martes, 22 de noviembre de 2016

Aurora

Al salir del bar del Frederico me tropecé con algo y me dí un golpe tremendo en la cabeza. Cuando volví un poco en mí, me di cuenta de que mi prima Aurora tenía también una venda en la cabeza. Me llevaron a casa y mi madre estaba tumbada en un sofá, se acababa de caer al suelo y se había dado un golpe en la cabeza. Me puse a ver la tele y estaban dando un programa sobre gente que se caía y en teoría, debías reírte de eso. Me puse a escuchar la radio y estaban comentando un gravísimo accidente de tren que había habido, que no había registrado víctimas mortales, pero había al menos 150 personas con fuertes golpes en la cabeza. Por probar, escogí entre una de las revistas que mi madre tenía encima de una mesa y en una de esas revistas del corazón, abriendo por una página al azar, hablaban de las migrañas, de dolores de cabeza, de cómo paliar las contusiones craneales. Estaba de dios que el día girase en torno a eso.
Cuando me encontré mejor, salí un momento a que me diera el fresco. No sabía la hora que era y, de manera absolutamente inesperada, resultó ser el momento de la Aurora. La Aurora se produce cuando amanece. Amanecer es tan bonito. El fresco de la mañana, la sensación de comienzo, de inicio, de algo nuevo. La Aurora. La Aurora. Aurora. El golpe que me había dado, el fuerte vendaje, ya no me dolía. Me lo quité. Pensé que la Aurora iba a tener un efecto benéfico en mi herida. Me toqué en la cabeza y no tenía nada. Estaba tan bien, tan a gusto. Mi madre salió conmigo al balcón y me dijo que se encontraba estupendamente. Que no le dolía nada. Que incluso podía volar.
Y me dijo: 'mira'. Y hizo ademán de tomar impulso para empezar a volar y me quedé pasmado cuando realmente mi madre se elevó sobre el suelo y revoloteó sobre nuestra casa. Allí arriba, mientras la estaba mirando, se unió volando mi prima Aurora, que tenía un aspecto por el que podrías confundirla con cualquier otra persona, pero era mi prima Aurora por muy temprano que fuera. Allí estaban las dos, cuando de repente, una tercera persona se unió a la bandada.
Claro, pensé, por eso me encuentro yo tan bien. La tercera persona era la mujer con la cara más linda de todas las caras lindas que han habido y habrán. Era la mujer que, aquel día fatal o aquel día prodigioso o aquel día que quien quiera calificarlo de alguna manera, que se atreva y lo haga, era la mujer por la que yo estaba allí. Era esa mujer que se me aparecía en sueños. Era la mujer más bella, más linda, más excitante de todas las mujeres, de todas las personas, de todo. Ni siquiera la Aurora, ni siquiera la Aurora prodigiosa que estábamos viviendo en aquella mañana tan maravillosa de Villastanza de Llorera, era tan bonita. Era la mujer con la cara más guapa, con la sonrisa más plácida, con la mirada más atrayente y estimulante de todas. Era ella. Estaba allí, volando con mi madre y con mi prima Aurora.
Yo quise también unirme a ellas. Así que tomé impulso y di un salto hacia delante, bastante ridículo, porque yo no podía volar.

6 comentarios:

  1. A todo esto, ¿se sabe usted el chiste del hombre que va al médico porque no sabe decir bien Federico?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esto es un hombre que va al médico. "Doctor, que mi mujer dice que no sé decir bien Federico y me ha dicho que venga a consultarle". El médico responde: "A ver, diga Federico varias veces". "Federico, Federico, Federico". "Pero si lo dice muy bien, váyase a casa, hombre".

      El hombre vuelve a su casa y le grita a su mujer: "¡María! ¡Que no me pasa nada! ¡Abre el federico y tráeme una cerveza!".

      No me pegues, jajaja.

      Eliminar
  2. Y ¿este texto lo escribió bajo los efectos de las contusiones craneales?

    ResponderEliminar