martes, 2 de mayo de 2023

Días de Feria. Andalucía en Catalunya


Este texto surge no como respuesta, pero sí espoleado por el que ha escrito Pedro Luna en ElSaltoDiario a propósito de los andaluces en Catalunya o del andalucismo en Catalunya. Al calor de las visitas a la Feria de Abril en Barcelona y lo que allí he visto, no este año, pero también, de lo que se dice en el artículo y de la relación con esa Andalucía como hijo de andaluces no siempre conformes con esa visión de la tierra materna, ni tampoco conforme con esa preservación del espíritu andaluz. Aquí, en este texto, como en otros textos que habré escrito relacionados con el tema, siempre me tengo que remitir a mi principal referente en el asunto, que era mi padre. Mi padre era andaluz, pero no era andaluz como usted se piensa, que mi padre era de Jaén y eso era para él muy diferente. Tan diferente que él se sentía más identificado con Carlos Cano que con las sevillanas. Siempre contaba la anécdota en la que un sevillano se hizo amigo suyo en el trabajo. Como eran andaluces, el sevillano empezó a comentarle sus ideas andalucistas. Paisano, tendríamos que poner la frontera en Despeñaperros, le decía. Hasta que mi padre le cortó el rollo y le dijo que la frontera se la pusiese él en los destos. Mi padre iba a la Feria de Abril a disgusto, pero iba. Iba con mi madre principalmente que sí que le gustaba bailar sevillanas, aunque fueran del mismo pueblo. Ambos eran conscientes que eso de las sevillanas no era algo autóctono de su tierra y, según mi padre, las sevillanas y su boom eran una cosa de Felipe González. Anatema. Hay muchas maneras de ser andaluz. Y muchas maneras de ser andaluz en Catalunya. Y de querer dejar de serlo. O de no haber tenido necesidad de ser andaluz en Catalunya. Muchos tipos de inmigración y de relación con la tierra de origen. Hay quien no la quiso tener, hay quien no la pudo tener, hay quien la conservó. Mis padres eran de estos últimos. Mi padre nunca perdió el acento. Mi madre tampoco. Mi padre se involucró en la vida cultural de Santa Coloma y nunca lo hizo como andaluz, lo hizo como persona a la que le gustaba la pintura y que quería rodearse de gente a la que le gustara lo mismo. Y le reventaba que le considerasen menos pintor por ser un trabajador de la Telefónica, no estar formado en academia, o su origen. Y no se callaba. Ni mi padre, ni mi madre, eran andalucistas. No entendían qué Andalucía era la que había que reivindicar. Pero eran andaluces en Catalunya. Y Carlos Cano todos los días. De la época coplera a la época granaína estricta. Yo siempre he ido por ese camino. O lo he intentado. Yo no soy andaluz en Catalunya. Yo soy un catalán con la suerte de que sus padres eran de fuera y eso me sirve para tener un bagaje, un poso, algo, que me enriquece. Y ser de Santa Coloma, nada menos, me hace haber crecido entre castellanos, gallegos, maños, catalanes, que me convertían y nos convertían a todos en algo diferente. Ese algo diferente me niego a considerarlo como algo único o aparte. Somos catalanes, nosotros somos los catalanes. Leo en el artículo algo conocido, la articulación de un andalucismo político en los comienzos de una transición que, con el tiempo dio paso a una folklorización de la inmigración andaluza al servicio de los partidos gobernantes. La FECAC, el PSC, Justo Molinero, Convergència. Hacernos los andaluces, conservar ritos y tradiciones, nuestro espacio incontaminado de relaciones personales entre personas de la misma procedencia. Y el clientelismo. Estos días he ido a la Feria. Me gusta ir a la Feria cuando nunca me había gustado, hasta que fui y algo me hizo pensar que eso, eso que tantas veces me habían dicho que era una garrulada, en realidad era mío. Y esa gente que bailaba, que se dejaba ir, que se emocionaba escuchando canciones que hasta entonces a mí me habían dicho poco, era mi gente. Y procuré ir todos los años. Y procuré llevar a amistades, parejas, conocidos, a la Feria, para que descubrieran algo que les iba a impactar. Porque impacta, si te abstraes de quien monta o quien está o quién deja de estar o si esas pintas son o no son, te impacta ver a toda esa gente bailando, bailando y sintiendo algo que les conecta con cosas. Y esas cosas las puedes sentir o no. Pero están ahí. El sentimiento es muy importante y es una cosa que no se puede aguantar. No lo combatas, siéntelo. Y puede que gente que no ha conectado en su vida, de repente se da cuenta de que hay algo, un hilo, un familiar, esa abuela, ese abuelo, ese tío o esa tía, que bailaba y que vino de nosedónde y que nunca volvió y zas. El hilo está creado. 

De un tiempo a esta parte, además, el andalucismo ha rejuvenecido y se ha alternativizado. Ya no es la cosa a combatir por rancia y por señoritil. De repente, el andalucismo de izquierdas renueva su discurso y reivindica esas cosas que antes no. Feria, Rocío, Semana Santa, procesiones, vírgenes, de repente ya no son eso que tú crees y son otra cosa. Otra cosa que se ha resignificado y que tiene que ver con cosas más antiguas y más digeribles por la izquierda que necesita nuevos discursos para no perderse del todo. Y se rejuvenece y se crean músicas y ritmos y la imaginería cambia y ya se puede llevar una camiseta de la Virgen porque mola, y ya Lola Flores es icónica, y la más grande la tengo yo en otra camiseta con la que lo voy a petar este verano. Y eso nos llega aquí, a Catalunya, y los afrodescendientes tenemos nuevos motivos para reivindicar nuestro origen, y algunas izquierdas coquetean con ello porque conecta luchas de pueblos y toda esa movida y uno lo mira con desconfianza porque sabe que detrás de eso se mantiene el clasismo y el me gusta y comparto tu lucha pero al final, muy al final, la naricita arriba que eso huele a. Y se originan debates como el del Gag de la Virgen y critican el gag andalucistas de izquierda y el gag no es otra cosa que el ciscarse en el otro porque el otro no somos nosotros y catalán es una manera de ser, integrada, abandonadora de las raíces y mi abuelo también era de Almería y qué pasa. Y no salimos del bucle y volvemos a encontrar la manera de volvernos a meter. 

Andaluces en Catalunya. La Feria de Abril, tres días he ido. Dos de civil y una de militar. De las dos veces, la segunda y última fuimos a las atracciones. Y ahí la Feria de Abril ya sí que es la fantasía. Y una fantasía gloriosa donde todo esto del andalucismo en Catalunya se desdibuja para convertirse en una Catalunya donde, ahí, debajo de todo, al final de la Feria, en los cacharritos, convive absolutamente todo. Y todos. Y nuestro espíritu charnego se reconoce en toda esa chavalada de dos mil sitios y de aquí al lado, tan catalanes como nosotros y que buscan sobre todo la manera de pasárselo bien y de compartir lo poco que tienen con sus iguales. 

Los trajes elaborados conviven con el chándal y quizás la discusión no es si los andaluces en Catalunya estamos reconocidos o no. Y me incluyo por ponerlo fácil, que yo no soy andaluz en Catalunya, que eso es ponérselo fácil a los que te preguntan todo el rato 'pero tú eres de aquí' porque hay algo cuando hablas, el acento, las referencias, los cariños, que te señalan. La cuestión y la discusión es saber si realmente somos todos catalanes para la catalanidad, si nos creemos catalanes de verdad o si necesitamos que esa diferencia sea real. La herencia andaluza es importante, sea esa Andalucía la que sea, la norteña o la sureña, la gaditana o la cordobesa, la jiennense manchegorra o la jiennense de la sierra. Es lo mismo. Lo importante aquí es saber si nosotros somos todos uno o si se lo estamos volviendo a poner fácil para que alguien venga a decirnos que nosotros somos diferentes. Y que por eso tenemos que votar diferente. Que al final es a lo que vamos. Integrados, compartiendo el relato nacional, o en nuestro gueto con nuestra gente y asumiendo que con nosotros no va. 

Me doy cuenta de que voy escribiendo sin hilo y que en algún momento tendré que acabar el texto. Me encanta hablar de esto, escribir de esto, sin llegar a ninguna conclusión. Volver a ser lo que fuimos. No repetiré la chirigota de los Yesterdays, pero qué fuimos. Y sobre todo, qué somos. Queremos ser simpáticos a las izquierdas soberanas del resto del Estado reivindicando nuestra soberanidad o queremos que lo nuestro (con toda la idea) sea la Catalunya que es. Y que debería protagonizar, más, la realidad mediática de un país que culturalmente nos folcloriza, caricaturiza o vete a saber qué estrategias utiliza para no legitimarnos como... ¿pero tú eres de aquí, nacido aquí?

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