lunes, 9 de septiembre de 2013

El trabajo

Corría el año del señor de 1623 y el Vicecanciller del Condado de Villafranca del Morral debía contentar el señor de las tierras, el Duque de Luego, mostrándole un compendio de las virtudes de sus súbditos, una pequeña historia de las mismas y una breve vindicación de su figura. Todo ello debía aparecer en forma de libro, un volumen a mayor gloria del Duque y el Vicecanciller, que se llamaba Don Fernando Grillón de Ciempitos, encomendó la tarea a uno de los frailes del convento de San Susán, en concreto a Don Fray Nunio de Pozonegro que había acreditado su valía como escritor y amanuense así como traductor de algunas obras que habían llegado de Italia y Francia en aquellos tiempos. Se le consideraba una eminencia, una persona docta y alguien confiable a la hora de llevar a cabo propuestas relacionadas con las letras. Incluso había escrito una extraña historia sobre unos viajeros que habían ido a las Indias y habían vuelto sin encontrarlas, aún cuando ya todo el mundo iba y venía de las Indias con total normalidad.
El caso es que el Vicecanciller le planteó el encargo al fraile y le puso una fecha aproximada de unos tres meses para que la llevase a cabo. 'Todo se hará como vos decís'.
Y se puso manos a la obra.
Sin embargo, a los dos meses de comenzar su trabajo, el Vicecanciller falleció, víctima de un ataque repentino, quizás consumido por su provecta edad, y el nuevo Vicecanciller, por aquellas cosas que ocurren con la administración de las cosas, no tuvo en cuenta el encargo realizado por su antecesor. Don Diego de Feofantes y Alvedro, pese a ser nativo del Condado, no tenía conocimiento del encargo. De hecho, unos días después de dicho fallecimiento y por unas deudas de juego y despilfarros varios, el Duque de Luego se desprendía de aquellas tierras y las traspasaba al Marqués de Panesduros. El encargo pues, quedaba suspendido para todo el mundo, menos para el propio Fraile, que, ajeno a las noticias, continuaba trabajando en el mismo.
Consideraba Fray Nunio que si nadie le decía nada, era porque le dejaban margen para seguir indagando y trabajando en el texto. Y se alargó su trabajo durante meses, años... lustros. De un pequeño y breve resumen, más bien destinado a la lisonja que a la erudición propiamente dicha, fueron pariéndose volúmenes y volúmenes de una minuciosidad prácticamente desconocida.
Dieciséis años después de comenzar y recibir el encargo, Fray Nunio consideró lista su obra y cuando pensaba dirigirse al palacio de la Chancillería para hacer entrega de su trabajo, un incendio fortuito se llevó por delante el Convento de San Susán y la magna obra de Fray Nunio se perdió.
Enterado de ello el Marqués de Panesduros, encargó un nuevo trabajo al mismo Fray Nunio destinado a contar la historia del Convento, que, sin nada mejor que hacer, aceptó.

3 comentarios:

  1. Es para suicidarse. Pero bueno, si uno resiste el primer impacto, la nueva oportunidad llega como una bendición, porque al fin y al cabo está todo en la cabeza, y ahora irá mucho más rápido. Y aunque vuelva a quemarse, se pasa bien haciéndolo.

    Feliz día, monsieur

    Bisous

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  2. Que bien suena la palabra trabajo. Lo que importó que aún perdido todo el pobre tuvo fuerzas para recomenzar con otra historia. Supongo que se hizo eremita.
    Un abrazo y feliz semana

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