jueves, 27 de noviembre de 2014

La reina Catalina de Rusia

Empezamos desde el principio y empezamos mal. La reina Catalina de Rusia no es tal. Sería en todo caso la zarina Catalina y ni tan siquiera es Catalina a secas. Se trata nada menos que de Catalina II la Grande. La zarina Catalina II la grande. Todo está mal, pero dejaremos el título así para oprobio del autor. Este relato nos llega desde aquí cerca y no estamos muy seguros de tener que decir el nombre del autor. Diremos el título 'La reina Catalina de Rusia' y que está recogido en un volumen titulado 'Promesas del Este', sobre personajes históricos de más allá del Elba. 
' La reina Catalina es por todos conocida dada su fama de persona voraz y de apetitos insaciables. El asunto que nos ocupa en este caso tiene que ver con una anécdota que se cuenta de ella en un ambiente quizás menos adecuado para ella de lo que solemos imaginar. Se cuenta que la reina Catalina de Rusia gustaba de vestirse de mendiga para disfrutar de otra vida, más real, al lado de sus súbditos más humildes. Le gustaba hacerse ver por sus conciudadanos, pasando fatigas, comiendo mendrugos y con las manos peladas de frío. Le gustaba comer lo que comían el resto de rusos, beber los brebajes que utilizaban para calentarse en invierno y tostarse al sol con ellos en verano. Fueron unos años en los que Catalina tenía el anhelo de convertirse en una especie de matrona de todos los rusos. Catalina de Rusia, durante ese tiempo, conoció a un borrachín llamado Igor Borísov Denisenko, que juraba haber servido en la guardia real al servicio de la mismísima Catalina de Rusia y a la reina le gustaba estar junto a él porque, creyéndole un mentiroso, se entretenía escuchando sus patrañas. Un día, Igor Borísov Denisenko, alrededor de una pequeña hoguera, contó a quien le podía escuchar, entre ellos a la falsa mendiga Catalina, que en una ocasión la zarina había volado por encima del palacio en el que residía. Catalina, le conminó a que abundara en su relato. El borracho contó que una mañana de mucho frío, la zarina Catalina salió al balcón de sus aposentos y se lanzó al vacío, pero que antes justo de llegar al suelo y estamparse, tras haber vivido una loca noche de pasión con uno de sus palafreneros, abrió los brazos y en el mismo instante en que iba a quedar aplastada, se elevó sobre el suelo y volvió a su balcón. Luego, tomó impulso y se posó en el tejado del palacio. Decía Igor Borísov que esto lo había visto hacer nada más que una vez, pero que así lo había visto y así había sucedido. Al poco tiempo, Igor Borísov había sido expulsado del cuerpo por sus borracheras ignominiosas y nunca más volvió a ver a la reina Catalina. 'Eso no puede ser, tú no has visto nunca a la reina Catalina', le dijo la propia Catalina. 'Si que la he visto, la reconocería si la tuviera delante ahora mismo', contestó falsamente Igor Borísov. Catalina se rió y se dispuso a volver de nuevo a Palacio.
Llegó a sus aposentos y... se dirigió al balcón. Asustada ante la posibilidad de lanzarse al vacío, probó a tomar impulso para posarse sobre el tejado... y así lo hizo. Y no recordaba ella...'.

De verdad, qué cúmulo de despropósitos. 

1 comentario:

  1. Y eso que todavía no andaba por allí Rasputin, que si no...

    Feliz tarde, monsieur.

    Bisous

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