jueves, 17 de diciembre de 2015

Arigato final

De las memorias del general Tatsumo Yishida extraemos un párrafo nada más, uno pequeñito, que aparece casi al final. Las memorias se llaman ‘Memorias’ y por eso no hemos dicho el nombre del libro.

‘Sois todos una mierda de tropa. Ahora os lo digo, ahora que ya hemos perdido y que hemos sido barridos por unos inútiles que no tenían más que buenos fusiles y unas buenas botas. ¿Cómo hemos podido caer tan bajo? ¿Cómo hemos podido ser derrotados en una batalla que teníamos ganada por número, por posición, por valores, por ser mejores que ellos? Sólo porque tenían mejor material. Valiente mierda. Estaba viéndolo y no me lo creía. Veía cómo nuestras tropas, vosotros, inútiles, basura, iban poco a poco siendo diezmados por unos petimetres que lo único que hacían era disparar, simplemente disparar. No gritaban, no lanzaban arengas, no se entretenían con formaciones estrafalarias, o sencillas, o discutían las formaciones, no se paraban. Disparaban. Sois una vergüenza y yo me siento asimismo avergonzado de ser vuestro general. Hemos sido vencidos y los pocos que quedamos estamos condenados al exterminio. No somos nada, no valemos para nada. Y yo el primero. Yo he sido el primero en no darme cuenta de que estas arengas, estas mismas arengas que no valen para más que perder el tiempo, no nos han llevado a nada más que a un desastre sin paliativos. A una derrota de la que ya no nos recuperaremos nunca. Solo había que disparar. Solo había que sentarse en un sitio y disparar. No nos acordamos de los rifles, de las balas, simplemente íbamos a ganar esta batalla porque éramos más, porque llevamos más gente en nuestras filas, porque estamos ahí. Porque sabemos hablar y arengar. Porque tenemos generales como yo mismo que hablan muy bien y que declaman y que ponen el rostro serio de general que arenga a las tropas antes y después de la batalla. Ellos no tienen nada de eso. Ellos disparan. Disparan, tienen buenos rifles, saben usarlos. Un oficial sin mayor mérito les dice: disparen, y ellos disparan y nos van matando. Poco a poco. Mucho a mucho. Nos van matando y solo sabemos ir arengándonos unos a otros, lanzándonos proclamas que no valen nada, porque ellos tienen buenos rifles y disparan. Tengo la sensación profunda de que me he estado equivocando todo el tiempo. Que he instruido mal a mis soldados, a mi tropa. Pero mi tropa estaba contenta. El deber de un soldado es sacrificar sin dudar a su general si este no se dedica a procurar el bien de la causa. ¿Acaso nadie se ha dado cuenta? ¿Acaso nadie veía que todo lo que decía era nada? No sois nada. Os condeno a ser tratados como basura toda la vida. Toda la culpa es vuestra. Qué equivocado he estado’. 

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