martes, 5 de enero de 2016

Cuidado

Soy un profesional de la comunicación. Limitado, es cierto. Con un bagaje muy escaso, con aportaciones muy poco valorables, con un criterio y una solvencia que merecen todo tipo de dudas. Pero ahí estoy, al menos hasta el momento. Y como profesional del ramo, conozco un par o tres de rudimentos sobre lo que se conoce como Teoría de la Comunicación que creo que deberíamos repasar un poco entre todos. No por nada, no porque nos perdamos, si no porque buena parte de lo que vamos desempeñando en nuestro trasunto vital tiene más que ver con lo que comunicamos, con cómo lo comunicamos y con lo que entienden los demás que con lo que objetivamente hacemos. Básicamente: un emisor transmite a un receptor un mensaje, mediante un código que ambos comparten porque si no no se da el fenómeno comunicativo. Emisor, receptor, mensaje. Con un código. A partir de ahí, entra que se llama ruido. El ruido es aquello que hace que el receptor reciba (receptor reciba) en ocasiones el mensaje de una manera distorsionada, sin acabar de entender el significado de lo que se le cuenta o bien entendiéndolo de otra manera. También puede ser que el receptor no tenga los referentes y los conocimientos que el emisor presupone y que entienda algo alejado de lo que el emisor pretende, simplemente porque no lee entre líneas, ciertas partes del discurso se le aparecen como demasiado cultas o no es físico y no sabe más que cuatro tópicos sobre el tema y ahí se queda y aunque mueva la cabeza así, no está pillando casi nada. Entiende, comprende, pero no está.
Así las cosas, y planteado este escenario, vivimos en un mundo en el que nos encanta comunicar. Vivimos para comunicar. Para mostrar satisfacción por las alegrías inmensas que la vida nos proporciona, para evidenciar que el mundo es terriblemente injusto con nosotros y todo confabula para que nos vaya mal, para dar vivas al amor y sus misterios, para contar que nos ha salido un arroz a la cubana clavadito al que nos cocinaba nuestra señora madre, para opinar sobre lo que en el orbe sucede y de esa manera incidir en la opinión de los demás. Incluso cuando decimos que nuestro arroz a la cubana es el mejor de todos los arroces a la cubana que se hacen y se deshacen, queremos que todo el mundo termine haciendo el arroz tal y como lo hacemos nosotros. Eso es así y el que lo niegue, ay del que lo niegue. Vivimos para comunicar y para incidir en los demás. De la misma manera que los demás inciden en nosotros. Si no ¿de qué íbamos a beber cocacola, por ejemplo, o escuchar Coldplay?
Sea como sea, estamos para decir cosas. Que los demás las entiendan. Pero no es fácil. Emisor, receptor, mensaje. No siempre es fácil.
En una época de sorteos, de premios, de rifas, de espectativa de que algo bueno, externo, nos venga a solucionar la vida, no hay nada más increíble para quién posiblemente no haya recibido de la vida más que penas y grisura que el recibir un premio. Que te toque algo. Y como ya hemos apuntado (quizás no de una manera muy clara), tan importante es hacer una cosa como saber comunicarla. Saber transmitir alegría por algo que ha sucedido que ha de alegrar también al que recibe el mensaje. Al receptor. Yo soy la antena que recibe el mensaje del tranmisor. Tu eres el transmisor, inicia la conexión, decía la canción.
Una persona, nativa de nuestro propio país, del Estado en el que actualmente estamos incluídos, por ejemplo, acaba de ser agraciado con un premio que le va a llevar a visitar uno de los países africanos, norteafricanos, que tienen en el turismo una fuente de ingresos ciertamente relevante, por no decir fundamental. Es posible que este premio le haya sido concedido en una sucursal bancaria, por mérito de haber tenido su dinero en dicha sucursal durante x tiempo y sus desvelos ahorrativos hayan sido recompensados. Bien. Todo correcto. La comunicación es sencilla. 'Me ha tocado un viaje a Túnez'. Correcto. Nuestro amigo, a quien llamaremos Rafael, por ejemplo, está contentísimo porque con este viaje podrá salir de su rutina, vivir experiencias nuevas, salir de lo cotidiano, trascender en otro lugar, quizás simplemente pasar calor, mucho calor, ver ruinas, sufrir diarreas sin cuento, quién sabe. Es algo. Le ha pasado algo y va a comunicar este algo a una persona que... claro, esta persona... ¿comparte con él el código, se dejará llevar por el ruido, tergiversará el mensaje con tal de no mostrar alegría por el contenido que se le acaba de...? Veamos.
- Me ha tocado un viaje a Túnez.
- Pues qué hartón de pescao...

Disculpen las molestias.

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