domingo, 3 de enero de 2021

Embrujo de Granada


Bajé corriendo por el Albaicín para llegar pronto a la calle Elvira. En la Tortuga, mientras me comía una tapa de Tortellini, me contaron algunas historias:

'Cuentan que en esta misma calle, debajo de una de las casas donde vivía un rico comerciante, había un túnel que conectaba la casa con la cancillería alemana en Bonn. Así, todos los días, el rico comerciante departía con el canciller alemán Willy Brandt y establecieron una bonita relación de amistad que perduró en el tiempo. Hasta que el canciller cambió y pasó a ser Helmut Schmidt y la relación se agrió. El motivo fue que Helmut Schmidt quiso visitar Granada y el rico comerciante le puso pegas. El alemán se extrañó y preguntó el motivo. El anterior canciller no había visitado nunca Granada aunque la amistad era profunda y él, como muestra de buena voluntad, quería tener un detalle. El rico comerciante no dio muchas más explicaciones, tapió el túnel y quizás por eso Helmut Schmidt no terminó bien el hombre.

Mi padre trabajó en Baza al poco de entrar en la Telefónica y siempre contaba que allí pasó los mejores años de su vida. Al cabo de bastantes años volvió a Baza, porque en Baza vivía un primo suyo y durante algunos años se esforzaba en irle a visitar y recordar los viejos tiempos en los que ambos trabajaron en aquella bella población granadina. Un año visitaron un bar y mi padre reconoció a uno que había sido conocido suyo más de veinte años atrás. Mi padre se dirigió a él contento y emocionado y le preguntó 'qué pasa ¿me conoces?'. El hombre se quedó sorprendido al ser abordado de aquella manera y tras recuperarse un poco de la impresión contestó: 'sí, hombre, eres Juanito, el del Real Madrid.

En el barrio del Realejo vivía una hechicera que se ganaba la vida echando cartas, tirando dados, vendiendo polvos y hierbas, recitando conjuros y bendiciendo ramitas de romero. Todos la llamaban Sharzad pero su nombre real era María Antonia. Había llegado de Yegen a Granada con 12 años de edad, escapando de su domicilio familiar. Allí había trabajado en la casa de algún mala sangre local y con 16 años se volvió a escapar. Buscó  una cueva abandonada y comenzó a ganarse la vida propagando una fama de bruja morisca que le permitió con el tiempo buscar una casita en el Realejo. Un día llegó a verla una muchacha que venía de Cádiz. Estaba estudiando en la ciudad y la había dejado el novio, porque había conocido a una catalana que lo había embrujado. Sharzad miró a la gaditana y sacó de un bolsillico de su faldón un saquito con unos polvos de color marrón. 'Tú le das el saquito este de tierra a la catalana y le dices que se vaya, pero se lo das muy seria, sin estar enfadada ni nada, como si el saquito de tierra fuera de la tierra donde descansan tus muertos y la catalana se irá de Granada. También se irá el hombre que tu quieres, pero que le den por culo'.

Estaban a punto de tomar Antequera cuando uno de los caballeros del Rey Moro volvió a Granada para ocuparse de un asunto de tierras. Discutió con el que le llevaba la finca y discutió con su esposa. Discutió con uno de sus hijos que le decía que se quería ir a Marrakesch a hacer una visita a un santón. Discutió con un vecino que decía que una higuera estaba pasando el límite de su finca y que las ramas se le colaban por el Carmen. Discutió con un amigo suyo que decía que el Rey tenía menos idea de gobernar que un pollo sin cabeza. Discutió con su hermano que le reprochó que después de dos meses y que ya habían perdido Antequera él siguiera allí en Granada mientras el reino estaba en peligro. 'Mejor estar aquí discutiendo que por ahí haciendo el tonto'.

Cada vez que voy a Granada me gusta pasar por la calle del Aire y recordar la canción de Pata Negra que seguro que es una adaptación de otra canción mucho más antigua. Cada vez que voy a Granada me gusta ir al mirador de San Nicolás y que me hagan una foto. Cada vez que voy a Granada voy a los antiguos bares musicales donde fui una vez y donde ya no puedo ir porque muchos no existen. Cada vez que voy a Granada me gusta sentarme aquí contigo y contarte cosas de Granada. Cada vez que voy a Granada subo la cuesta Gomérez y me canso. Cada vez que voy a Granada miro hacia Sierra Nevada y Granada parece Zurich.'

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