jueves, 27 de septiembre de 2018

La mirada ovoide

El profesor Izzedine Chaffak, de la Universidad de El Cairo, ha ido publicando una serie de artículos que por motivos diversos no han sido puestos en consideración hasta fecha muy reciente. Estos artículos establecen una nueva línea de investigación que hasta ahora no había sido convenientemente tratada y que lleva la teoría del profesor Almayr y su Mirada Ovoide a un nuevo... espacio. Atención a lo que establece el profesor Chaffak en esta su interesante reflexión:
'Mis días en la Universidad han pasado desde mi nombramiento como profesor titular de la Facultad de Medicina entre el tedio y la desesperanza. Mis sueños juveniles, mi anhelo de convertirme un salvador de la humanidad mediante el ejercicio de la medicina y especialmente el cuidado de los ojos de los menos necesitados fue derivando en una rutinaria y tediosa especialización en la teoría que poco o nada aportaba a mi propósito inicial. Las clases, las preparaciones de las clases, las reuniones con otros profesores, la vida universitaria, las conspiraciones palaciegas dentro de la misma, consumían mi tiempo. Y mi vida se iba diluyendo poco a poco entre mis manos. Ante mis ojos, podría decir, queriendo darle un toque... Como sea.
El Cairo no es una ciudad fría. Cuando llega la época estival se convierte en un horno infernal. Yo, que soy de una región montañosa y que no me acostumbro a vivir en la capital, no soporto ni el bullicio, ni el gentío, ni el caos y mucho menos que todo eso se de con temperaturas demoníacas.
Desde siempre he llevado gafas. Quizás haber llevado gafas, miope toda la vida, desde muy niño, ha tenido consecuencias en mi propósito de vida. Ver a tantos niños que no podían llevar gafas hizo que yo dedicase mi vida a intentar paliar esas carencias.
Mi compañera de vida, siempre me decía que yo estaba más guapo sin gafas. Que las gafas me tapaban la cara, que las gafas no dejaban lucir mis ojos, que las gafas me estorbaban. Yo, que siempre he llevado gafas, me resistía a otra opción que no fuera esta. Cuando ella murió, me propuse, como homenaje, operarme de la visión.
Hice los trámites, hice las pruebas, y un amigo, el doctor Hakam, me dio fecha. Accedí a operarme. Para irme acostumbrando a la visión sin lentes me recomendó usar unas lentillas. Por primera vez iría sin nada sobre la cara. Pero, ay, por primera vez, descubrí que podía protegerme del sol en los ojos con unas gafas de sol.
Me compré unas gafas de sol y me dispuse a salir una mañana por el campus a dar una vuelta. Lentillas y gafas de sol. Mi visión con las lentillas era normal, aunque notaba cierta incomodidad en el ojo, típica de quien no ha llevado nada en el ojo nunca. Pero cuando me puse las gafas de sol al salir a la calle, sucedió algo.
Algo extraño.
Todo lo que veía se deformaba. Todo lo que veía cambiaba de forma. No solo cambiaba de forma en mi retina. Cambiaba de forma de manera real. Tangible. Me quité las gafas y al señor Haroun, profesor de lengua clásica, el brazo derecho se le había trasladado al centro del pecho. La nariz viajó al ano. Un nuevo ojo le nació en la rodilla (no podía doblarla) y el ojo derecho le desapareció. Al señor Farrakh, la cabeza se le fue al pie, como quien lleva un balón cosido al pie. El campus de la facultad de medicina del Cairo se había movido hacia la agradable villa francesa de Villiers sur Mer. Se me ocurrió mirar al sol.
Lo demás, lo dejo a su consideración'.
Y aquí estamos. Aclarándonos con el señor Izzidine Chaffak a ver qué hacemos, porque en este sistema solar oxígeno para todos no tenemos y luz del sol ni luz de nada... y el hombre no se quiere quitar las gafas de sol.

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