martes, 20 de diciembre de 2022

Crónica del Coco de Cocotevá desde dentro. Liberado.


Una llamada. Supongo que Xavi Villena, director, intenso director de Cocotevá, te llama un día para dos cosas y una de las cosas es proponerte salir en el próximo Coco. Yo creo que, después de tanto tiempo mendigando atención, quizás ya había el llegado el momento de darme la oportunidad. Tantos años arrastrándome mediante unos textos melindrosos, patatiles, buscando cariñito, finalmente, de alguna manera, pusieron en un brete al director que seguro que tendría una larga cola de aspirantes a estrellas invitadas y que al final le llevaron a concederme esta oportunidad. Una oportunidad que no es cualquiera oportunidad. La oportunidad era cantar 'Libérate', de El Titi. No es una canción sencilla tanto por el motivo como por la propia composición. Copla monumental, no es mi registro (si es que tengo registro), ni mi tono y mucho menos mi género. Pero no era cuestión de cuestionar nada y acepté sin pestañear. Por supuesto que puedo salir a cantar. Es más, quiero salir a cantar. Con un ensayo previo y pretendiendo memorizar mentalmente la canción sin consultar tampoco en demasía el vídeo para no condicionar mi propia actuación (¿?) ahí que me planto a las cuatro y media de la tarde en el teatre Sagarra. 

El vestuario es ya un hervidero y los actores y actrices de la compañía están ya ultimando vestidos y maquillajes. Yo me hago el longui un poco en el rincón y pregunto como si tal, cuál es mi vestido. Mi traje es uno naranja, uno que no sé ni cómo se pone. Mi primer intento de ponérmelo es mal. El segundo, asistido, es regular. Finalmente tiene que venir el propio Villena a ponérmelo porque no sé ni estar de pie. De hecho uno de mis mayores temores durante todo el espectáculo fue caerme, tropezarme con la cola y caerme. Y que no veía nada. 

Me quité las gafas al vestirme y ya no me las volví a poner hasta las diez de la noche que terminó todo el sarao. Sin gafas y a lo loco. Así que esta crónica tiene una razón de ser aún más empalagosa que en otras ocasiones. Porque en otras ocasiones uno evalúa, aunque fuera cargando las tintas a favor de la compañía, el espectáculo, las interpretaciones, los números musicales, aquel cantó esto, este cuando dice lo de los bocadillos, el dueto de las dos con los vestuarios, la intro del Kike Hita con que nos vamos a Santiago de Compostela, todo eso. Todo eso. Todo eso pero borroso. No veía las caras de la gente mientras se pasaban la muñeca hinchable, no veía las caras de la gente cuando veían pasar a la gran Alós por entre el público, no veía las caras de la gente cuando la impresionante Ponxi Dávila daba su recital de todos los años interpretando a la Reme y cantando María de las Mercedes, no veía las caras cuando Hugo hace su imitación o reinterpretación del Soy Minero de Antonio Molina... tantas cosas que no ví.

Pero vi otras entre bambalinas, como es el esfuerzo que hace una compañía amateur, de personas como usted y como yo oiga, para hacerlo todo como tiene que hacerse, con el máximo esmero y todo el mimo del mundo para ofrecer lo que cada año espera la gente. Eso que parece que sale así a lo loco, sin orden ni concierto, sin ton ni son, pues ya sabemos que no, pero necesitamos que nos enseñen las bambalinas para saber que detrás hay una gente que se lo está tomando muy en serio. Y que se lo está pasando bien. Y que te cuidan, ojo. Porque eso de aparecer ahí en plan, ya estamos trayendo al notas de turno que quiere salir a escena a hacer su numerito y claro, claro, claro, muy bien todo, pero a ver si dejamos de ser la casa de tócame roque y ponemos en escena no al primero que pasa sino... es que perdonen una cosa, es que yo puedo decir que he compartido escenario con Víctor Guerrero, que mi madre me contaba cuando iban con mi padrino por Navidad y salían por ahí y se iban a la Barceloneta y me hablaban del Víctor Guerrero que era guapísimo y súper divertido y fíjate que dos mil siglos después viene Víctor Guerrero y me dice que he asesinado a El Titi. Y me lo tomo bien, porque no se trataba de emular a Rafael Conde, sino que uno lo hace como sabe, y solo lo sabe hacer así. Al menos me dijo que no desafinaba, que ya es un cumplido. Que no los regalan. 

250 personas en la puerta esperando para entrar y mi madre con la entrada se quedó sin venir porque yo que sé, porque de tan sorpresa que iba a ser, mi madre se hizo la longui y prefirió quedarse en casa. Y se perdió lo que se perdió. Se perdió ver la actuación con el teatro medio vacío del gran Adrián Amaya, que incluso ante poco público mostró una profesionalidad y cuidado por su trabajo que no parece que se entienda fácilmente desde fuera. Los invitados que junto con Víctor Guerrero fueron animando el cotarro antes de que la obra se pusiera en marcha ya con un teatro abarrotadísimo de gente y que iba con ganas de marcha después de...

Y la foto que ilustra esto, pues debe tener relación con las teorías del doctor Almayr y cómo puede ser que sin las gafas puestas las fotos salgan también miopes.

Oigan, no esperarían una crónica así como si hubiera estado pendiente de las cosas ¿no? Sin las gafas puestas y tarareando todo el rato en mi cabeza la canción, Libérate, que se me mezclaba con la de Campanera y con el Soy Minero, cosa que ya me estaba pasando los últimos días. Libérate, ser sexual no es un delito, en la calle lanza el grito. Una canción histórica de la reivindicación cañí del movimiento lgtbi cuando no había tantas siglas y la cosas eran de otra manera en la que o lo hacías tan exagerado que ibas directamente al cajón de lo grotesco y allí podrías vivir cómodamente. La verdad, los dilemas sobre si cantar esta canción o no, desaparecieron pronto. Lo importante es participar, y sobre todo, la oportunidad de ser, durante unas cuantas horas, parte (aunque sin molestar mucho) de una compañía que siempre ha sido objeto de mi admiración. La Dávila (a la que si antes ya amaba locamente, después de ser mi maquilladora pues yo que sé qué puedo decir, entregado), la Alós, la Villena, la increíble Andrea, los boys, el tremendo Alex Mas, la Meneses una profesional como la copa de un pino, la Xesca Robles y su monólogo del vestuario con el otro chico que siempre lo veo por mi calle y que nos saludamos y eso y ahora ya nos hemos visto en calzoncillos..., todos ellos y ellas.

Y especialmente a Xavi Villena, un agradecimiento porque no es fácil templarse y dirigir y estar pendiente de todo y hacerte sentir cómodo en momentos donde los nervios están a flor de piel y la responsabilidad de poner en marcha una vez más y van diez una fantasía como este Coco, lo merecen. 

El caso es que ahí estaba yo, con el casquete puesto durante horas sin querer quitármelo como un niño al que le dicen que todavía falta mucho y tú dices, ya, falta, pero yo ya estoy metido en esto y no me lo voy a quitar. Con la media de rejilla que he descubierto que da más calor de lo que parece. Con ese batón que era de Víctor Guerrero, lo he dicho antes ya, creo. Y salir a repartir bocadillos y poder decir barbaridades con la bandeja en la mano y descubrirte que te falta un puntito de gracia para hacerlo, pero yo creo que lo puedo ir puliendo... 

Me lo pasé genial y al parecer la gente también se lo pasó igual, sino conmigo sí de mí. Y eso es lo que cuenta. El año que viene, cuando llegue noviembre miraré el móvil con cierto... pero no me quiero obsesionar tampoco. 

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