miércoles, 27 de mayo de 2015

Ella/Él

Ibsan Logan, en su catálogo de aventureros 'Se mueven', recientemente reeditado, recoge el pensamiento un tanto difuso de un tal Lennox Mckernye, que nos permitimos reproducir a continuación:
'Yo pasaba las noches pensando en ella. En su olor. No me había dado cuenta de que ella olía de una determinada manera hasta que dejé de dormir con ella. La expedición había transcurrido con normalidad hasta llegar a un pequeño poblado Chispaloosa en el que pudimos descansar para emprender la ascensión al monte. Era la primera noche en la que podíamos domir con un poco de decencia, después de mucho caminar y trasegar y dormir de cualquier manera por miedo al ataque de alguna tribu hostil, que lo eran todas menos los amigos Chispaloosa. En mitad de la noche, me acordé de aquel olor. Digo que nunca lo había echado de menos, pero algo, no sé, me hizo recordar su olor. Y no me lo podía quitar de la cabeza. Y sentía su presencia y ella no estaba, porque la había dejado en Boston y porque no podía estar allí de ninguna de las maneras. Y me levanté desesperado, atenazado por miles de penamientos extraños. Y entonces me volví loco y me metí en la cama de Foherty. Y le abracé. Y aunque no olía como olía ella, al tener yo en mi cabeza y en mi olfato y no saber decir porqué lo tenía y conformarme con ello, encontré en Foherty un buen sustituto para abrazar, al menos a alguien y calmar así mi necesidad de abrazar. El olor ya lo tenía y sólo necesitaba una presencia con carne y huesos. El resto de la expedición lo pasé durmiendo con Foherty, que, sorprendentemente, nunca se enteró de nada. Al llegar a Boston, tras coronar el pico y darle mi nombre, me reencontré con ella. Y volví a dormir con ella. Y no sé porqué, ya no noté su olor. La vida es extrañísima como te pongas a darle vueltas a las cosas'.

2 comentarios:

  1. Siempre se gana. El caso es que siempre que se gana es a costa de algo. Es por eso que si deseas abrazar en la desesperanza el recuerdo, estarás renunciando al abrazo de Foherty.

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  2. Esto también pasa en el ejército, y en las cárceles... Y el que no se consuela es porque no quiere.

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