Tenia De Chapa en la que recordaban los buenos tiempos de Milán, París, Nueva York y Moscú. Él era nada menos que Nicosio Dalquedal, afamado compositor que había visto truncada su carrera musical por una afición desmedida al juego, y en aquellos días trabajaba como funcionario en el Ayuntamiento de Belillos de la Moheda como técnico de cultura intentando redimir sus pecados. Pero el gusanillo de la música le picaba igualmente.
Nicosio Dalquedal recordaba a Tenia De Chapa en aquel Restaurante de Milán mientras daban cuenta de una primorosa lasaña y comentaban la velada musical a la que habían asistido, compuesta por obras de Schubert, Brahms y Grieg, y cuchicheaban y hacían trajes a lo más florido del panorama musical contemporáneo. Nicosio Dalquedal, ferviente partidario del romanticismo musical y acérrimo enemigo de la vanguardia, criticaba las ínfulas de un tal Obelísimo Trampantonio que acababa de estrenar en un pequeño salón madrileño su composición 'Sonata asonante', apareciendo una reseña sobre ella en la revista 'Le violon' en la que se la calificaba de 'rara, merecedora de una segunda escucha, quizás una tercera, no descartamos una cuarta, a la quinta ya les diremos, si en la sexta nada, no hemos hecho si no perder el tiempo'. Nicosio Dalquedal divertía mucho a la bella y oronda Tenia De Chapa. Estaba enamorado de ella desde mucho tiempo atrás, pero las luces de una máquina tragaperras o la enumeración de números que debían anotarse en un cartón le podían más que los ojos negros, la melena negra, los labios negros y todo lo negro que tuviera la bella De Chapa. La bella Tenia De Chapa, por su parte, también estaba enamorada de él. Sí, sorpréndanse, amigos, porque ella también le quería y mucho, pero en secreto, porque ambos sabían de su afición al juego y ella no toleraba el vicio a su alrededor. La lasaña si.
Cuando terminaron el plato y pidieron un segundo plato de pan para mojar ella le confesó sus sentimientos y que esta sería la última vez que se verían. Que nunca más. 'No, no... -y se ponía la mano así con el dorso en la frente- no, no... no quiero que me supliques... es la última vez que nos vemos, signor Nicosio... non posso... debo marchar y alejarme de usted'. Y nunca más se vieron.
Así que cuando en aquel 'Calzados Sánchez Odeón' sonaron las imperceptibles primeras notas de la segunda parte de la Sonata Número 4, Nicosio Dalquedal hizo ademán de abandonar la sala con los ojos arrasados en lágrimas. Su sorpresa fue mayúscula cuando entre el público, de incógnito, vio al propio Obelísimo Trampantonio, que estaba contemplando cómo la Pequeña Orquesta Provincial daba cuenta de su Sonata Número 4. Quiso acercarse a él, pero al levantarse le sonaron monedas en el bolsillo y... en fin. El bingo estaba al lado.

6 comentarios:

  1. No es lo mismo la Sonata que la sonada. Lo hasbordado.
    Un abrazo

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  2. Vaya por dios, también es desgracia tener justo un bingo al lado. Para que luego digan que no existe la mala suerte, monsieur!

    Feliz día

    Bisous

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  3. No sé. A mí no me dio mal rollo. Buen tiempo, calles pequeñas con nombres portugueses. Como no sean los casinos lo que den mal rollo...

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  4. ¿Había bingo ya en esa época?

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    1. esa época es esta época, es una historia de contemporaneidad absoluta. como si estuviera pasando ahora mismo, vamos.

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