martes, 20 de mayo de 2014

Emmanuel Carrère - Limónov

La última noticia que he visto sobre Limónov es de un posado que hace para la revista Rolling Stone con su nueva novia, desnuda y de espaldas, acompañado por dos guardaespaldas. Eduard Veniaminovich Savienko es su nombre y nació en Dherzhinsk en 1943. Su padre era un miembro de la Checa, del NKVD y no hace la guerra, su madre es una mujer dura. Limónov es un personaje.
Una frase presenta el libro, de Vladimir Putin nada menos: El que no siente nostalgia por el comunismo, no tiene corazón. El que quiera restaurarlo hoy día, no tiene cabeza. Glups.
Limónov es un proleta, que quiere ser un intelectual y un hombre de acción. Limónov se cría en Jarkov, en concreto en Saltov, un barrio de la periferia, lleno de trabajadores de las fábricas de la gloriosa Unión Soviética. Emmanuel Carrère nos cuenta la vida de Limónov, porque Limónov mismo no ha hecho otra cosa toda su vida que contarse. Limónov es un proleta que no quiere serlo. Un proleta soviético que está orgulloso de su país, de la guerra contra los nazis, de las glorias nacionales... pero que quiere vivir de la rifa. Por llamarlo de alguna manera. De chaval, se convierte por mimetismo en un pequeño granuja callejero, lo que le lleva a llevarse algún topetazo, un amago de detención y, cuando ya es algo más mayorcito, un paso fugaz por un psiquiátrico. Para que fuera entrando en razón. Un psiquiatra le deriva a que trabaje de ayudante en una librería, donde conoce a algunos intelectuales, escritores, poetas. Intelectuales y poetas como Anna Rubinstein. No se enamora de ella. Limónov es un trepa. Sabe que Anna es mayor, que todos se la han cepillado y sabe que si quiere prosperar en ese círculo tendrá que hacer lo propio. Se convierte en su novio, su chico, su compañero. No parece que como escritor vaya a llegar a ningún lado. Se relaciona con escritores disidentes. Pero no le molan. Él no es un disidente político. Los otros escritores que triunfan no le molan. A Limónov le gusta principalmente Limónov.
Yo creía que iba a ser más sencillo hacer un comentario sobre este libro, pero no es así. Estoy muy contaminado por lo que veo, lo que escucho, lo que soy yo y no soy capaz de dejarlo a un lado. Limónov cuenta su vida mil veces y Carrère nos cuenta lo que ha leído, lo que sabe, lo que Limónov le ha contado, sobre la vida de Limónov. Cómo conoce a una chica llamada Elena y se enamora de ella y juntos deciden irse a Estados Unidos a probar fortuna, porque ella puede ser modelo y él... Y fracasan. Y se cabrea con los disidentes, con los anticomunistas. Y Elena le deja. Y Limónov hace cosas raras. Él, machito ponce de barrio, experimenta con la homosexualidad en plan bestia. Dando tumbos se convierte en mayordomo de un richacho, al que luego pone de vuelta y media en otro libro... biográfico. Su vida es su obra. Vivir para contarlo.
La URSS se hunde. Ese país que acojonaba a esos mierdas de occidente, a esos blandos de los americanos, se pega un tiro en los pies. Limónov vuelve a su país y no quiere que su país sea eso que ve. Gente que ha perdido el orgullo de lo que fue. Aunque no fueran nada. Decide ser político, activista, hombre de acción. Funda el Partido Nacional Bolchevique, una mezcla de fascismo, comunismo, nacionalismo, ismo, ismo, ismo, ismo. Y se va a la guerra yugoslava a pegar tiros como el que va a una feria. Y se cree un soldado y no es más que un señor que se va haciendo mayor y todo lo que parecía que iba a ser se queda en un chascarrillo. La sensación de que poco a poco se va convirtiendo en alguien que pide 'hacerme caso, mira, ahora hago esto'. Y no parece mal tío, aunque tenga su pedrada.
Momento de mucho reír. Durante los sucesos de la Casa Blanca en Moscú en 1993, con Alexandr Rutskoi y Ruslán Jasbulatov enfrentándose a Yeltsin, Limónov reclama heroicidad en ese par que no acaba de decidirse. Él es un héroe y los demás no tienen huevos. Pero sale para asearse, ducharse, dormir un poco en su casa y cuando vuelve... ya está todo vendido. Se ha perdido una oportunidad histórica. Pobre hombre. El héroe, el más más... perdido por una ducha.
Y Putin. Hay un hilo que traza Carrère por el cual, Limónov, desprecia a su padre, por segundón, por conformista, y en cambio admira a otros compañeros de su padre que, sin escrúpulos, consiguen los mejores puestos. Putin es Limónov. Pero un Limónov que sabe colocarse, que consigue el poder y que, en resumidas cuentas, no dista mucho su pensamiento del de este este populista, que mezcla referencias místicas, fascistas, socialistas, patrióticas, nunca antisemitas... y que dará con sus huesos en la cárcel. Y será liberado televisivamente. Y se queda así, haciendo cosas raras, llamando la atención. Hacedme caso. Mírame ahora.
Un libro fascinante, la verdad. Un personaje fascinante. Una historia fascinante. Todo es fascinante. Una vida para vivirla. Para contarla. Con sus novias, sus locuras, sus zapoie (borracheras de varios días en marcha, viajes de tren, desapariciones...), su Asia Central, sus rusos blancos, comunismo, Brezhnev, Andropov, Gorbachov, Yeltsin...
Un libro y un personaje al que se acerca uno con prevención y que acaba cayéndole... no le puede caer bien, con esa bandera seminazi... pero ahí lo tienen con Kaspárov, protestando por el asesinato de Politkovskaia... Hay mucho Limónov suelto. ¿O hacen falta Limónovs? ¿Mejor no?
Leánselo y comentamos.  

2 comentarios:

  1. No sé, monsieur, su nombre suena un poco agrio, y los trepas son peligrosos tanto en Rusia como fuera de ella. Bueno, a ver.

    Feliz tarde

    Bisous

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  2. Pues tiene buena pinta, me lo anoto a la lista de compras en España.

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