miércoles, 9 de julio de 2014

Yo vi a Brasil perder siete a uno. Y me alegré.

Vean esa cara. Es David Luiz, central (a veces mediocentro) brasileño de pelo rizado, que tras encajar uno de los goles que ayer recibió la selección verdeamarela mira con cara de 'pero qué coño...'. Cara de no estar de acuerdo, de que no es posible, de que alguien no está haciendo algo bien... y no es él. A ellos no les podía pasar eso. Brasil iba a perder siete a uno contra Alemania en la semifinal del Mundial, de su Mundial, y alguien estaba haciendo algo mal.
A todas luces, geopolíticamente hablando, una persona de bien debe ir siempre con Brasil juegue casi contra quien juegue. Brasil es un país de desigualdades espeluznantes, de riquezas naturales abrumadoras de las que no disfruta más que una minoría, de miserias perennes, de pobreza sin cuento. Un país que pretendidamente busca situarse entre las potencias emergentes en base a un modelo de desarrollo que nos suena mucho por aquí. Un país que busca (y que siempre ha utilizado) en el fútbol, un modo de legitimarse, de reivindicarse. Eso también nos suena mucho por aquí. Postguerra, Di Stéfano, Real Madrid, Copas de Europa. Brasil, pobreza, desigualdades, dictaduras, Pelé, Copas del Mundo.
Uno debería ir siempre con Brasil. Pero no. El día de los octavos entre Brasil y Chile, en el Airiños, la camarera brasileña me preguntó que porqué iba con Chile. Le dije que no iba con Chile... que iba contra Brasil. No soporto a Brasil futbolísticamente hablando. Lo pondré en una línea a parte para que se entienda mejor.
No soporto a Brasil, futbolísticamente hablando.
Creo que desde el Mundial 82. Brasil tenía el equipo que mejor jugaba. Sócrates tiraba penalties de tacón, Zico era el mejor jugador del mundo pero yo no le vi nunca hacer nada, Toninho Cerezo, Falcao, Junior... El favoritismo de los medios con Brasil era abrumador. Eran los mejores. Pero llegó Italia y les ganó. Una injusticia, se dijo, que le mejor equipo no fuera campeón. El fútbol es así. Yo tenía siete años y es muy posible que todo lo que les cuente lo haya creado en mi mente a posteriori. Pero en el mundial siguiente, en México 86 yo ya tenía 11 años y lo que les cuento es cierto. Francia contra Brasil. Y yo deseaba con toda mi alma que perdiera Brasil. ¿Pero por qué?
Brasil juega al fútbol con el convencimiento de que ellos juegan al fútbol. Es una cuestión de percepción. Les ves jugar y parece que ellos tienen derecho a otro reglamento, a otras normas, a que los rivales asuman que pueden hacer lo que quieran, sus mejores jugadores son los mejores jugadores del mundo, sus jugadores son siempre simpáticos, bromistas, alguno es guapo, el que es feo es tan gracioso y hace cosas tan peculiares, las marcas comerciales se los rifan, da igual que sean serios o poco profesionales, importa que son brasileños y que son muy buenos y que por narices tienes que asumir que son los mejores, que se merecen ganar. Algunos de sus jugadores vienen de la miseria más terrible, otros son gente de posibles. Tanto unos como otros tienen excusa, el que es pobre puede ser un indolente malcriado, un teatrero cuentista que finge y finge y finge contínuamente, que provoca y que llora, porque viene de un ambiente espeluznante y claro, se le ha de compadecer. El que es rico, lo ha tenido todo y no asume que haya normas. Brasil con la complicidad de las grandes marcas de ropa deportiva, con la Fifa gobernada por un brasileño durante décadas, con todo a su favor. Siempre. Un país pobre, pero una potencia futbolística. Abajo la potencias.
Brasil ha tenido jugadores fabulosos. Seamos serios. Los mejores. Los más técnicos. Pero los que menos lo han demostrado. Si algo tiene el fútbol de entretenido es que es muy posible que el mejor no gane. Que el más técnico, el más voluntarioso, no gane. Porque la suerte, la potra, la picardía, cuenta.
Mundial Italia 90. Argentina contra Brasil en cuartos, creo recordar. Brasil con otro equipo tremendo, aunque ya no tan tremendo como otras veces. Brasil empieza a pensar que tanto juego bonito, que tanto juego fabuloso no les sirve, que tienen que 'europeizarse'. Como la fábula del león que se quita la barba por una mujer, antes tenías dignidad, ahora no tienes nada. Brasil empieza a jugar feo. Argentina tiene a Maradona medio cojo y a Claudio Paul 'el pájaro' Caniggia en punta. En una jugada memorable, Maradona arranca medio muerto, se lleva el balón y deja sólo a Caniggia delante del portero brasileño, diría que Taffarel, o puede que Carlos. Gol de Argentina. Uno a cero. Alegría inmensa. Todo lo que cantan los argentinos estos días tiene que ver con esa jugada. Brasil gana un mundial en 2002 con un equipazo, con Ronaldo, Ronaldinho, Rivaldo, Roberto Carlos... y Scolari de entrenador.
Scolari es Satán para el fútbol. Scolari es el entrenador brasileño que admira a Pinochet porque puso orden en Chile. Scolari es una persona de orden que se queja de los árbitros como un vulgar entrenador del Elche. En los minutos previos al partido de ayer, el locutor dice que el mediocampo de Alemania es infinitamente superior al de Brasil. Sólo por ese comentario, deberían haber echado a Scolari. He visto hacer cosas a Brasil en estos partidos que hacían daño. Desde mi posición de irreductible enemistad futbolística con la habitual displicencia brasileña, la confianza en su técnica y su habilidad y la permisividad arbitral para con ellos, he de decir que al menos, aquellas selecciones brasileñas enseñaban alguna cosa. Lo de este año ha sido espantoso. Partido Colombia Brasil. Colombia encierra a Brasil y Marcelo, lateral del Real Madrid, que no es manco precisamente, se encuentra con una pelota al borde de su área. Presa del pánico, echa a correr con el balón y sin encomendarse a Dios o al Diablo da un patadón hacia arriba quitándosela de encima, una patada hacia ningún sitio. Algo indigno de un jugador brasileño. Al menos, antes, teníais dignidad.
El tan temido Maracanazo, el recuerdo de la victoria de Uruguay en el mundial 50 sobrevolaba en el ambiente. La expulsión de Luis Suárez del campeonato por su famoso mordisco, parecía evitar que algo así volviera a repetirse. Uruguay, el equipo honesto, que pega, que da, que te cose, con sus limitaciones, estaba fuera. Brasil respiraba tranquila. Argentina da penita y aún así era un rival temible para los brasileños. Sólo Alemania puede ganarles en Semifinales.
Neymar queda lesionado en el partido contra Colombia. Neymar. Jugador vistoso, pero no es un crack. Dónde están los cracks de siempre en Brasil... dónde está el delantero centro que deja turulato al universo... dónde el centrocampista que hace lo que quiere, el virguero, el que no corre pero que cuando la toca la rompe... dónde están... no están. Sólo gente que corre mucho, que hace aspavientos, que canta el himno gritando. Tan sólo un chavalito de pelos raros que hace bicicletas. Lesionado. Un central brasileño, Thiago Silva, en la más infame tradición llorica, dice que ha sido lesionado adrede. Estas cosas se pagan.
Siete a uno. Alemania le ha ganado siete a uno a Brasil en Brasil. Lo repetiré en otra línea a parte, para que la gente a la que nos gusta el fútbol, la saboreemos como se merece.
Alemania le ha ganado siete a uno a Brasil en Brasil.
Y yo, escuchando Os Mutantes mientras escribo esto, me alegro.  

1 comentario:

  1. Mi cuñada me ha dicho lo mismo. Bueno, me ha dicho que se rieron cuando perdió España y que donde las dan, las toman.
    A mí plin.

    ResponderEliminar