lunes, 13 de julio de 2015

Gorteza

En un escenario en el que la navaja que te ha de matar se acerca inexorablemente hacia tu cráneo, cuando ya estás notando que el aire que rodea a tu cabecita loca está empezando a ser cortado por el filo del acero toledano de la faca, a saber en qué piensas. Quizás no estás pensando en nada. Estevita Darién, reaccionando en un momento casi a la desesperada y sin el casi, de manera totalmente desesperada, se lanza a por Rípodas que ya está bajando el brazo de manera irremediable hacia la cabeza de Gorteza. Estevita Darién, se lanzó como decimos hacia Rípodas, y lo decimos para insistir en que este momento se hace largo, se sostiene en el tiempo. Tiempo que para nosotros es sostenido, lento, pastoso, pero que en realidad no deja de ser un recurso para ir alargando una narración que acaba, como ya imaginan, con algo que será chocante, o normal, o muy obvio, o con la llegada de un niño muy tonto que se mete por medio de la escena porque está jugando a algo y no se ha dado cuenta de que los mayores están haciendo algo realmente importante y ellos no se dan por enterados, aunque saben perfectamente que lo están jodiendo todo y que nadie les va a decir nada. No descarten lo del niño tonto. Lo valoro, lo sopeso, lo voy viendo. No sé cómo encajarlo, pero debería parecer. Es ese niño que se cuela en mitad del discurso porque está con el monopatín o rebusca en el cajón de las pizzas sin que la madre le diga que van a comer pizza y después de manosear todas las pizzas deja las pizzas en el sitio porque la madre le ha dicho que finalmente no van a comer pizza y aquí no pasa nada. Ese niño. Ese niño no va a intervenir. Gorteza aún tiene tiempo para cerrar los ojos, porque el tiempo lo estamos manejando ya un poco entre todos y se nos está yendo, realmente, de las manos. Así las cosas, Gorteza piensa en un niño. Un niño algo insoportable que va en patinete, o en monopatín, o en patín y entorpece el paso de Gorteza, que está buscando algo. Gorteza piensa que está buscando algo. Un instrumento de cocina. Algo que ha dejado olvidado en alguna parte. Gorteza lo está buscando. Cree encontrarlo porque algo que brilla mucho le ha llamado la atención. Ese algo es una navaja. Una navaja preciosa, con la empuñadora de madera, creo que a la empuñadura le llaman cachas, de madera, y el filo curvado como las navajas antiguas, esas que vendían en los trenes. Navaja de Albacete. Acero toledano. Estevita Darién se ha lanzado hacia Rípodas y justo cuando va a empujarle para que su certera mano no atraviese con la navaja el cráneo de Gorteza, justo cuando va a entrar en contacto con Rípodas, lo que hace es empujar a nada, empujar al vacío. Estevita Darién está en su cortijo a las afueras de Villastanza de Llorera. Y sonríe, tranquila. Qué guapa está.

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