jueves, 31 de octubre de 2013

Una casa en el parque

Recordamos aquí un cuento del escritor romántico Gregorius Von Tham, de origen alemán pero afincado en Boston, Massachussets o Masachussets o Masachusets o Massachusets, desde bien jovencito. El cuento se llama 'Una casa en el parque' y lo hemos hallado en una compilación titulada 'Bajo las nubes grises de la costa Atlántica', dedicada a escritores románticos decimonónicos estadounidenses.
'Me asomo todas las mañanas a la ventana y pienso... ¿quién estará cuidando el césped, que está tan cuidado y tan verde? No entiendo quién puede mantener ese césped tan liso, tan recortado, tan verde, siempre. Y que yo no lo vea. Eso me intriga más. Tampoco sé quién ha puesto esos árboles. Cuando vine a vivir aquí esos árboles... yo no recuerdo haber visto esos árboles. Venía despistado, no sé cómo venía yo entonces. Pero esos árboles... yo no los recuerdo. Estarían, seguro, porque son árboles ya viejos y yo no vivo aquí desde hace demasiado tiempo. Hace frío aquí. Llevo poca ropa encima. Tengo poca ropa. No sé porqué. Me asomo todas las mañanas a la ventana y veo a gente paseando por mi parque. Algunos de ellos me saludan al pasar. Otros parecen despistados y no me dicen nada. Están en mi casa y deberían ser un poco más educados. Al fin y al cabo les permito caminar y pasear por el extenso parque que rodea mi casa. Pero no me molesto. A veces creo recordar las mismas caras una y otra vez. Me saludan personas que ya me han saludado otros días. Les debe gustar pasear por mi parque. ¿Por qué hace siempre tanto frío en este parque?
Ayer ocurrió algo inesperado. Mi sirvienta me dijo que podía salir a visitar el parque, supongo que porque habría dejado de llover y estaba el tiempo despejado. No recuerdo que estaría yo haciendo para no enterarme de que estaba lloviendo. Me puse algo de ropa. Siempre que busco mi ropa encuentro la misma ropa. No recuerdo dónde dejé todo el resto de mi ajuar, pero yo siempre he tenido... recuerdo una chaqueta de alpaca que me abrigaba mucho y que yo llevaba cuando... Salí a dar un paseo y nuevamente me encontré con algunas caras que me sonaban. Gente despistada. Gente muy extraña. No sé que tiene este parque que acuden a él personas tan raras. Ayer encontré a un amigo. Recuerdo su nombre. Alfio Occiodican. Recuerdo que era amigo de una amiga, de la Princesa Kachowska. Si. Le recuerdo. Me vio y vino a hablar conmigo. Su cara no era la del común de visitantes de mi parque, esa cara despistada, pero parecía todo su ser arrastrar una pena, no parecía estar en su mejor momento. Fui a él y le saludé. Le pregunté que cómo había conseguido dar con mi dirección y por qué no había avisado de su visita. Le insistí para que entrase en la casa para charlar más confortablemente, que mi sirvienta nos prepararía algo para comer y que le serviría a ella también para esforzarse algo más, ya que sus comidas y sus modales se estaban relajando de no recibir visitas habitualmente. Y a mi también me vendría bien recordar viejos tiempos.
Alfio Occiodican me miró con una tristeza infinita y simplemente puso su mano sobre mi hombro y arrastrando los pies se dirigió a la casita del guarda. Tengo que investigar cómo es que han permitido habitar esa casita sin mi consentimiento.'

2 comentarios:

  1. Pues cuando lo averigüe, prométame que nos lo contará.
    Feliz fin de semana, monsieur.

    Bisous

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  2. Ya veo, ya, escritura americana romántica decimonónica, jar, jar.

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