miércoles, 10 de julio de 2013

Grandes casos mal resueltos de la Historia - VII

Analebén De la Cámara se espantó muchísimo cuando el juez leyó la sentencia. 'Culpable, sin duda'. Todas las pruebas, los testimonios, los testigos, las cámaras, las fotografías, los emails, todo, absolutamente todo, hasta las tijeras o 'estijeras' como decía Analebén, apuntaban a que ella, en una calurosa noche del mes de Julio, había cogido esas mal llamadas 'estijeras' y las había clavado en la cabeza, por la parte de arriba de la misma cabeza, de su esposo Hefestión Bromoso, después de que hubieran discutido muy acaloradamente valga la redundancia o lo que sea sobre la conveniencia o no de cambiarse de piso a uno más grande ante la inminente llegada del primer retoño de la pareja.
Analebén negó durante todo el juicio que ella hubiera sido la autora material del hecho. No negó que tenía unas ganas locas ya de quitarse de encima al tal Hefestión porque decía que desde que se habían embarazado -así lo decía ella, se habían embarazado los dos- su actitud había cambiado, y de ser una persona que respetaba su independencia, su espacio, sus tiempos y sus ritmos, sus apetencias y sus gustos y sus ansias de libertad, se había convertido en una lapa insoportable que durante todo el día y toda la noche no dejaba de atormentarla con unos mimos, unos halagos y unos melindres que la tenían completamente asfixiada. Que aquel Hefestión que la había conquistado con su carácter libre, su temperamento calmado y contemporizador se había convertido en un brasa y un julandrón de mucho cuidado. Julandrón. Tuvieron que llamar a un traductor para que el juez entendiera lo que era un julandrón.
Las tijeras, las 'estijeras' de Analebén, tenían restos de sangre provinentes de la cabeza de Hefestión y se pudo demostrar que la última persona que las había empuñado había sido Analebén mismamente. ¿Entonces, dónde está el Caso mal resuelto?
Las televisiones de toda España, las emisoras de radio con sus programas de magazín, así como las publicaciones de todo tipo, incluso un batallón de blogueros que querían darse a conocer en la Red, cubrieron el juicio, que interesó a todo el mundo porque la mujer, la propia Analebén, daba bien en televisión, era bien parecida, tenía gracia al hablar y todo el mundo en cierto modo 'simpatizaba' con su causa. A nadie le gusta que el marido se convierta en un gilipollas de la noche a la mañana, todo por haber tenido un niño. Era ciertamente entendible que Analebén se hubiera rebelado contra ese santurrón revenido en que había devenido Hefestión, cuando sólo unos días antes éste se ufanaba de ser seguidor irredento de Extremoduro y hasta decía tener varios discos de Muchachito Bombo Infierno e incluso, había empezado a llevar camisetas sin tirantes en verano y gorrita para tapar una inexistente calvicie. Un tipo duro que se había convertido en un Flanders.
Pero Analebén insistía en que, fuera eso cierto o no, ella no había matado a Hefestión con las ya conocidas 'estijeras.
¿Quién fue?
Analebén De la Cámara fue a la cárcel, ingresó en prisión, que queda más fino y después de algunos años allí, penando sin saber porqué, salió. Se había demostrado que no fue ella la que clavó las tijeras en aquel cráneo.
La comisaria Federica Echabe, destinó a un par de miembros de una recién brigada creada, perdón, creada brigada de investigación científica e intuitiva, compuesta por los agentes Sebastián Grande Navegante y Fernanda Aragón Sicilia, que retomaron y reconstruyeron la investigación. Consideraron que había sido el propio Hefestión quien se había clavado las tijeras a sí mismo. Movieron papeles, entrevistaron a gente, se tomaron un cortado en el bar de abajo... lo hicieron todo. Al parecer, Hefestión se estaba tomando unas pastillas contra el dolor de espalda muy fuertes y los efectos derivados pues le torcieron el carácter y se acabó.
Y ya está. Y a veces uno cree que va por un camino es el otro. Analebén no tuvo el hijo y se volvió a juntar con un muchacho muy agradable, Héctor Manuel.

1 comentario:

  1. Y colorín colorado bien está lo que bien acaba. Lo de las tijeras tiene su aquel.
    Un abrazo y a por el Jueves

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