miércoles, 18 de mayo de 2016

Baal

El primero de los templos en honor a Baal, oh gran Baal, que edificaron en aquel lugar llamó la atención del propio Baal. Hacía muchos, muchos años que ya el culto a Baal había pasado al olvido y otros dioses calentaban el corazón de los que necesitan encontrar una respuesta a las cosas inexplicables que ocurren en nuestra vida. Sin embargo, sorprendió que en aquel mismo lugar donde nunca Baal había tenido predicamento alguno, un grupo humano se dedicase a construir templos para adorar a Baal, grande y total. En tanto que, acabado el templo, aquellos hombres y mujeres comenzaron a orar a Baal, éste, sorprendido e intrigado, decidió interesarse por el fenómeno. Baal, que todo lo sabe, llevaba un tiempo distraído con un asunto que le ocupaba los días y las noches. Baal, que todo lo puede, se encontraba inmerso en un proceso que ya habían vivido antes otros dioses y que Baal había obviado hasta que se lo encontró de frente. Realmente Baal, el gran Baal, no sabía qué pasaba con él pero tenía una crisis. No encontraba el motivo por el cual, sabiéndose grande, omnipotente y creador de todo y de todos, se había instalado en su interior la idea de que su tiempo era otro, su poder no era tal y otros eran los que lo obraban todo con suprema potestad.
Baal, el gran Baal, se personó en la figura de una humilde niña campesina en aquel lugar en el que se había erigido un templo y ya se estaba construyendo otro más en su honor. Los habitantes de aquel lugar habían incluso cambiado el nombre de la ciudad a Baalgrad. Baal, magnífico y sabio, transmutó, estaba fallón y de humilde niña campesina, pasó a dispuesta activista conversa a la nueva fe de si misma y colaboró en la construcción del nuevo templo. Durante ese tiempo, Baal habló con aquellas gentes, que mostraron un entusiasmo hacia su culto que le cautivó. Conocían toda su obra, la mitología, los actos santos, la creación, su indiferencia, su dejación de todo, ritos que algunos habían elaborado en torno a su culto y que pasaron al olvido ellos los conocían, sabían de cuando hubo otro Baal, de cuando Baal se enamoró, de cuando Baal creó otro mundo, de cuando Baal no quiso ser Baal, si es que eso ocurrió alguna vez.
Baal, sereno y potente, hizo lo que hicieron ellos, se adoró, se llamó, se invocó, incluso participó en algún sacrificio animal que le llamó al espanto. Pero ahí estuvo.
Y Baal se dio cuenta de que podía de nuevo intentarlo. Un día, durante una ceremonia en la que una sacerdotisa narraba la historia de cuando Baal... Baal, tremendo, se subió al oratorio y abrazando a la sacerdotisa, dijo, dirigiéndose a la audiencia de aquel templo que Él mismo había levantado:
- Mujeres, hombres, niños... todos. Me habéis emocionado. -Sacó un pequeño cuchillo y dijo- Mirad, habéis hecho que mi sangre vuelva a fluir. Es una manera de hablar, porque no soy nada, no tengo sangre, pero para que lo entendáis... Si os parece complicado de entender, haré otra cosa.

Y el Universo se plegó sobre sí mismo y desapareció todo. Baal fue Baal, creador y Todo. Otros dioses quisieron pedirle explicaciones, pero no le pudieron encontrar, porque Baal ya había desaparecido. O estaba en ellos.

- Oh Gran Baal, vuelves a ser tú, cuando destruyes la ilusión de lo creado. Magnífico y cegador de todo. Baal, oh gran Baal, mis ojos se vuelven...

- Tus ojos no se vuelven nada, humano, tus ojos soy yo. Yo no me vuelvo nada. Mejor dejarlo así.

Baal, siempre enigmático y huidizo. Oh Gran Baal.

1 comentario:

  1. Baal nunca defrauda. Y si tenía una crisis era por solidarizarse con el género humano, que no sale de una para meterse en otra. Qué bueno es Baal.

    Feliz tarde

    Bisous

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