miércoles, 21 de febrero de 2018

Maestras de la costura

¿Va a ser este el típico texto de 'mamá cuánto te quiero y qué bla bla bla? Pues un poco sí. Pero avisando previamente. Es decir, absténgase gente con problemas de azúcar. Seguro que me han visto por la calle estos días y me verán con un pantalón que tiene el bolsillito pequeño de las monedas roto, agujereado. Esto es porque ya no llevo los pantalones a que me los arregle. A que me haga un parche para los agujeros que salen en la ingle. Tampoco le llevo camisetas que me vienen grandes para que les haga el apaño.
Hace un par de semanas se estrenó en la 1 'Maestros de la costura'. El funcionamiento del programa es similar al Master Chef, pero en esta ocasión, en vez de cocinar, cosen. Dejando a un lado el frikismo de algunos de los participantes, el programa sirve para redescubrir una profesión a la que se han dedicado millones de mujeres en nuestro país, de manera invisible. 'La que cose sin dedal, cose poco y cose mal'. Es una de las frases que dijo una de las concursantes en el último programa. Mi madre, viéndolo, dijo que en El Porrosillo decían que coser sin dedal es de marranas. Mi madre ha cosido toda la vida. Si lo decían en el Porrosillo es porque lo ha escuchado decir desde siempre. Toda la vida cosiendo. Toda la vida pegada a la máquina cosiendo ropa. Ropa para sitios, empresas en las que cosía. Casi nunca con contrato. Trayendo ropa a casa, encargos de ropa que luego se llevaba mi padre. Cosiendo para ella. Aún hoy casi toda la ropa que lleva mi madre se la hace ella. Te hace lo que quieras. Ayer miraba el programa y no decía nada. No criticaba. Muy elegantemente se interesaba por las tropelías que cometían los concursantes, pero sabiendo que eso que hacían ella lo hacía con los ojos cerrados.
Supongo que debe ser el mismo caso de miles de madres, de mujeres de la edad de mi madre. También había hombres que cosían, claro, en aquel tiempo, pero la mayoría eran mujeres. Que cosían en casa, que cosían en talleres.
El otro día fuimos a ver a unos primos que hacía 32 años que no veíamos. Aún se acordaban de unos chándals o sudaderas que mi madre les hizo. Eran los chándals de los parches. Cogía tela, hacía un chandal y le colocaba un logo de lacoste. O una sudadera chula de verdad con un logo de Gulf. Y daba el pego completamente. Una vez en el instituto o la Uni, no sé cómo se me ocurrió que sería molón tener un chaquetón de cuadros blancos y negros. Y me lo hizo. Al poco de ponérmelo el chaquetón dejó de gustarme, era demasiado cantoso, pero había que ponérselo. Así que dejé de pedirle cosas a mi madre, porque iban a dejar de gustarme y para qué... mi hermano en cambio siguió vistiendo cosas, chaquetas sobre todo, que le hacía. Y las gorras.
La gorra que llevo me la hizo. Me la pongo poco. Me la pongo más. Mi hermano se compró una máquina de coser y se hizo una gorra. Alguna cosa más se ha hecho. Bolsos y algo así. Yo no tengo ni idea.
De pequeño, jugando con los coches, tirado en el suelo, me metía por entre la silla donde se sentaba mi madre y miraba el pedal de la máquina. Si tocaba me daba calambre. Máquinas Alfa. Singer. Llevar la máquina a lo de Pedrito el Mergo a que la arreglara. Hilos por el suelo. Misiones especiales: ir a comprar hilo o una cremallera a la mercería, te llevas un trozo de tela y que te den un color parecido. Momentos especiales: ir a mirar telas. Este recuerdo es de los más así. Ir a mirar telas a la tienda que había encima de lo que es ahora el Casa Fuster ese. Había que subir unas escaleras. Los rollos de tela. Las tijeras enormes cortando la tela. El silencio en esa tienda. 
En estos días que se prepara y se debate sobre la huelga Feminista del 8 de marzo, creo que es necesario recordar a los millones de mujeres que en nuestro país se han deslomado a trabajar, dejándose la vista, la espalda, los nervios por no llegar a tiempo, por no saber resolver un problema y echarle imaginación. Sin asegurar. Sin cotizar. Encontrándose al final con que la jubilación y la pensión es una mierda. Y han trabajado como el que más. Más que el que más.
Los últimos años de mi madre como costurera los pasó en una tienda de arreglos, resolviendo eso, pantalones anchos, mangas largas, cuellos, meterle aquí, arreglar este vestido... porque cada vez sabemos menos hacer las cosas y nos conformamos con todo. Mujeres y hombres que van a por faena, que se la llevan a casa, que devuelven los encargos. Explicación de lo que te han hecho, de lo que te pueden hacer, de lo que se podía hacer con esa chaqueta que no tenía solución.
Se habla de brecha salarial, se habla de que no se reconoce el trabajo de la mujer. Supongo que viendo el programa de la tele, escuchando conceptos como contrahilo, pespunte, piquete, enhebrar... a muchos se nos ha revuelto algo.
Porque aquí a todos nos gusta ahora dárnoslas de foodies y de chefs y de artistas de la cocina. Pero amigo, cuando hablamos de coser y la costura, nos están removiendo el fondo de todo.
Honor y gloria a las costureras, siempre. Y bla, bla, bla...

No hay comentarios:

Publicar un comentario