jueves, 14 de julio de 2022

Viajes: Tailandia


A lo tonto, he estado en todos los países del Sudeste asiático. Por unas cosas o por otras, he visitado estos países y en todos ellos he disfrutado de algo especial. Tailandia fue el primero que visité y fue el que me enamoró. Entonces yo estaba trabajando en una empresa que tenía contactos con diversos departamentos de Turismo y en una de estas nos ofrecieron una estancia de cinco días que mis jefes no pudieron aprovechar, así que se hizo una especie de sorteo entre los de la empresa y me tocó a mí. Podía llevar acompañante y te llevé a ti, que estás leyendo esto y que supongo que querrás olvidar aquel viaje, aunque a mí me pareció revelador. 

No acogiste la idea de ir a Tailandia con mucho entusiasmo, si te digo la verdad yo tampoco estaba muy ilusionado. Ambos estábamos en esa etapa mística en la que todos los recursos están destinados a planear un viaje a la India y cuando me surgió esta oportunidad, a ti te pilló un poco a contramano. Pero yo no me lo pensé, lo hablamos, creo que lo llegamos a discutir, y finalmente nos fuimos. Cinco días. El viaje consistía en una estancia en Bangkok básicamente para recuperarnos del viaje en avión y de ahí pasar a Phuket. Me informé previamente un poco de la historia del lugar y de su cultura, cuatro retazos. Descubrí que el país era mayormente budista o que el budismo lo impregnaba todo. Yo, en esa fase un poco boba que todos hemos tenido en la vida y que algunos continuamos arrastrando, pensé que la India o Tailandia daba igual. Pero a ti no se te iba de la cabeza que con Tailandia nos quedábamos sin la India. 

Bangkok me pareció una ciudad alucinante. Yo nunca había visto una ciudad tan bestia y tan lejos de lo que son nuestras ciudades, nuestro modo de vivir, nuestras costumbres, nuestro ritmo de vida. Era todo un marasmo de sensaciones, de cosas, de sonidos, de gente, de olores nuevos, de verte inmerso en un lugar que se te escapaba a cada segundo, que no podías hacerlo tuyo y sin embargo, no podías dejar de pensar que menuda puta mierda que solo pudieras estar un día allí. Alucinante. Una sensación que he tenido muy pocas veces en mi vida. Una ciudad en la que sientes que estas de verdad en otra parte y al mismo tiempo, la sensación que no te abandona de que eres un elemento extraño, un elemento violento, una persona, un ser humano, que no tendría que estar allí. Esa sensación no me abandonó en todo el viaje. A ti también. 

Cuando fuimos a Phuket nos llevaron al hotel y nos quedamos maravillados esta vez con el paisaje que se nos ofrecía. Aquello era el paraíso. Yo estaba como hipnotizado y tú estabas empezando a perder algo. Estábamos en las playas más maravillosas que jamás hubiera podido imaginar y me encontraba realmente en paz, después de mucho tiempo de intentar encontrar cuál era un poco mi sentido, de alguna manera aquel entorno me estaba diciendo que había algo trascendente, que el contacto con aquel paisaje y con aquellas personas tailandesas que me transmitían una sensación de bondad pura, de bondad sin artificio, una tranquilidad de espíritu por la que te hacían sentir a veces un tanto culpable por estar allí con una idea primitiva de disfrute y de relajo cuando quizás la experiencia podía ser mucho mayor. 

Visitamos unos cuantos templos, majestuosos, impresionantes, lugares donde realmente te sientes conectado con algo más. Y sobre todo, ver a aquella gente que con tan poco son capaces de dar tanto. Siempre que he podido he intentado volver ya no a Tailandia sino a esos países del entorno, que comparten un poco una misma filosofía. Es en estos lugares donde me desconecto de lo que arrastro durante la vida aquí y que tú no supiste entender. Tú querías ir a la India. Y lo jodiste todo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario