martes, 15 de marzo de 2016

Gastarbeiter

El primer día que puse un pie aquí ya me dijeron que no. Desde que me bajé del tren. Poner un pie en el suelo y todo era que no. Los primeros días fueron mejores porque ni siquiera entendía el no. Me decían que no a todo. Esto no, así no, ahí no, tú no. Cuando entendí porqué me decían que no, no me sentí mejor ni peor. Pensé que los que se tenían que joder eran ellos. Yo ya estaba aquí. Me puedes decir que no todas las veces que quieras. Estoy aquí y en principio estoy bastante mejor de lo que estaba en mi país. Empecé a buscar trabajo y me fui a unas oficinas en un barrio que se estaba construyendo. Pensé que era un barrio de negocios o así y cuando quise entrar en el primer rascacielos me dijeron en la puerta que no necesitaban a nadie. A nadie como yo. Ya me lo imaginaba. De un día para otro, de tanto decirme que no, ya sabía que no me iban a aceptar en un edificio como ese para desempeñar un trabajo que no me pertenecía. Yo no era de allí y mi lugar era otro. Fayettin y la pequeña Ruma llegaron al mes siguiente de poner ese primer pie que puse allí. Un día, en casa, en un pequeño pisito que nos cedió un primo de Fayettin mientras encontrábamos algo mejor y que finalmente se convirtió en nuestra casa, tuve una idea.
Para inmortalizar el momento, pedí al primo de Fayettin, que se llamaba Urgun y se sigue llamando Urgun, que me sacara una foto. Ahí estoy. Dando pistas de lo que iba a ocurrir. La idea se me ocurrió intentando enchufar en la pared una bombilla que no llegaba. La bombilla y la pared, la verdad es que no tenían mucho que ver con la idea que yo tenía pero quería que ese momento se quedara registrado en nuestras vidas para siempre.
La idea es la siguiente. Iba a ser el presidente de la Innenbeleuchtung, una empresa de las que vi en uno de los paseos por esos edificios de oficinas. Sin saber ni a qué se dedicaban ni nada, me propuse llegar a ser el presidente de la compañía. Y ahora podría contar que trabajé duro, que finalmente conseguí entrar en esa compañía empezando desde abajo y escalando poco a poco, demostrando que los que veníamos de fuera éramos tan trabajadores, dispuestos y sacrificados como los nacidos en ese otro país que me decía siempre que no.
Pues no. ¿Cómo llegué a ser presidente de la compañía? Los de mi país podemos ser feos, comer cosas que en principio os dan asco, llevar bigote, hablar en voz alta, ir vestidos de otra manera, pero no somos gilipollas. No pienso decirle a nadie cómo lo hice, pero aquí estoy. No me he cambiado de piso, porque Fayettin dice que ella no se mueve del piso y no hay más que hablar. Ruma tiene un piso justo al lado del nuestro, pero dice que dentro de nada se muda dos calles más abajo porque se va a vivir con su pareja. Y hace bien.
Tengo muy poco tiempo para escribir y leer y esas cosas. Soy el presidente de una compañía. Es broma, tengo tiempo, tampoco me mato demasiado con esto.
Escribo esto porque hace una semana volví de mi país. Estuve quince días visitando a las familias y me sorprendió que nadie tuviera muy en cuenta que yo fuera el presidente de la Innenbeleuchtung. Me estuvieron contando que de los que nos habíamos ido, prácticamente todos (hicieron recuento y eran todos) habían llegado a ser presidentes de las compañías más diversas.
Tengo pensado juntarnos a todos un día y montar algo. Pero como somos tan así, no sé. Lo mismo pasamos de una cosa a otra y seguimos haciendo grande el mito.
Voy a apagar la luz.

2 comentarios:

  1. Qué buen tino tiene para los nombres. Gastarbeiter! Sabe que es un oficio inventarse nombres? Y ud nos los regala así.

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  2. gastarbeiter no es un nombre... así llamaban a los inmigrantes en Alemania en los 50 y 60. a los turcos e italianos, sobre todo. trabajadores invitados.

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