jueves, 15 de noviembre de 2018

Has sido tú


Desde el momento en el que estás bajando la cabeza para que no te pillen mis ojos acusadores, lo sabes. Has sido tú. Eres culpable desde que te levantas hasta que te vas a dormir. Culpable de todo lo que pasa. Lo eres por acción y también por omisión. Lo eres porque no has rechistado cuando te hemos hecho daño y no te has quejado según los niveles internacionalmente demandados de queja. Eres culpable cuando te decides a ir. Eres culpable cuando te plantas delante de alguien para cagarte en su puta madre. Eres culpable cuando en el autobús no quieres llegar al trabajo. Eres culpable cuando te aterrorizas pensando que un día te quedarás sin trabajo y harías lo que fuera por mantenerlo. Eres culpable cuando alardeas de no tener trabajo. Eres culpable de no querer cortarte el pelo hasta que no lo tengas largo. Eres culpable de tener pelo. Eres culpable porque sigues las noticias deportivas todos los días. Eres culpable porque has decidido dar un paso adelante. Eres culpable porque nunca te atreves a dar el paso definitivo. Eres culpable porque sabes que un día u otro, más temprano que tarde, se descubrirá el pastel y el vagón dejará de rodar por inercia y a ver quién lo vuelve a poner en marcha otra vez. Eres culpable porque eres cicatero. Eres culpable porque tienes la respuesta rápida para atacar al contrario, pero aún más rápida para denigrarte a ti mismo. Eres culpable porque repites lo que dicen otros. Eres culpable porque ves la televisión. Eres culpable porque no tienes personalidad. Eres culpable porque te encanta eso de estar rodeado de gente que no sabe quién eres. Eres culpable porque sientes un placer culpable. Eres culpable porque eres palpable. Eres culpable porque te ríes de los poetas. Eres culpable porque repites frases con un mismo comienzo para evitarte tener que hilar ideas. Eres culpable porque escatimas la pasta de dientes. Eres culpable porque solo compras comida para uno. Eres culpable porque no sabes qué regalar para el cumpleaños. Eres culpable porque tienes cara de inocente. Eres cara porque cuando los demás se ven envueltos en discusiones metodológicas te sientes suficiente y superior ya que el método te da lo mismo, la organización no te entusiasma y haces gala de un desorden que solucionas con un chiste malo y una palabra extemporánea. Eres culpable porque te gusta ver sufrir. Eres culpable porque no te reconoces en las definiciones de otros. Eres culpable porque siempre le ves las pegas a todo. Eres culpable porque no te gusta ser fuerte. Ser fuerte. Lo de ser fuerte me tiene preocupado. Ser fuerte. Hacer gala de debilidad no es malo. No debe ser malo. Soy débil. No soy fuerte. No soy un luchador. No soy fuerte. No tengo fuerza. Me tuvo que ayudar un vecino bastante mayor que yo a subir la lavadora a casa. No soy fuerte, ni me gusta ser fuerte. No me gusta la gente fuerte. Es fuerte. Es tan fuerte. Eres culpable de no seguir una línea en los textos. Eres culpable de pereza. Eres culpable porque todo el tiempo que pierdes escribiendo esto lo estás perdiendo de... no está bien dicho. No tengo tiempo de cambiar las estructuras ahora. Sigue adelante. Un hombre ve a un muchacho bajando por la calle, lo quiere echar de su país, de su imaginación. La imaginación es un arma de los poderosos, que buscan que los súbditos, que el pueblo imagine para que se frustre.
La imaginación es un arma de los poderosos que quieren que los demás imaginemos para que nos frustremos.
Ando loco desde que escuché ese razonamiento. No sé qué hacer ni qué decir. No puedo ficcionar. No puedo reaccionar. Otro día más.

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