sábado, 26 de septiembre de 2015

Reflexión

Un tren sale de Barcelona a una velocidad constante de 80km/h y en su interior me encuentro yo sentado en uno de los vagones justo en frente de un señor que dice que va a contarme una historia durante el trayecto que le ha de llevar a Murcia y yo pienso, para mí, que ese tren no va a Murcia de ninguna manera y pienso otra vez y son dos veces ya pensando que hay personas que creen que van a un sitio y en realidad no saben que el tren les lleva a otro, pero claro, también pienso, y ya son tres cosas entonces las que pienso en un mismo momento y espero no marearme y que me de angustia y que lo ponga todo perdido de vómito porque en esos casos uno vomita, pienso, digo que hay quien está sentado en un tren pensando que va a un sitio y ese tren va a ese sitio ciertamente y es más feliz el que cree que va a otro sitio y en realidad se está equivocando, y es en ese momento en el que además me da por interesarme por toda esa gente, esa gente que dice que tiene la intención de ir a un sitio y se toma las cosas con una fe rutinaria, una confianza ciega en el tren que les lleva a alguna parte y esa parte debe ser algún sitio de su interés porque habrán comprado el billete hacia ese sitio por algún motivo, bien sea una causa comercial, un deceso familiar o el simple disfrute del tiempo de ocio, y es que en ese lugar al que están viajando se encuentra lo que buscan les guste o no, y esa confianza ciega en el tren les hace sentirse seguros y tranquilos porque se han subido en un tren que saben dónde les lleva, pero hay otros que se suben en un tren y no tienen el destino fijo y se pueden bajar cuando quieran y donde quieran y otros como este señor que está sentado frente a mí que se han subido a un tren que no les lleva a ese lugar al que ellos quieren viajar, porque Murcia no se encuentra de camino y porque a Murcia, con todos los respetos, no me parece a mí que se llegue en tren y es en ese momento también porque el viaje es largo y da tiempo a todo que uno piensa en consultar en alguna parte si podemos llegar a Murcia desde aquí en tren sin necesidad de llevar a cabo reflexiones a tontas y a locas y lanzando el escopetazo al aire como siempre y recuerdo al mismo tiempo todas las veces que uno ha ido soltando incongruencias sin cuento y mira la agenda para hacer el amago de ir llamando a unos y a otros y a todos en general, a todos aquellos a los que uno de alguna manera ha faltado el respeto o ha metido en algún brete por no haber consultado, de alguna manera, digo, lo que podría venir siendo los datos y las características de cada una de las cosas que dice, pero ya es tarde porque me doy cuenta de que el paisaje cambia y ya partimos de la ciudad y el señor está esperando a que deje de poner cara de estar pensando para ser él quien comience a contar su historia y le digo que puede comenzar cuando quiera y en el comienzo de la historia el hombre se enreda en una serie de cirnculoquios y me doy cuenta de que en realidad no tiene ninguna historia que contar y que, muy posiblemente no vaya tampoco a Murcia y que ni siquiera sepa nada de Murcia y sus gentes y por el acento, que me parece castellano de la zona de Valladolid, seguramente haya dicho lo de Murcia mas por un mero interés de dejar claro que iba a algún sitio que por otra cosa, pero quién soy yo para juzgar a nadie por intentar desviar la atención de un tema hacia otro tema, en este caso Murcia, si yo lo que siento en mi interior es una pena negra negrísima y muy triste porque yo en Murcia tuve un amor, un amor mediterráneo, un amor de cuento, un amor de arena y sal, un amor de tópico y lo tuve que perder porque ella trabajaba en los ferrocarriles de la Generalitat y se quedó en el paro porque no hubo manera de que la Generalitat se pusiera en marcha con un plan que tuvo de hacer ferrocarriles en Murcia y no sé cómo y de qué manera engañaron a una administración del Estado para que invirtiera en Murcia para que les pusieran unos ferrocarriles que llevasen la fruta a estas tierras y era todo mentira y mi amor mediterráneo se quedó en Murcia y sin trabajo y siempre evito pensar en Murcia y siempre acabo pensando en Murcia y en la belleza de aquel amor de tomates y pimientos y si no me equivoco justo a la misma hora en la que un tren sale de Barcelona, mi tren, a una velocidad constante de 80km/h, otro tren sale de Bilbao con destino a Madrid y sería mucha casualidad que ambos se cruzasen de alguna manera, pero todo puede ser, todo puede pasar, porque los días son largos y todos los días, pensando y pensando no pueden ser iguales que yo he pensado siempre que a un día le sigue otro día y una mierda que te comas, una mierda así de grande.
Si ya has acabado, nos vamos.

1 comentario:

  1. Pero cómo no va a vomitar, hombre, y a ahogarse también! Pensando a 80km/h y en todo eso a la vez, es para asfixiarse. Ya solo faltaba que se cruzase realmente con el tren que sale de Bilbao, y luego a ver qué hacemos. Porque eso significaría que habían cambiado todo de sitio y había que aprenderlo de nuevo desde el principio.
    No sé por qué me da la impresión de que el tren sí acabará en Murcia.
    En cualquier caso, me he divertido un montón con el relato.

    Buenas noches

    Bisous

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