martes, 22 de octubre de 2013

Audiencia potencial

En el libro de viajes del añorado Trudencio Polfeniano, encontramos un relato que recoge su paso por el Magreb. Un relato que si no tuviera que ver con lo que andamos comentando, no tendría más importancia, porque no todo lo que Trudencio contó era bueno ni interesante. Pero era tan majo... El relato se llama 'Audiencia potencial' y el volumen lleva por título 'Magreb, Magreb, Magreb, nació de ti...'.
'A mi llegada a la ciudad de Murzaniya, me encontré con un notable gentío en la plaza que se encontraba frente al Bazar. Murzaniya no era muy grande ni muy pequeña y no me encontraba allí simplemente de paso, porque quería ir hacia Kalikiya y se me estaba haciendo tarde con tanta dilación. En al Bazar había un cuentacuentos, de esos tan famosos en otras partes del Magreb, que estaba atrayendo la atención del personal no tanto por la belleza de su relato (que no dejaba de ser la típica historia de personaje que sale de un sitio para llegar a otro algo lejano porque tiene que buscar un nosequé y llevárselo de nuevo a su casa), si no porque hacía muchos aspavientos, llevaba además una especie de linterna dentro de su propia boca que hacía que de ella surgiera una luz que tenía embobados a todos los concurrentes. Y más. Tenía además unos cascabeles en los brazos que sonaban continuamente. Tenía el pelo teñido de colores varios. Azul, amarillo, rosa, verde... Tenía además medio cuerpo vestido de mujer y medio cuerpo vestido de animal. Tenía eso y más cosas. Tenía todo lo necesario para que la audiencia, para que los que le escuchaban contar la historia de un héroe que sale de un sitio y llega a otro, estuviera pendiente de él. Y sin embargo, él pedía más.
No sabía cómo se llamaba y me dijeron su nombre. Amal El Hiribir. No me sonaba el nombre.
Amal El Hiribir, estaba contando en un momento cómo el héroe llegaba a un castillo para entrevistarse con el rey del lugar, cuando de repente paró su locución. Y preguntó a la audiencia qué les parecía todo y qué podría hacer para mejorarse el relato. La audiencia en principio no respondió. Pero un joven que tenía pinta de haber estudiado en alguna madrasa, y que parecía ser el hijo del Hadj local, sorprendió a propios y extraños con la siguiente propuesta. 'Creo, amigo Amal, que tu cuento sería aún más excitante si lo contases colgado de un gancho. El esfuerzo que harías contando el cuento mientras agonizas, así como el espectáculo de tu agonía, creo que enriquecería el texto, la narración y el conjunto de los elementos dispuestos para que nosotros, tu audiencia, lo veamos todo con una perspectiva diferente. Mucho más interesante desde todos los puntos de vista'. El ser humano, alguna vez lo he dicho, es sorprendente. No siempre, pero a veces sí. Y así el propio Amal El Hiribir accedió a ser colgado del gancho. Preguntó antes de ser colgado si debía empezar desde el principio o reemprender el relato desde donde lo había dejado y la audiencia le dijo que no hacía falta, que siguiese. Y así lo hizo. El relato quedó pobre a partir de ese momento, pero hasta que murió, la gente estuvo pendiente de Amal como pocas veces antes.'

1 comentario:

  1. Oiga, el tal Amal era un poco julai o qué le pasaba?
    Y el joven que tenía pinta de estudiar en alguna madrasa, ni se lo califico, que seguro que se le ocurre a usted solo. Pobre Amal, con lo vistoso que era.

    Buenas noches, monsieur

    Bisous

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