lunes, 19 de julio de 2021

En este momento


En este momento, no es un buen momento. Hace unos días se me ocurría escribir sobre la extraña sensación de estar viviendo con la sensación de que ya se había acabado todo y de que todo estaba igual. O peor. Por primera vez en mucho tiempo, algunos colegas no veían bien lo de salir a tomar una birra. Las noticias de que personas cercanas estaban contrayendo el virus justo cuando la gran mayoría de conocidos y conocidas ya estaban cumpliendo con las pautas de vacunación, me tenía sorprendido. Me tiene alucinado. ¿Cómo puede ser que en este momento en el que parece que hemos decidido de manera consuetudinaria, alentados en parte por las autoridades, que podemos hacer una vida más o menos normal, donde casi casi casi dábamos por sentado que lo de la mascarilla ya era cosa pasada, nos encontremos en esta situación?

La noticia ayer del fallecimiento de Pedro Cano, supone un duro golpe. Pedro Cano es un personaje fundamental para entender la ciudad. Sea en su faceta de promotor cultural y musical, de escritor y agitador, de conocedor de esa Santa Coloma a la que usted no se atrevería a entrar si él no se lo recomendase, desde el fútbol, la hostelería, o lo que fuera, hasta su más reciente faceta como regidor en el Ajuntament de Santa Coloma. Su pérdida, su fallecimiento a causa del virus del Covid, supone muchas cosas para la ciudad y seguro que hay gente mucho más allegada a Pedro Cano, a Peter Kane, que sabrán escribir y contar lo que significa. Yo solo puedo decir que, quizás por la conexión jiennense que me hace desconocer de dónde viene, a dónde va o dónde está la persona en cuestión, siempre me pareció que era una persona con una vida intensa, vivida con una seriedad y firmeza solo entendible desde otro lado de la realidad, y con la que siempre se aprendía algo. Creo que las veces que nos encontrábamos siempre fue cariñoso conmigo y yo intenté serlo con él, aún con las diferencias. Siento mucho su pérdida, porque también sé que mucha gente, mucha mucha gente, le tenía en especial estima.

Su fallecimiento supone además como un tremendo golpe por lo que supone que, pasados un año y varios meses, continúe el reguero de personas que siguen falleciendo por causa de este virus que ha trastocado nuestras vidas de una manera que nos cuesta asimilar. Vivimos pendientes del momento en el que parezca que ya, que se ha acabado, que todo vuelve a la normalidad. Medimos nuestra vida en el momento en el que podamos volver a. Volver a salir, volver a beber, volver a quedar, volver a planear, volver a viajar, volver a consumir. Hemos pensado que todo se ha de basar en recuperar un sentido lúdico de la vida. En despreocuparnos, en pasárnoslo bien, en estar en la calle, en los lugares que solíamos frecuentar. Todo desde una idealización de un tipo de vida de personas de clase media que al parecer son las que existen en los medios de comunicación y las que reciben y consumen y viven en este mundo. El resto del mundo, no existe. 

Estamos deseando volver y queremos pensar que ya todo será como siempre fue. Salir, beber, el rollo de siempre. Mientras tanto, sigue muriendo gente, sigue habiendo gente que se contagia y que lo pasa realmente mal. Y sigue habiendo gente que ha visto su vida reducida a la puta mierda por culpa de ERTES, regulaciones, descenso de la producción, pérdidas de empleos, cierres, etc. Gente que tiene que pedirle comida a la vecina de enfrente porque se ha quedado sin nada en la nevera, y no es ninguna imagen retórica, es la vida misma, en directo. Quienes saben cómo está el tema, nos alertan de lo que va a venir en septiembre, las oleadas de desahucios, el sufrimiento que conlleva. Los indicadores de pobreza disparados, pero a quién le interesan esos pobres, si sabemos que esos pobres no van a votar. El miedo a la pobreza sin embargo, sí que vota. Y vota siempre para el mismo lado. 

Y en las televisiones, seguimos viendo a los representantes de los gremios quejándose amargamente del recorte de media hora. Mientras, vemos cómo sigue muriendo gente. Es devastador y desconcertante. Ya no me quejaré de los gobiernos y de sus acciones. Ni siquiera pondré el foco en quienes lo niegan todo y consideran que somos borregos, ovejas, inertes ante una maniobra descomunal de control social. Paso. 

Sí que tengo la sensación, como en la canción de los Talking Heads, de que estamos avanzando hacia ningún sitio. De que vamos a ninguna parte. Que estamos haciendo un camino ambivalente. Uno cegado por la perspectiva de que ya hemos llegado sin querer ver que seguimos otra vía donde no encontramos respuestas más allá de la necesidad de la vacunación y de mantener unas ciertas precauciones. 

Y la vida sigue, aunque se termine para otros. Echaremos de menos a Pedro Cano entrando como un torbellino en las Tannines, brindando por los presentes y los ausentes y discutiendo, como buen jiennense, de cualquier cosa, hablando por los codos, acaparando la atención y creando polémica y opiniones encontradas sobre Santa Coloma y la vida, sus misterios y sus contradicciones.  

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