martes, 12 de abril de 2022

Política francesa




Pues Mélenchon se quedó a esto de pasar a la segunda ronda. Ahora queda muy bien decir eso de que si hubiera habido unidad podrían haber superado a la fascista de Le Pen, pero la verdad es que no puedo precisar muy bien si eso hubiera sido posible realmente o está en nuestra cabeza. Qué sabemos de Mélenchon hasta este momento. Pese a dármelas de que estoy al loro de las cosas y tal, la verdad es que en ese flanco de la política francesa, precisamente nuestro flanco, no ando muy fino. Sé que Mélenchon ha dicho que no a la Otan, que ha tenido posiciones controvertidas en algunos temas que ahora no sabría precisar y que en muchos ámbitos se le considera un poco rojipardo. Pero ha conseguido con todo eso estar nada más que a un puntito de Le Pen, a la que todo el mundo daba por segura segunda clasificada y discutiéndole el primer puesto al candidato oficial de todo el mundo que quiera parecer normal. Todo el mundo quiere ser Macron. Se habla de cómo los socialistas y los republicanos (la derecha conservadora) se han hundido y ya son una cosa del pasado. Creo que Macron puso en su momento las cosas claras. Si los socialistas va a hacer una política socioliberal, mejor crear un espacio socioliberal. Creo, y hago mucha brocha gorda, que eso es lo que quiso ser Ciudadanos, pero se perdió con las banderas. Así, Macron se cargó al partido socialista llevándose armas y bagajes y el partido se quedó con el nomre y sin nada detrás. Una parte se la llevó Macron y la otra se la lleva Mélenchon. Un dato que me interesa, el voto joven. Sorprendentemente, el voto joven es de izquierdas. Pese a Mélenchon, al que retratan como un señor mayor chovinista y tal, la izquierda vuelve a ser atractiva para los jóvenes. Jóvenes urbanos. Otro mito. El de que los barrios populares que antes votaban comunista ahora votan extrema derecha. Basta. Ya está. No es así, no pasa. A la extrema derecha la vota gente conservadora de los ámbitos rurales o ciudades pequeñas. La Catalunya Nord, por ejemplo. Països Catalans. Por cierto que el segundo clasificado ha sido Mélenchon. A la extrema derecha la vota gente que no votaba y gente de derechas de toda la vida. Y la gente de izquierdas que no vota a Mélenchon o a otros partidos, no vota. Dejemos de fustigarnos o querer apelar a la ranciada de que 'hemos perdido discurso de clase' porque la gente no transmuta así como así. A no ser que quieras aprovechar para vender tu ranciada una vez más. El caso es que Mélenchon, con lo que sea, por lo que sea, ha sacado un 22% de votos y se ha quedado muy cerquita de Le Pen y nos vamos a hartar de escuchar cómo lo ha hecho de bien Le Pen para moderar su discurso cuando le ha ido de un pelo, teniendo un buen foco mediático y apareciendo como moderada respecto al tal Zemmour, que párate parao. El caso es que deberíamos estar pensando qué ha hecho bien Mélenchon o bien, si no nos gusta pensar que Mélenchon lo  ha hecho bien por lo que sea, qué es lo que pide una amplia porción de población que busca una salida de izquierdas a la situación local y global. Y empecemos por la gente joven, que de alguna manera no se deja 'engañar' por esos poderes mediáticos tan poderosos y con tanto poder que asustan a los cuarentones y cincuentones que seguimos escuchando la radio, y viendo la tele y buscando con un palillo los restos de la patatita mientras leemos el diario en papel. Los jóvenes, quizás, ya van por otro sitio e incluso pudiera ser que los jóvenes, muchos jóvenes, algunos jóvenes, sepan discernir y no se traguen la matraca que nos venden. Y que a los mayores nos asusta. Los jóvenes, ese misterio. ¿Y en la segunda vuelta qué? Seremos buena gente y diremos que hay que votar a Macron. Está muy bien y es muy fino decir que no hay que votar a Le Pen, pero estaría bien no jugar con las cosas. Porque mandar a la gente a casa como si esto ya no fuera con nosotros, mal. Pero creo que la jugada sería colocar a Macron, que es producto de una jugada rápida y que posiblemente no tenga fondo, para acto seguido conseguir rearmar una posición de izquierdas que recoja el voto joven y un voto cada vez más concienciado de que Le Pen y lo que viene con ella, no es solo una cosa que haga daño a los oídos, es que nos va a hacer daño a la vida. A toda la vida. Así que no juguemos, que salga Macron y a seguir dando la barrila. Porque posiblemente, si sale Le Pen, no haya barrila que dar. Es así de sencillo. Y mientras en nuestro precioso país primaveral, dejamos que VOX acceda al gobierno de una comunidad autónoma y flirteamos con la idea de que puedan llegar al gobierno un día como si fuera un puro juego de matemáticas. Si suman se puede. Quizás, piensen algunos, con eso conseguimos que la gente se de cuenta de qué van los fachas y se líe. No se lía. Nunca se lía si ellos ya están ahí. Y a quien te la pueden liar es a ti. Y quien posiblemente no encuentres nunca más resquicios para poder liarla serás tú. Pero en este país todo eso no nos lo tomamos en serio. O no lo parece. Al final posiblemente sea todo un juego más y una argucia para estabilizar la situación a riesgo de tener el enemigo a las puertas como garantía de que hay que alcanzar algún tipo de consenso. En realidad, qué sabemos de Mélenchon. En realidad, qué sabemos de nada. Supongo que alguien se tomará la molestia de explicarlo de alguna manera y nos dará un poco de luz.  

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