viernes, 10 de febrero de 2023
Karpov
Yo una partida como esa la había jugado muchas veces antes. Más o menos, siempre pasaba lo mismo. Una partida que comienza con la clásica movida posicional y en la que de repente me veo en una cierta inferioridad. El tema estaba en que me habían quitado una pieza importante y todo parecía ponerse cuesta arriba. El contrincante estaba convencido de que con esta pieza fuera del tablero, la partida estaba clarísimamente de su parte. Sin embargo, como en otras ocasiones, ante una situación desesperada, que digo desesperada por darle épica al tema, pero vamos, con todo de culo, aprovechando lo que había sobre el tablero, encontré una combinación, la combinación, la maniobra posible ya no para reequilibrar el tablero, sino para finiquitar la partida de un golpe. Porque en el reequilibrio volvíamos a estar en las mismas, así que había que recurrir a la suerte para que ese fuera el momento que terminase la partida. Lo más normal es que ese movimiento no hubiera servido de nada, que ante una superioridad tan manifiesta, el contrincante hubiera solucionado rápido el asunto y se hubiera limitado a un intercambio de piezas que le dejaba de nuevo en superioridad, sin embargo, no contó con que quedaban no pocas piezas en el tablero con capacidad de hacer daño y se encontró con lo que se encontró. Yo una partida como esa ya la había jugado muchas veces antes. Y ahí estaba de nuevo, con esa sensación de que había estado haciendo el tonto durante buena parte de la partida para llegar como siempre a la solución in extremis. Mirando el tablero poniendo cara de barra y pensando en que ese huequecito que se ve ahí y con estas dos o tres piezas, a ver si juntando y dirigiendo el tiro hacia allí sin que se note. Venga va, pon buena cara que con buena cara siempre parece que sí. Y mira.
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