lunes, 2 de diciembre de 2013

Karpov

No me gusta. No me gusta la gente así. No me caen bien. Debería darme igual, dedicarme sólo a lo mío, mirar la partida e intentar estar por lo que tengo que estar. Pero me puede. Y a lo mejor no lo hace conscientemente, no lo hace por que esté yo delante, pero no le aguanto. No me gusta esa actitud, ese rollo de 'uy qué loco que estoy'. No. No me gusta. No me gusta tanta genialidad. Tanta olla a presión. No me gusta ese modo de hacer las cosas por la cual uno tiene que estar siempre comprendiéndolo todo de todos. No. No me gusta. Me estoy enfadando y ya sé que si me enfado juego peor. ¿Estoy jugando peor? Recapitulemos. Estoy jugando contra alguien que va de, y que realmente es, muy bueno. No digo que no. Lejos de mí la tentación de pensar que este buen hombre es tonto del culo y que además no sabe jugar. Al contrario, sabe jugar mucho y bien. Es un genio. Pero no me gusta que vaya de genio. Puedes jugar como un fiera, puedes jugar como te dé la gana, pero manteniendo al menos durante las partidas o inmediatamente antes o inmediatamente después, algo de compostura. Pero no. Este no hace más que bobadas, tonterías, quejas, enfurruñes, decir sandeces, hacer cosas que no se entienden. O se entienden. Yo sé que lo que busca es ponerme nervioso, desestabilizarme, pero no lo va a conseguir. O sí. ¿Y si lo consigue? ¿Y si ya me estoy yendo de lo que estaba...? ¿Y si...? No sé, a veces pienso que se me va de verdad la cabeza y que no aguanto la presión. El ajedrecista imperturbable, la cerebral máquina de... Pero creo que no. No. No voy bien. Creo que todos van con él. Que él se lleva los halagos, que él es el que mola y que yo no tengo nada que hacer. Que muevo, que sé jugar, que soy un rival difícil, pero están todos esperando que gane él. Porque es nuevo, porque se atreve, porque no tiene miedo, porque está medio loco y uy qué cosas hace. Y yo en cambio no hago nada. Estoy aquí, muevo, espero, vigilo, a ver si la caga, meto algo de follón, pero... él es el que está jugando de verdad. El que hace cosas de verdad. Y yo no. Que sí, que estoy aquí y que él para ganarme va a tener que sudar tinta, si es que me gana. Pero no. No estoy. Es él el que está. Y yo estoy pero no estoy. Y no me gusta. No me gusta él. No me gusta que él esté todo el rato haciendo cosas, que todos esperen a que haga algo, lo que sea, para decir que oh, qué bien, qué genio. Y mientras yo voy moviendo y creo que estoy jugando medio bien, pero no es suficiente. No es suficiente. No voy bien. Él va a ganar. Estoy convencido. Ojo que se levanta y se va... de verdad, me como demasiado la cabeza. Ahora, este no está bien, no. No lo está. Ahora me da cosa, fíjate. Qué cabezas.

2 comentarios:

  1. Bueno, no se preocupe, usted tiene una cosa que el otro no tiene: usted es Karpov, incluso cuando pierde.

    Feliz día, monsieur

    Bisous

    ResponderEliminar
  2. Un día le tiene que mandar todas sus cartas de amor a Karpov. No me diga que no le haría la mar de gracia ver cómo un español intenta adivinar su voz interior.

    ResponderEliminar