jueves, 14 de diciembre de 2023

¿Un Milei de izquierdas?


No es que vaya yo ahora de yo que sé, pero he tenido este chispazo, me ha venido una cierta inspiración y quizás, por decir algo, lo diré así y a ver qué pasa. Milei ha ganado las elecciones en Argentina, también las han ganado personajes más o menos inverosímiles representando opciones de extrema derecha en diversos países. Piensen en los candidatos y piensen en las barbaridades, auténticas barbaridades, sin propuestas políticas, simplemente insultos, insinuaciones, agresividad, números histriónicos, pintas extremas, verbo alejado de cualquier corrección, constante intimidación del adversario, ridículo autoasumido pero que genera simpatía entre la gente que piensa que el que está ahí piensa diferente y que, si no tiene miedo a decir esas cosas que dice, directas, claras, sin ambages, una persona sin pelos en la lengua, que se enfrenta a lo correcto, a lo político, a lo institucional, a lo establecido, ya saben, que impugne lo que hay porque nada es suficiente y todo está podrido y esas cosas que se dicen, piensen, piensen, que quizás eso aquí no lo tenemos ahora en la derecha y en la extrema derecha, que sí, que dicen y hacen barbaridades, pero todavía tienen ese tufo de frío de la sierra, de misa de montaña, de cacería en la loma, de aliento a lavabo, de barba cerrada, de corrección en las formas y cuneta en el fondo, pero que todavía no han encontrado al personaje extremo que les haga ampliar el círculo. Pero, ¿puede ser que a alguien especialmente avispado se le haya ocurrido que la mejor manera de ganar un espacio que se ha ido perdiendo pueda ser recuperar eso que se fue una vez y que se perdió porque la política es lo que es y si encima tienes éxito y te lleva donde te lleva, has de asumir, digo, que la mejor manera de volver, de estar y de crear un nuevo personaje no sea esta asunción del estilo Milei, de no cortarse, de decir las cosas clara, de la agresión, del exceso, del culto a una manera de hacer y de decir y de comportarse y de no plegarse y de estar contra todo y utilizar a la vez los micrófonos más demandados para quejarse de todo y desde ahí insinuar, insultar, amedrentar, cargar, movilizar, qué se yo, incluso aspirar a volver a ser lo que se fue una vez? ¿Puede ser que eso sea así o es que ayer me dio por pensar y uno piensa a veces demasiado? ¿Estoy viendo un patrón o se me está yendo a mi también?

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