jueves, 23 de marzo de 2017

Baal

Estaba el otro día discutiendo las cosas de la vida con el Baños, al que hacía mucho tiempo que no veía y no sé cómo terminamos hablando de la necesidad de fundar una religión. Para terminar pensando en formalizar un nuevo credo, ya se imaginarán que el tono de la conversación fue poco menos que apocalíptico. Una enumeración constante de calamidades e infortunios que nos llevó a considerar que, perdida la esperanza, qué mejor que ponerlo todo patas arriba desde cero e instituir una nueva forma de... esto era más o menos lo que el Baños iba diciendo cuando yo le dije que bueno, que es que yo ya creía en Baal. ¿Baal? preguntó él. Efectivamente. Aunque ya el término efectivamente, (no recuerdo si me lancé por ahí, porque la verdad, da igual con lo que te enrolles, con lo que argumentes, lo que propongas, lo que hagas, a Baal le va a dar lo mismo) resulta incierto.
Le dije pues que Baal es previo a todo lo que uno pudiera considerar como religión, pensamiento, filosofía, manera de actuar, ganas de vivir, etc. Que uno puede creer en Dios, que puede ser budista, que puede ser animista e incluso puede hacer del ateísmo una forma de guiar sus pasos por el mundo y que nada de eso es incompatible con la certeza de que a Baal, esencia misma de la creación y del universo en su conjunto, no le incomoda en lo más mínimo la presencia de otros dioses y demás. Es una idea que ya he trasladado en múltiples ocasiones, en muchos foros, en diversos lugares. Baal ya estaba. Baal ya lo hizo. Baal es todo.
Hasta aquí, el Baños todavía se reía.
Baal lo pensó todo, lo probó y dejó hacer. Baal, oh glorioso Baal, estuvo en todas partes, venció a la gran serpiente marina que amenazaba con partir el mundo en dos y una vez que venció a la serpiente pensó en nuevas aventuras y se dio cuenta de que era preferible dejar el mundo en suspenso y como si fuera un queso al que dejas que vaya poco a poco cubriéndose con una capa de moho, ver qué pasaba. Baal dejó que otros pensaran que podían ser Baal. Baal, Oh Baal, hizo del hombre un elemento más del juego entre dioses y hombres que pensaban en dioses. Baal es como Baal. No hay nadie que pueda compararse a Baal. Y no porque sea Baal un dios que haga de la omnipresencia un alarde. Baal no alardea. Baal está porque está en todo y es todo. Baal, creer en Baal, grande y enigmático, poderoso y vago, me ha aportado, le dije al Baños, la conciencia de que las acciones son siempre limitadas, de que nuestro propósito en la vida es nada, que los planes trazados y las explicaciones dadas son inútiles, que Baal, risueño y fatuo, amigo y verdugo, es capaz de que esta conversacón que estamos teniendo aquí y ahora, se corte de cuajo, la humanidad exterminada en un solo segundo y que solo se salve un granjero amish del Paraguay para que este hable directamente con Baal y le haga un comentario de texto de lo sucedido. Por capricho, por necesidad. Baal, el auténtico e indiscutible. Baal, magno y soberano. Baal, fundador y centenario.  
El Baños se fue a por una cerveza o se fue a su casa.
Al ir yo de nuevo al grupo de amigos, vi a Baal apostado en la puerta.
Y no me dio miedo ni nada.

- ¿Y porqué has de tener miedo, mortal?

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