jueves, 30 de mayo de 2024

Christian Ingrao - Creer y destruir. Los intelectuales en la máquina de guerra de las SS


Los nazis eran unos hijos de puta. Con esta preciosa frase podríamos resumir este libro, denso, minucioso, detallado, preciso, duro, que nos cuenta cómo toda una generación de intelectuales, universitarios, personas cultas, preparadas, científicas, espirituales, leídas, cultivadas, entregaron todo lo que tenían al servicio de una idea de exterminio del diferente y de superioridad racial. No solo lo idearon, sino que también lo ejecutaron. No solo pusieron el andamiaje intelectual, crearon la teoría, es que también apretaron el gatillo y bajaron a las fosas para rematar con el tiro en la nuca. Este libro de quinientas páginas, más o menos, nos cuenta cómo unos niños que vivieron la Primera Guerra Mundial y el trauma que supuso, para la derecha, ojo, un trauma que alimentó un sentimiento y una manera de educar y de educarse y de trabajar en la revancha y en preparar la toma del poder de esos niños que pasaron a jovencitos de instituto y de ahí a la Universidad y entre palizas a comunistas y palizas a socialdemócratas y excursiones a zonas pobladas por alemanes y palizas a separatistas iban sacándose sus estudios y cuando llegan los nazis al poder, ellos ya están ahí y o son nazis ya de antes o no tienen ningún problema en ingresar porque se han criado en eso.

El espíritu Völkisch. Nacionalismo exacerbado. Superioridad. Tradición. Sentimiento de pureza. Nos rodean enemigos. Estamos en peligro. O ellos o nosotros. O ellos o nosotros. No hay solución que no sea imponernos por las armas. Necesitamos más. Necesitamos espacio. Hay pueblos que son animales. Inferiores. Los judíos nos dominan. Los judíos son crueles. No necesitamos a los judíos. Völkisch. 

El libro nos lleva primero a Checoslovaquia, luego a Polonia y por fin a la Unión Soviética, donde estos jóvenes brillantes podrán dar rienda suelta a su ideología. El exterminio de 22 millones de personas que tenían previamente contabilizadas. Sin piedad. Mujeres, niños, todo. Fusilamientos, tiros en la nuca, gasearlos en camiones. Primero a lo loco, luego sistematizado. 

Y no, en este texto no hablaremos de locura, no aparecerá la palabra locura. El libro nos cuenta precisamente eso. No estaban locos. Es que eran unos hijos de la gran puta. 

El libro acaba con la derrota y las justificaciones que utilizarán para escapar de las condenas que les habrían tenido que llegar en los juicios. Yo solo recibía órdenes. No arrepentimiento, no perdón, no nada. Muchos salieron de rositas. Otros fueron ejecutados. 

La bestia sigue ahí. A veces uno oye cosas. Hijos de puta. 

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