lunes, 17 de octubre de 2016

La primera vez que vió el mar

Sin embargo no se puede empezar un texto con un sin embargo. Cosas como esta nos las encontramos en el texto que les mostramos a continuación a cargo de Nazareno Natbush, un autor que creemos que escribe con seudónimo y que nos envía sus obras con sello de Talcahuano, esté Talcahuano donde quiera que esté Talcahuano que ni lo sabemos ni nos importa. Es broma, Talcahuano está en Chile. Pero creemos que ni por temática ni por vocabulario, este autor es chileno. Va, al lío. Este texto se llama 'Marinero en tierra'.
'La primera vez que vió el mar fue en un cuadro de una casa de muebles. En aquel tiempo, Maurice Van Ecklenburg había vuelto a su Atwerp natal para reemprender una vida que había abandonado. La vida que tuvo en miedo, perdón, en medio había concluido por rescisión de contrato con la empresa de pertrechos que había fundado con un amigo y que por diversos motivos de despreocupación administrativa había perdido su control. Y es que Maurice era y sigue siendo una persona que adolece de cualquier sentido de la realidad y del asentamiento en . Esta empresa de pertrechos, la ahora conocida como 'Le Grandón de les Machines', ubicada en Rotterdam, fue fruto de una idea descabellada, peregrina, absurda y tonta como ella sola. Surgida, como surgen las ideas más idiotas, en un despacho. Y Maurice, que era el dueño del despacho en el que se fraguaba aquella tormenta de sueños que es el momento de decidir emprender una carrera como entrepeneur, captó la idea y la quiso llevar a la práctica. ¿Y cómo era que esta persona descrita como carente de anclaje con el mundo de los vivos podía poseer un despacho? Es sencillo de explicar, pero lo intentaré hacer difícil. Maurice Van Ecklenburgo (nombre castellanizado) montó en una de las habitaciones de su domicilio de Rotterdam un remedo de despacho. Una mesa, una silla, otra silla más, una tercera silla más. Y hasta formar una rueda de sillas en torno a una mesa. Y encima de la mesa un tintero, y junto al tintero unos folios. Y en los folios el sello de una antigua casa de impresores de Mecklenburg. Y situado en el centro de la mesa, un ordenador portátil de la marca de la manzanita. De última generación, brillante y cautivador. En muchas reuniones del despacho lo único que se hacía era mirar el portátil cuando se encendía y después de tenerlo encendido apagarlo y así hasta que las tormentas de sueños concluían. Nos encantan los rituales. El socio de Van Ecklenburg se llamaba Görlitz De Balde y falleció en extrañas circunstancias. El imperio de 'Le Grandón des Machines' lo heredó un pariente lejano de De Balde. A su padre, al viejo De Balde, le conocen en todos los almacenes de Rotterdam por haber merodeado entre ellos desde su más tierna infancia. No le sirvió de nada. Maurice Van Ecklenburg y De Balde el joven emprendieron y consiguieron cierto éxito, pero Maurice no está para lo nuestro, o lo suyo y menos para lo común. Así que Maurice se dejó enredar o simplemente no se enteró o a nosotros qué nos importa, si aquí lo que quiero contar es que la primera vez que vio Maurice Van Ecklenburg el mar fue aquel día en la casa de muebles. Y con esto yo creo que ya lo estoy contando todo.'

1 comentario:

  1. Bueno, pues supongo que hay lugares peores para ver el mar. No es el que yo hubiera elegido, de acuerdo. Pero comenzar con un sin embargo revaloriza mucho el sitio.

    Feliz día

    Bisous

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