martes, 15 de abril de 2025

Váyanse a la mierda. El libro rojo de Trump.


No parece definitivo, pero parece que va a ser extremadamente complicado. Tratar hoy sobre la unidad, sobre una candidatura unitaria que reúna como en 2023 a todas las familias implicadas en esto de la izquierda no independentista en una suerte de cosa común para que no se pierda un voto e intentar frenar a la derecha, a día 15 de abril, parece una ilusión. Y es que, para responder a los cantos o los alaridos o las imprecaciones sobre esa necesidad de que todos juntos intentemos, aunque no nos queramos, parar lo que parece imparable y que únicamente podría serlo si desto, desde uno de los lados del cuadrilátero se ha decidido que no. Ya venía siendo, pero lo que ha sucedido, se ha dicho o se ha proyectilizado estos días en el último encuentro de Podemos ha servido para cerrar esa puerta, al menos por ahora y en estas condiciones, y se ha exteriorizado de la manera más contundente posible. Quizás el siguiente paso sea quemar fotos de Yolanda Díaz. No podemos descartar nada. Las palabras de los dirigentes de Podemos en estas últimas jornadas han oscilado entre la insinuación velada para pasar directamente al insulto. Quien en su momento hiciera de la coleta una marca de fábrica, hoy se disfraza de Chico del Maíz de mediana edad para enviar a la mierda a los liberados sindicales, a los sindicatos de clase, para situarse al margen y, como hace 11 años, pretender ser el outsider que venga a barrer con todo y con todos y con todas para lo que va a ser un tiempo nuevo. Y para ello recoge el espíritu de los tiempos, de los tiempos de una comunicación que la extrema derecha ha abrazado y ha utilizado y del que el fenómeno Trump es el mascarón de proa. Se acabó el teorizar, se terminó explicar, llega la baladronada, el insulto, la rajada, decir las cosas claras sin importar si esa claridad implica verdad o trola. Es igual, lo importante es situar a todos los demás como lo que tú quieres que sean y ponerte a ti como único ejemplo de verdad. La verdad es lo que yo digo. La verdad es mandar a la mierda al dirigente del sindicato mayoritario sobre el que eres consciente que se sustenta el experimento de unidad de la izquierda, aprovechando que en un ejercicio de responsabilidad (ejercicio de responsabilidad es uno de esos conceptos que el trumpismo ha reducido a la parodia o al desprecio) se ha pedido un acuerdo de presupuestos generales del Estado, para reducirlo todo a la burla, la desprecio y directamente al insulto. Váyanse a la mierda, dice el fundador e ideólogo de una manera de hacer política que fue y que pretende seguir siendo. En estos días, en Catalunya se ha elegido a una nueva secretaria general de la CONC, Comissions Obreres en Catalunya, Belén López, y su discurso como nueva tal parece de lo mejorcito que se haya escuchado en la izquierda en mucho tiempo. Otra vez. Tanto que las palabras de Iglesias, Pablo Iglesias, suenan como una reacción acalorada ante eso. El sindicato como vertebrador, casi único, de una alternativa que en sus cálculos no interesa. Interesa un grupo reducido que ante lo que pueda venir, se convierta en el catalizador de la respuesta. Una respuesta que uno no imagina de dónde y con qué base pueda surgir, pero ya vimos hace 11 o 12 años que eso está ahí y que puede pasar. Pasó. ¿Quién sabe si eso volvería? Él debe pensar que sí. Él debe pensar. Insultos al ex coordinador general de Izquierda Unida y ministro de Consumo de su propio gobierno. Consejos al PSOE para que nos acoja en su seno. Acusaciones de complicidad con el genocidio, con el otanismo, con la derecha, suba usted la apuesta que lleva la kufia encima. En las encuestas el efecto de todo esto parece pingüe, pero no importa, porque lo que importa ha de venir. La muerte del experimento previo y a negociar con los cadáveres encima de la mesa. Todos achicharrados menos yo y mis fieles. En una biografía de Mao se cuenta cómo antes de una batalla contra el Guomindang, Mao, acorralado, purga a su Ejército ante la sospecha de que hay una banda de infiltrados. Si su ejército ya era cuatro veces menor que el del Goumindang, acaba siendo ocho veces menor. Si tenía 50mil efectivos, se queda con 15mil. Pero esos quince mil estaban ciégamente a merced de lo que Mao decretase. Y ganaron la batalla. Un ejemplo pernicioso, porque suele salir mal, pero que seguro que está en la cabeza de quien pretende descoyuntar cualquier esperanza para que el día que haya que escuchar alguna voz, quede únicamente la suya. Interesa que el electorado y la dirección de Izquierda Unida (la única estructura territorial con cara y ojos a nivel estatal) se ponga nerviosa y se divida entre continuar con la apuesta de Frente amplio que se encarnó en Sumar o lo que pueda venir o bien claudicar ante el discurso calculadamente calcado a una Izquierda Unida de hace muchos, muchos años y que en las encuestas tampoco está triunfando ni parece que vaya a triunfar. Es igual. Lo importante no parece eso, lo importante es tener el foco, soltarla, decirla, insinuar, aseverar, insultar, despreciar, y que no falte el programa, el altavoz, el podcast, la emisora, que cuente con esa voz más alta que las demás y que da juego, que es polémica, que mete bulla, que reacciona, que siempre está para conectarse con la sudadera puesta, 24/7 para mantener la lucha. Porque hay quien ya no sabe por lo que lucha, pero tiene claro que está en lucha. Y te cuesta saber qué, pero lo vas entendiendo. Váyanse a la mierda. Frente a lo que se contruyó como una propuesta técnica, fría, eficiente, Sumar, te voy a dar un dato, gestión, avances, derechos, ministerios, decretos ley, frente a la política de resultados, la política de la emoción. Todos nos han traicionado, todos están vendidos, todos son sospechosos, todos están al servicio, todos son cómplices, todos participan en el juego, nadie habla claro, nadie os dice la verdad. Igualito que. Ataca, no reconozcas nada, siempre vencedor. Y en un oscuro rinconcito de mi mismidad, uno no quiere reconocer que quizás esto no sea más que un truco para imponer un acuerdo final de fuerza que salve algo. Ahí, muy al fondo. 


PD: dos horas después pienso que a lo mejor la jugada también le sale mal. Y así vamos pasando el tiempo.

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