domingo, 26 de abril de 2020
Confinamiento #32
Os miro desde arriba con displicencia. Voy a opinar. Desde arriba también. Opinar está bien y no estar callado, mejor. No estar como si no se estuviera, como estando pero sin estar, abstraído, a otra cosa. Voy a opinar. Los niños. Antes quisiera ver a quién le ha sentado mal lo de los niños y niñas hoy, a quién. A ti. Entonces me parece que lo de los niños está bien y que la gente es responsable y que hace lo que se tiene que hacer y que es normal que los padres con los niños estén contentos y felices si cumplen con la normativa. A ti te parece entonces que esto está bien y que ya era hora de que nos hicieran caso. Entonces me parece mal y que al final esto es can picha y que hace todo el mundo lo que le da la gana.
Concluiré pronto con mi espacio de opinión. Nos gusta odiarnos. Nos gusta tener odio por quienes necesitamos sentir un odio profundo, irracional, o no. No irracional, racional. Un odio frío, un odio sabiendo que odiamos, eligiendo, pensando que estamos odiando muy fuerte a otro. Rojo de mierda. Eso ya no se oía ni en las películas de la guerra civil que tanto nos cansan. Rojo de mierda. Estoy hasta los cojones de los rojos de mierda. El otro día vi a un señor mayor con una vara rompiéndola en el suelo a golpes clamando contra los rojos de mierda, los comunistas, los socialistas, el coletas. Y rompía el hombre la vara en el suelo con muchos huevos. Odio a muerte. Odio a muerte a quien opine lo contrario que opino yo. Peor aún. Espero a ver qué opinas y luego opino yo.
Os pondré un caso muy cercano. Este mediodía he visto las imágenes de tv3 y flipaba. Pero esto qué es. La gente ya hace lo que le sale del chumbo. Luego en facebook he visto a gente opinar exactamente igual que yo, pero no eran yo. Y entonces ya no. He pensado diferente. Porque soy una persona coherente. Siempre pienso igual. Siempre pienso al contrario de lo que pienses tú.
¿Estamos mejor? Yo creo que si alguien, en su omnipotencia y omnisciencia y todo eso ha pensado que los niños ya estaba bien y que, a sabiendas, eso significaba padres en la calle a dojo, pues lo habrá calculado. Y si a muchos nos parece que ay, esto es el fin es porque somos unos confinópatas. O filoconfinamientólogos. O como se diga. Sí, nos da pereza volver a la vida normal y pensamos que este estado de excepción perpetuo es la antesala de algo, un cambio, una crisis, un tropezón mundial del que saldrá algo diferente. Y tememos a la normalidad. Ni eso. Yo ni eso.
Entendiendo el pavor a la extensión de la pandemia, a mí es que ya me parece bien esto de hacer lo mínimo, consumir lo mínimo, estar dentro del sistema de consumo lo mínimo, qué os voy a contar, con lo rojo de mierda que soy. Tan rojo que los más rojos siempre me parecen poco rojos y cuando son muy pero que muy rojos, pero rojos tan rojos que son rojos y negros y todo eso y más, me parece que son de derechas. Solo soy rojo yo y luego ya mi hermano y no sé hasta donde extender el círculo.
Termino pronto.
Vivimos en una sociedad que es así. Twitter, que es la sociedad, es así. Nos hace creer que jóvenes atormentados son jóvenes atormentados y que honorables padres de familia están a punto de hacer una revolución porque se han puesto las bermudas de combate ya que está empezando a hacer calor.
Hoy he comido ñame por primera vez. Encantado de conocerle, pero ya. Un estofado de ternera estupendo, con ñame. Un santo con dos pistolas.
Un fin de semana que se acaba y lo hace con el convencimiento de que vamos a volver antes de lo que nos suponíamos. Que espero celebrar mi cumpleaños en este pedazo de recinto amurallado que se aprecia en la foto con toda esa gente a la que quiero tanto que yo no sé qué voy a hacer con tanto amor. Tanto amor y tanta vida.
Mi Santa Coloma de mi alma que la quiero ya más que todas las cosas y que se me erizan los vellos nada más que de pensar que dentro de nada voy a poder dar un paseo individual por mis calles de mi vida y de mi corazón y de volver a apreciar lo que es vivir en la mejor ciudad del mundo y que dentro de nada estaremos otra vez disfrutando de algo, de lo que sea, de lo que nos ofrezcan porque seguro que se nos ofrecerá algo que tiene que superar y con mucho todo lo que nuestra imaginación, triste y mediana, pueda imaginar. Nada, nada va a poder compararse a lo que nos va a venir en nuestra Santa Coloma de nuestro corazón que la quiero yo como no quiero a nada más en el mundo una vez que esto acabe y se nos diga que la alegría multitudinaria tiene que volver a ser nuestra divisa y nuestro porqué. Y qué demostrarlo. Y qué lucirlo.
Y seguimos avanzando por la senda de la vida confinada. Ayer vi Hereditary. No tengo palabras. Vi Midsommer y ya eso, pero Hereditary ojo. Y antes vi la del Legado de los Huesos, había visto la primera y no me acordaba prácticamente de nada, de quién era el malo o qué pasaba allí. Es igual. Ya esperamos a la tercera parte.
Esta noche he soñado con mi padre. Sueño con mi padre y tengo que parar en mitad del sueño para saber si estoy soñando y para saber en qué fase de la vida de mi padre estamos. Antes de, después de. Hoy era después de.
Hoy en la terraza se estaba de muerte, pero demasiado calor. Así que el ratito que te metes dentro de casa y te sientas en el sofá se agradece.
Estar en el sofá siempre se agradece.
Rojos de mierda.
Foto: Albita
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