miércoles, 8 de febrero de 2017

Memorias de un aguantador de puertas.

Recurrimos ahora a un archivo de historias recopiladas por Jofita Valdibeñas, en el que diversos personajes más o menos oscuros reivindican su valía y su posición en el mundo, un mundo pasado. El Archivo tiene el rimbombante nombre de 'Archivo General de Gentes que fueron Mucho y Más'. Otro día, ya pondremos otra cosa.
'No hace falta que me pregunten, porque nadie me pregunta, porque saben que cuando yo aguantaba la puerta, la puerta no estaba mejor aguantada. Y nadie me pregunta por mi labor en aquellos tiempos, porque todo el mundo sabe que desde que yo no aguanto aquella puerta, esa puerta está ahora al albur de cualquiera que quiera abrirla o cerrarla. Y no me pregunta nadie por mi tarea, porque saben que desde que yo me fui, nada ha sido igual. Y ahora, cuando pasa por esa puerta, se encuentra con dificultades sin cuento, con gente que no quiere abrir la puerta, con gente que busca continuamente una y mil argucias para que la puerta no se abra, como yo la abría, siempre. Y he dicho que me fui y no me fui, que ese es otro tema del que me gustaría hablar luego, cuando haya acabado de exponer mis méritos. Yo, que cuando llegué desconfiaba de mis condiciones para ocupar el cargo, al poco descubrí que, contra todo pronóstico, era el mejor. Y quizás el calificativo es algo rimbombante, que me da igual, porque si no me lo digo yo no me lo va a decir nadie, yo digo que era necesario. Era necesario porque hasta entonces había habido otros que aguantaban las puertas, decían que habían aguantado las puertas toda la vida y habían ejercido de hecho un monopolio sobre ello. Decían que ellos sabían, apelaban a aguantadores de puertas que se habían ganado su reconocimiento, y hasta que no llegué yo... yo vi su mirada. Yo vi y sentí su mirada cuando abría la puerta como nadie la ha abierto a su paso nunca más. Y cómo la aguantaba. Y me daba igual si me criticaban y me decían que aguantar las puertas no tenía mérito o que ella podía aguantarse las puertas sola. Yo era el que aguantaba las puertas y si no me llegan a hacer la jugada aquella que me hicieron, aún estaría allí, aguantando las puertas para que pasara. Aún hoy, en mi casa, me encuentro a veces con alguna puerta y la aguanto con el anhelo de que, algún día, volveré a aguantar las puertas como antes. Antes, yo antes, cuando aguantaba las puertas, recuerdo que la puerta parecía más nueva, más bonita, más mejor. Y no era fácil aguantar la puerta. Los que estuvieron antes que yo, madre mía, qué pisto se daban y muchas veces la puerta se les cerraba, incluso hubo alguno que llegó a perder la puerta. Bueno, no quiero hablar mucho de eso, quiero decir que aguantar las puertas no es ningún desdoro, no supone ningún menoscabo en mi persona. Que muy gustosamente volvería a aguantar las puertas cuando fuera necesario y sentir, de nuevo, por un instante, esa mirada. Lo recuerdo cada día. Yo, allí, firme, viendo pasar, sujetando la puerta. Pase. Explicándole a todo el mundo que aguantar las puertas no era fácil. Que era necesario. Que era por el bien de todos. Hasta que me dijeron que ya me podía ir. Que la verdad es que nunca había habido nadie que hubiera necesitado que le aguantaran las puertas Que me lo había inventado. Que no se necesitaban esos supuestos servicios que estaba yo prestando. Y me tuve que ir. Y yo aguantaba las puertas como nadie las ha aguantado. Y lo volvería a hacer. Porque aguantar puertas es necesario. El progreso humano. Es necesario que alguien aguante las puertas. Si no llega a ser por que yo aguantaba las puertas. Y me dijeron que no. Y me tuve que ir. Que me echaron. Nadie me pregunta pero es porque saben que...'

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