martes, 28 de julio de 2015
Karpov
El juego del ajedrez es muy importante para mí, porque me obliga a pensar con antelación movimientos, tanto los míos como los de mi contrincante, algo que luego puedo trasladar de manera muy efectiva a mi vida digamos civil. El ajedrez es una actividad que obliga a pensar, a concentrarse en lo que hay más allá de lo que se vé puramente en el tablero. El ajedrez va mucho más allá de conseguir que el rey contrario quede apresado, tiene mucho más que ver con una filosofía de vida, con una manera de afrontar la vida. Yo, creo, que con el ajedrez, se podrían conseguir grandes cosas en la educación de los más pequeños, porque les enseñaría a pensar de una manera que combina lo abstracto con lo tangible. Sus actos tienen consecuencias, así como los actos de los demás tienen también su efecto en nosotros. Va, no te rías. Es que si te ríes tú, me entra la risa también a mí y entonces ya no sé qué decir. ¿Vamos a jugar entonces? No tengo ganas de jugar, la verdad. No me hagas reír, que tampoco tengo ganas de reír. Encima te has puesto esa camisa que yo no sé de dónde la has sacado y esa chaqueta con esa manga que vaya con dios la manga. De verdad, que no sé. El ajedrez me ha servido para conocer una parte del ser humano que es fascinante, esa parte capaz de sacrificar lo más valioso en pos de algo mejor. Esa parte que busca el beneficio común a través de la inmolación de lo que más aprecias. Saber combinar las piezas menores y las mayores. Valorar lo pequeño de manera tan... Joder, para. Para, de verdad. Que no tengo ganas de reírme. Que te estoy diciendo que no tengo ganas de reírme. Ni de jugar. Cuando acabe, me levanto y me voy. Y me haces reír y me siento mal. Porque no tengo ganas de reírme. El ajedrez es muy importante para mucha gente pero yo intento que no sea lo único en mi vida, porque puede convertirse en una obsesión. El ajedrez me gusta desde que mi madre me enseñara en casa, durante las largas tardes de invierno en... Así no puedo. Si vas a estar todo el rato haciéndome reír no voy a poder. Déjame un momento que acabe y ya me voy. Porque no puedo jugar. Que me dejes, de verdad. Que no me pasa nada, que no quiero jugar y punto. Va, no me hagas reír. Si es que te estoy diciendo que me quiero ir a casa y pasar un poco de todo y tú ahí haciéndome cucamonas. De verdad, déjame. No pienso jugar. No quiero. No tengo ganas. Es que he perdido las ganas de jugar, de verdad. No me pasa nada, es que no tengo ganas. Quiero irme a casa y estar... Es que encima te has dejado un bigote que válgame la virgen. Lo del bigote ya es matador. No sé quién te ha engañado con lo del bigote, pero... bueno, mirando, tampoco te queda tan mal. Sí que te da un aire a lo Burt Reynolds. Y a Charles Bronson. Yo no, no me puedo dejar bigote, no tengo casi barba. Si me dejo bigote... Va, déjame que termine de responder. El ajedrez se ha convertido en una herramienta muy solicitada por empresarios que buscan en él un método para planificar estrategias. Tengo una esperanza muy grande en que un día el ajedrez sirva para resolver conflictos que cuestan tantas vidas humanas. Va, no te rías. En serio, tengo que poner aquí buena cara, decir estas cosas, y tú haciendo el tonto. Y no tengo nada de ganas de jugar. Y ya ves que a mí el ajedrez... es como... eso, ¿no? Como todo esto que digo de la vida y tal. Pero me da que he perdido las ganas de jugar. Como que todo eso de que uno juega como vive y tal... pues que una mierda. Es como si algo que iba en paralelo se ha cruzado. No lo sé explicar muy bien. No te rías, en serio, que estoy hablando muy en serio. Va, que ya acaban. Haz como si abrieras la partida pero no abras porque si abres tendremos que empezar... qué cabrón eres. Que no quiero jugar.
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