miércoles, 9 de septiembre de 2015

Colgado

Y he dicho algo así como 'pues no me he dejado yo veces ahí...'. Y era mentira. Era mentira porque puede que yo haya bajado alguna vez por esa barandilla de la plaza de la Vila, pero no han debido ser ni tres veces las que yo haya hecho la barandilla hasta el final. No. Supongo que alguna vez intenté subirme a la barandilla para bajar, pero luego me cagué y no bajé hasta el final. Yo creo que ni siquiera me subí nunca. Quiero pensar que sí, me imagino bajando, pero estoy convencido de que yo jamás nunca he hecho eso. Ni me he montado en las historias esas que tenía el parque antiguo. Este es el parque antiguo de la plaza, así que cuando se supone que debo bajar por esa barandilla, yo debo tener no sé si... no sé cuando la remodelaron, pero yo no he sido nunca... Me estoy liando especialmente. Es decir, yo aquí no me he podido subir mucho, porque yo era pequeño y yo de pequeño era incapaz de subirme a ningún lado.
Lugares a los que me he subido: la valla del Trueta. Como muchos ciudadanos de bien de nuestra ciudad, yo me he saltado la valla para jugar a fútbol. Cuando esto ocurre, yo ya tengo una edad, unos dieciseis, diecisiete, más incluso. Da igual. Yo me creo el personaje de 'no me puedo subir, me cuesta bajar'. Los colegas al principio se ríen, luego te dejan colgado de la valla. No poder mover la pierna para arriba para pasarla al otro lado y empezar a jugar. No me esperaban tampoco. Me quedaba ahí, mirando, y cuando buenamente podía, me bajaba. No era ya un niño. Era un adolescente que... La valla del Pallaresa, del colegio Juan XXIII, creo que ahí me quedé colgado durante media hora al menos, desesperado, porque no podía ir ni para detrás ni para delante. Bien. Jugar al fútbol y saltar vallas. Ir a los columpios y no montarte en los columpios. Ir al parque y preguntarte para qué era la barra de enmedio de la bola del mundo aquella. Para bajar. Yo no. Yo me quedaba colgado. Colgado en la cuerda de la clase de gimnasia. Colgado en el primer nudo de la cuerda. Colgado en una rama subiendo un terraplén del Polideportivo de la Telefónica, mientras todos los demás niños suben el terraplén como antílopes. Colgado y llorando, llamando a mi madre, que me baje alguien de aquí. Colgado sin saber bajar de un sitio. Sin poder bajar. Ni arriba ni abajo.
La plaza de la Vila en su antigua constitución. La barandilla, las dos barras paralelas, el arco como una escalera doblada, la bola del mundo, el columpio. El bar la Vila, creo que era, el suelo con rayas, partidos de fútbol contra los del Argos en los Pinos. Seimar contra Argos. En la cumbre. Gente de orden. En fin. Nada que contar. Lo que da un dibujo. Me he acordado también del Bayá, del Barris, de verles dibujar con aquella calma, aquella concentración, aquellos dibujos a tinta, tan minuciosos. Aburrirme de pequeño tanto en Els Coloristes, en el concurso de pintura rápida, con mi padre, qué frio. Todo problemas. Lo que da un dibujo, ya digo.

Foto de uno de los dibujos de la exposición con obra de Jordi Estany en el CE Puig Castellar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario