lunes, 9 de febrero de 2015

Una historia en el metro

No ha pasado nada. Va a ser difícil que con lo que ha pasado interese yo a demasiada gente. Debería salpimentarlo con otros asuntos, intentar llenar el texto de adornos y florituras, pero no me veo. Otra vez yendo tarde a un trabajo al que no tengo que llegar temprano. De hecho, no me esperan en el trabajo. Llego y ya está. No tengo hora, pero yo me la marco y a fe mía que intento ser puntual. Hoy el motivo de la demora ha sido una gestión bancaria. Nada del otro mundo tampoco, pero siempre coincide que hay un señor mayor que tiene que hacer un pago y no recuerda su número de teléfono y tiene que darle el teléfono al cajero y éste hace la gestión y la vida pasa tan despacio. Y todo es tan lúgubre. El señor mayor acaba su gestión, me toca a mí, he perdido el carnet de identidad. Todo es nada. Nada tiene importancia. Continuamente mirando el móvil para matar el tiempo. El twitter. El maldito twitter y los comentarios ingeniosos de la gente del twitter. Vamos al grano. O no. Yo hoy iba a hablar del partido de ayer. De que da igual que nos hayan clavado cinco goles y que pudieran haber sido catorce y que prefiero perder así que haciendo el ganso. Pero mejor hablar de lo que ha pasado. Y no de lo que pasó. El otro día un chico en el andén de Diagonal iba con un tupper pidiendo para una familia en Gràcia. No le dí nada. El día después, una chica morena pedía para su hija, le dí un euro. Bueno. Son cosas que pasan.
Y no ha pasado nada y ha pasado algo. Algo que hace pensar o que quizás hace pensar en algo que uno se imagina y que en realidad no es y es menos. Las comas. Ahora solo pienso en las comas. Soy de muy fácil sugestionar. Y no ha pasado nada. Iba yo en el metro, con algo de preocupación, con bastante preocupación porque no encontraba el DNI y hacía cábalas sobre el pantalón, sobre el chaquetón, sobre que tengo los bolsillos de los chaquetones llenos de agujeros, sobre dónde he podido enseñar yo el carnet, a quién, mira en esta foto sí que estoy feo, pues mira yo, aquí si que estoy cambiado. Y ni siquiera me había puesto los auriculares para escuchar algo de música. Y ya no llevo ni libro para el metro. Me tengo que leer un libro, pero no me llega y hasta que me llegue no quiero coger otro libro sobre Santa Coloma. Pensando en esto. Pensando en más cosas. Mirando el móvil. Y a mi lado, en el marco de la puerta, en el otro marco, un indio. Un indio de la India. No aquel otro indio. Un indio alto como un día sin pan. Un indio con barba y turbante blanco. Un indio joven contraje y con turbante blanco y con barba. No le he hecho mucho caso. Iba yo leyendo un artículo del Corachán sobre el tema de las viñas. El viaje se estaba haciendo corto porque tengo muchas cosas en las que pensar. El metro se ha empezado a llenar de gente. No sé porqué, pero hay más mujeres que hombres en el metro. Bueno, una observación más. Entonces ha pasado. En Fabra i Puig una de estas mujeres ha gritado 'ese señor se cae, ese señor se cae'. El indio se ha desplomado. Se ha caído de golpe. Se ha desmayado. No ha caído violentamente porque ha ido cayéndose y lo íbamos sujetando mientras se desplomaba. El indio se ha caído y ha quedado en el suelo tendido. Otro indio, quizás pakistaní, quizás de otro sitio, no era aborigen, le ha ayudado. El indio se ha medio espabilado y le hemos dicho que saliera del vagón. Que se sentara en el andén, tranquilamente, que no pasaba nada. El indio,al que se le había caído el turbante y que se tocaba la cabeza buscándoselo, decía con muy poca voz que estaba bien, que estaba bien. Hemos tocado la palanca de la alarma. El indio se ha sentado en un banco del andén de Fabra i Puig. El otro indio estaba a su lado. El indio del desmayo se ha colocado un pañuelo naranja en la cabeza. El otro indio le ha dado agua de una botella. El conducto del metro ha salido y le ha preguntado cómo estaba. Que estaba bien, le decía. Ha venido otro trabajador del metro y le ha tomado nota de lo que le ha pasado. Y yo pensaba en porqué se había desmayado. Me hago mis ollas. Me invento mis cosas. Se ha caído redondo y luego se ha espabilado. La gente, una vez que ha visto que el indio ya estaba más o menos bien, quería que el metro arrancase. Yo que sé. Yo no. O sí. No ha pasado nada. El indio se ha quedado allí, iría a algún sitio, le estarían esperando, ha llegado tarde. O no. Igual tampoco tenía hora de llegar a ninguna parte. Igual ha pillado el metro por pillarlo. No todo el mundo tiene que ser como uno. Eso es así. Y el otro indio, el que se ha quedado a ayudarle, también. También va a llegar tarde. Bonita forma de empezar una semana. Bonita forma de encarar el lunes.

2 comentarios:

  1. Me gusta la foto. ¿Robada?
    Hay muchas fiebres en la India...?¿
    Oiga, ese trabajo pinta bien, no?

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  2. Es que no hay formas buenas de encarar los lunes, monsieur, qué le vamos a hacer.
    Y encima no llega el libro. Qué horror.

    Feliz lunes, dentro de lo que cabe.

    Bisous

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