viernes, 27 de diciembre de 2024

Le Congrès ne marche pas - La Calòrica


Porque vosotros sois gente normal y del Congreso de Viena tenéis una idea lejana, pero claro, yo el Congreso de Viena no es que me lo sepa de pe a pa, pero si me preguntas te puedo explicar más o menos. Así que claro, cuando mi hermano me regala dos entradas 'a ciegas' y me dice luego que la obra va sobre el Congreso de Viena, pues yo ya voy predispuesto a que sea bien. Un bien total. Y la verdad es que la obra es un bien. Un bien porque de lo que va el Congreso de Viena tal y como lo cuenta La Calòrica es de cómo las clases dirigentes, pero la dirigentes de verdad, no las de los burpees y esas cosas, se organizan, se trabajan, se curran y se lo pasan todo por el forro porque en realidad son pocos los momentos en los que ven que todo se les puede ir al carajo. Y tienen miedo, sí, siempre tienen miedo, pero también se esfuerzan en que ese miedo no sea realizable. Es decir, tienen miedo a que de alguna manera nos organicemos y les jodamos la fiesta, pero se aseguran de que ese miedo nunca sea tangible. O que eso que les da miedo no pueda llevarse a cabo. Lo primero y principal, es inocularnos la idea de que no hay alternativa. Pongámonos en situación, el Congreso de Viena se lleva a cabo en Viena cuando después de la derrota de Napoleón allá por el 1813 después de que este vuelva de Rusia bastante debilitado, se le plantan prácticamente en París y le obligan a abdicar y salir pitando. Lo encarcelan en la isla de Elba y las potencias deciden que han de reunirse en Viena para ver cómo se reparten el mundo. Y cómo aseguran que lo que ha pasado, esos 30 años desde la Revolución Francesa en los que han visto peligrar de manera real su poder, su forma de organizar el mundo y la vida de todo el mundo, no vuelva a pasar. Lo que pasa es que eso de organizar y ponerse a pensar y tal, no es tan sencillo y el tiempo pasa y a Napoleón le da tiempo a escapar de Elba y volver a ponerse en marcha y solo lo paran en Waterloo un poco de milagro. O eso es lo que siempre me ha gustado pensar a mí. Yo, de hecho, tengo un juego de estrategia sobre la batalla de Waterloo y, aunque solo he podido jugar yo contra mí y a veces con mi hermano cuando este era todavía lo suficientemente pequeño como para... bueno, que en mi juego de Waterloo, según cómo y si te lo montabas bien, (y entendías bien las reglas) ganaban los franceses. A lo que vamos, lo que estas potencias, reyes, diplomáticos, etc, tenían claro, era asegurar que 'no había alternativa'. Que no hay otra opción posible que el ser gobernados de la manera que unos pocos decidan y para proteger sus intereses. Eso es lo principal. Y esa manera puede ser una y puede ser diversa, pero nunca es la tuya, por mucho que te parezca que sí, que tú también eres parte del tema. No. No lo eres. No lo somos. Esa no alternativa puede ser el absolutismo, el antiguo Régimen, pero también puede ser el liberalismo económico o el neoliberalismo. Pero nunca otra. Así, si da para pensar todo lo que la obra nos muestra de ese Congreso de Viena grotesco, lo que da escalofríos es el discurso de Margaret Thatcher en 1990 para defenderse de una moción de censura en el que incide en el tema de que no hay alternativa. Y lo verdaderamente pasmoso es que, después del Congreso de Viena y ante ese 'no hay alternativa', hubo diversos e importantes movimientos revolucionarios que hicieron que el progreso avanzase. Sí, que avanzase. Que los derechos se extendieran. Sí. Revoluciones e ideologías para sustentarlas. Lo pasmoso y triste es que, desde que Margaret Thatcher inoculase el veneno de que no hay alternativas al neoliberalismo, al mercado como sacrosanto guía, a las austeridades, a todo eso que se supone inamovible, no haya habido nada con cara y ojos que se le haya podido poner delante como alternativa. Y si la hay, no la conocemos. Y si la conocemos, nosotros mismos nos encargamos de pensar que, bueno, que es posible lo que es posible y que ahora mismo. A nadie se le plantea una revolución como salida para nada. Y quien te plantee una revolución, tenle miedo. Y las revoluciones que se nos plantean como posibles, son precisamente más reaccionarias que cualquier otra cosa. La obra es un montaje complejo, con los actores y actrices interpretando sus textos en frances, en ruso, en inglés, con la consabida garrulización del representante español que era el más tonto, el más ignorante, etc. Pero al menos lo representa un actor, peor es ser el rey de Prusia. Una obra que es interesante, que provoca debates, que te hace pensar y que parece de actualidad ante un panorama en el que como dice la obra citando a Gramsci 'lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer y en  medio...'. Lo que no sé yo es si lo nuevo no está naciendo ya y es el monstruo. ¿No hay alternativa? Vayan al Poliorama y reflexionen sobre el tema.

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