viernes, 15 de noviembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Tenía la cara redonda, era lo primero que te llamaba la atención. La Hruskova había sido bailarina durante su juventud, pero se casó y abandonó la danza. Ahora tenía la cara redonda y una tienda de zapatos en la calle Principal. Yo iba siempre con mi madre a comprarme los zapatos a la tienda de la Hruskova. Siempre me llamaba la atención su cara redonda, sus ojos redondos, su peinado redondo. Para hacerla rabiar, siempre le pedía a mi madre que me comprara zapatos de punta. En la tienda de la Hruskova no había zapatos así. Mi madre siempre me acababa comprando unos zapatos duros como piedras, para que durasen mucho. La Hruskova no había vuelto a bailar desde el día de su boda. Yo ya no era un niño cuando fui por última vez con mi madre a su tienda. Mi madre me había explicado su historia. Cuando entramos, le pedí que nos bailase algo. Y ella contestó que no podía porque no tenía zapatos de punta, que eran los mejores para bailar. Me pareció una excusa muy mala. O muy obvia. No sé. 

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