lunes, 20 de julio de 2020

Crónica de un concierto de Califato 3/4 o de otra cosa

Todo lo que rodeó a este concierto del pasado domingo es fruto del momento y de la situación. Ir a un concierto con la sensación de que estás haciendo algo incorrecto, algo que no toca, que no te lo tendrías que haber planteado, eso de pasártelo bien mientras se está decidiendo si nos volvemos a encerrar, si es culpa de los irresponsables como tú, si le vas a poder echar la culpa a los irresponsables de la administración si tú estás en un concierto, si puedes hacer vídeos de gente bailando sevillanas cuando no se podría estar más que sentado...
Los Califato 3/4 son como un all star de componentes de proyectos sevillanos reunidos en uno solo. Escuchen por favor a los Sklt Slkt o The Gardener o las cosas que saca Breaking Bass. A pesar de que es el enésimo intento de reformular el bagaje de la música andaluza (flamenco y más) que se nos vende como la pera limonera, tienen rollo. Me explico. Cada cierto tiempo aparece una 'actualización' de la música andaluza. Desde los tiempos de Smash o Triana como poco. Flamenco mezclado con. Y no siempre lo que se vende es bueno o es un avance. Y se queda en 'comercializar' o hacer 'vendible' algo cayendo en todos los tópicos posibles.
Esto de los Califato a mí me gusta. Me gustan algunas canciones mucho. Algunas incluso me gustan muchísimo de ponerlas en esos cds que te haces para el verano. O más allá. Arpexín, L'ambocca, por ejemplo, me gustan pero mucho, La bulería del aire acondicionado comienza de una manera que me atonta ya para todo el día. Muchas canciones y muchas pruebas. La del Mono de atracciones. La de la sevillana de la Puetta de la Canne. Me encanta que recuperen a Carlos Cano en Clabo y Canela. Todas las tocaron. Y con todas se me iban las manos.
Quienes me conocen saben que no soy de palmas ni sevillanas. Porque los hijos de la diáspora jiennense no tenemos esa gracia, tendremos otras, pero esa no. Pero yo que sé. Igual es que llevo mucho tiempo sin bajar al pueblo, igual lo de mi padre hace que me acuerde más, yo que sé. Que me gustan y ya. Y si además son 'modernos' como yo y tienen su puntito de mensaje, redondo todo.
Cuando salieron las entradas a la venta me dispuse a comprarlas. No sé cómo miré, no quedaban. Cinco días antes del concierto me dispuse a mirar otra vez, había entradas. Compré tres. La Alba, el Pako y yo. Justo entonces empezaron a arreciar las noticias de que la cosa se ponía fea en L'Hospitalet y que no pintaba nada bien para Barcelona tampoco. Que sí, que no... el jueves o el viernes se decreta que se recomienda no salir de casa. Y los conciertos qué. Incluso envié un mail al Cruïlla. Preocupado.
Cómo vamos a ir de concierto si se nos dice que salir de casa es fatal. Cómo puede ser. Y si nos dicen que los conciertos, tal y como se plantean no son un problema, qué. Vamos, pero como con aprensión. Como si no tuviéramos que ir. Vamos en coche y dejamos el coche lejos y podríamos haber aparcado en la puerta. Caminata para ir. Calor de mil demonios. Vemos que hay gente como nosotros, aproximadamente con nuestro mismo aspecto. O más jóvenes. Que yo.
Entramos y hay que lavarse las manos y una chica que hace de acomodadora nos indica donde están nuestra mesa y nuestras sillas. Hay una mesa y dos sillas atadas con bridas. Y una suelta para mi hermano. Vemos el concierto los tres sentados. Aunque una de los tres finalmente se levante y baile porque es que ya no se puede aguantar.
El concierto comienza con las que son más electrónicas, las que no tienen cante, las que no requieren a la banda. Me gusta que empiecen con el mensaje del profeta Antonio Manuel y las canciones que siguen. Arpexin cae. Todas caen. Hasta el Camino de Armagh, y ya salen luego todos los componentes y una chica que les acompaña y que no sale en los vídeos, creo que en la de la sevillana sí, pero no en los otros. Y es bien que salga porque le da poso a todo. Canta y baila. Una de las gracias del grupo consiste en que uno de los cantantes, el Chaparro, va interpelando, comentando, etc., durante todo el concierto.
Todo suena de narices, el ambiente es genial, se está de muerte.
Y nada más sentarme, me parece estar sentado en La Sartén, en Vilches. Ya digo que la tengo llorona con el pueblo. Sentado en la explanada de la Sartén, sentado en una mesa, esperando a que venga alguien con la tapa y las cervezas, con la música de las atracciones detrás a todo meter, pero en vez de anocheciendo en la Sartén entramos ya cuando...
La gente baila y la verdad es que tiene uno ganas de bailar, de moverse, de hacer algo, pero al mismo tiempo mira a la gente que baila delante, al que se ha levantado a los dos segundos de comenzar el concierto... mal. Y no tiene que ser así. Hay unas chicas al lado que se han puesto a bailar como si lo hubieran estado esperando desde el 13 de marzo. Flamencas. Ya casi al final me levanto yo también, pero no salgo del perímetro de la mesa, como si me hubieran atado también con la brida.
Me ha encantado el concierto. Lo puedo decir. Me lo he pasado bien. Han tocado las canciones que me gustan y me pregunto que hubiera pasado si hubiéramos podido bailar y hacer el indio.
No sabemos si habrá más conciertos. La gente pregunta si sabemos algo. Si habrá conciertos la semana que viene, ésta. Al día siguiente sale la Colau en un concierto de Delafé,, también del Cruïlla. Mira que no venir a los Califato que le dan mil vueltas al flojo del Delafé.
Cuando volvemos a la gente que nos pregunta le decimos que hemos ido a un concierto con la boca chica, como si hubiéramos ido obligados. Cómo te lo vas a pasar bien.
Pero volvemos cantando Arpexín y L'amboccá a cada rato.
Porque la alegría no se para. Ole.

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