miércoles, 23 de julio de 2014

Once upon a time...

Hoy recogemos un texto ajeno, de Carl Johann Danielsson, famoso autor de cuentos islandés, que ha publicado recientemente un nuevo volúmen (qué manía la de escribir volumen con tilde), con el título 'Los niños más listos del mundo', del que extraemos este cuento llamado 'El hijo del alcalde'.
'Había una vez, en un pueblecito muy bonito situado en el valle de Landsmaark que se llamaba Stredlurstrend un niño muy bueno que era el hijo del alcalde. Este niño muy bueno se llamaba Olof y tenía nueve años. Era un niño tan bueno, tan bueno, que todos los niños del lugar querían parecerse a él. Sacaba las mejores notas en el colegio, era un asiduo visitante a la Iglesia donde destacaba por la claridad de su canto, era muy obediente y siempre estaba dispuesto para ayudar a su madre con las tareas de la casa y procuraba no hacer ruido cuando jugaba para no molestar a su padre, que siempre tenía mucho trabajo. El padre de este niño, alcalde, siempre estaba reunido con los prohombres de la localidad, con los que proyectaba obras y reformas con tal de llevar el progreso a Stredlurstrend. Olof no tenía amiguitos, porque pensaba que no era justo que sólo unos niños disfrutasen de su compañía, dejando de lado a otros, por lo que intentaba hacer partícipes a todos los niños y niñas del pueblo en sus juegos, y a todos ellos les regalaba su cariño, su amistad y su valía. Si tenía que ayudar a algún niño a completar sus tareas, lo hacía. Si los niños pobres no tenían para comer, él les daba su merienda. Si había niñas que se quejaban por que los niños se metían con ellas, él, muy cortés, salía en su defensa. Si había niños que consideraban que las niñas se burlaban de ellos por feos o torpes, él jugaba con ellos. Olof era apreciado por los tenderos, por los funcionarios municipales, por los maestros, por los trabajadores de la serrería, de la fábrica de latas, por los integrantes del equipo de fútbol, para los que hacía de utillero.
El pequeño Olof, tan bueno, para poder ser tan bueno, tan bueno, contaba con una pequeña ayuda. Tenía un amigo imaginario, un ser que había inventado que le guiaba y le aconsejaba, y con el que se consolaba cuando le sobrevenía algún momento de flaqueza. Este amigo imaginario se llamaba Lito y vivía debajo de su cama. Por las noches, Olof se asomaba y hablaba con Lito, le contaba lo que había hecho durante el día y el esfuerzo que hacía para no desfallecer. Cuando terminaba de hablar con Lito, rezaba y se dormía.
Un día, Olof, se levantó sin que su madre le llamara, como siempre, y bajó a la cocina a desayunar. No había nada preparado. Su madre no estaba. Tampoco la señora Merle, la mujer del servicio. Su padre, creyó Olof, ya se había ido a trabajar. Se extrañó mucho pero pensó que algo había pasado y se hizo el desayuno él mismo. Se vistió y se fue al colegio. No había nadie por la calle. No se veían coches, ni carros, ni camiones, ni gente por la acera. Siguió caminando sin más y entró al colegio. No había niños, ni profesores, ni el personal administrativo que tan amablemente siempre le ayudaba en todo. Olof no se alarmó y se dirigió a su aula. Se sentó y sacó el libro esperando a que apareciera el profesor. Se abrió la puerta y quien apareció fue Lito. Lito se dirigió a la mesa del profesor y mirando a Olof, le dijo: 'Ahora vamos a empezar de nuevo'.

2 comentarios:

  1. Ah, pues qué bien, seguro que eso supuso un cambio agradable para el pobre niño de las mil rutinas. Lito tiene pinta de ser un buen colega.

    Buenas noches, monsieur

    Bisous

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  2. Que bonito. "Vamos a empezar de nuevo" Por desgracia no siempre se tiene esta segunda oportunidad.
    Un abrazo y gracias por tu paso por mi blog:-)

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