martes, 24 de mayo de 2016

La ciudad de Duciad

Retomamos uno de nuestros géneros preferidos, el de la literatura de viajes, para incluir aquí un breve texto de Doménico Sigismondo titulado 'La ciudad de Duciad', que no es ni más interesante ni menos interesante que otros textos sobre ciudades o lugares en general.
'Juro que jamás había visitado Duciad. Y sin embargo, me dio la impresión de que Duciad me había visitado a mí. Yo iba camino de otra parte y como por arte de magia, Duciad apareció, siendo una ciudad, y yo me quedé encantado de que así fuera. Duciad era una ciudad que se parecía a mí. No era como yo, porque yo ya estaba muy visto entonces y quieras que no ya había agotado todos mis recursos, no podía ser de otra manera y creía que mi tiempo se había agotado. Pero Duciad me hizo ver que, realmente, yo ya había pasado a otro plano y que Duciad, aquella ciudad, tenía algo que yo creía haber tenido. Entré en la ciudad y me dirigí a uno de los bares de siempre. Sin haber estado jamás en Duciad, supe enseguida que aquel establecimiento era un clásico de la hostelería tradicional, por algo que no supe entender. Entré y todos allí me miraron como si ya me hubieran visto antes. Como si me conocieran de algo. Digo más, como si supieran algo de mí que yo debería saber también y no me quisieran contar. Pedí una copa de vino, porque pedir cerveza me parecía demasiado vulgar, y me senté a escuchar las conversaciones de los parroquianos, intentar yo también hablar con ellos, hacer lo que hace el viajero común, ser parte de, sin ser. Las gentes de aquel bar hablaban mi idioma, contaban cosas semejantes a las que yo entiendo, explicaban vivencias que tenían que ver conmigo. Me sentí muy incómodo. Me hizo sentir que ya había algo como yo. Gentes, bares, una ciudad entera que se parecía a mí. Probé algo de la comida local, me supo como los platos que yo disfruté sin saborearlos. Sabían a mí. Salí de aquel bar y caminé por las calles de Duciad, con la sensación de que la ciudad me hablaba. La ciudad, con mi propia voz, me decía que podía marcharme, que ya lo había visto, que Duciad era yo. Y que no puede haber dos personas iguales. Si no hubiera sido como yo, habría hablado de los gemelos y demás, pero supe que, siendo yo, era totalmente innecesario. Duciad, los habitantes de Duciad sabían quién era yo, yo no sabía que ellos sabían que ellos sabían que... me puse muy nervioso. Sentí que esa ciudad, atrapándome, me estaba excluyendo de un viaje que yo había emprendido hacía bastante tiempo buscando un faro. Duciad no parecía tener límite, fui caminando queriendo salir de allí hasta que encontré otro bar. Pedí una cerveza, tenía mucha sed. Un chico me miró desde el fondo de la barra. Me senté con él. Quiso decirme algo pero al mirarle me asusté mucho y me fui. En la mirada tenía algo que noté ya no mío, algo de mi pasado. Estoy fuera de Duciad, recuerdo algo de un faro, me hablan y no entiendo. Recuerdo un faro, una ciudad que vino a mí, el fin de un viaje. La mirada de aquel chico. No vuelvo a viajar.'

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