domingo, 18 de septiembre de 2016

Albert Fabà y Josep Pascual hacen Coral Romput en La Colmena. Escribir la vida.

‘Lo hace muy bien’. ‘Lo hace bien’. La crítica lo tuvo claro mucho antes de que acabara el espectáculo. El tren que sube a Paterna y el tren que baja de Paterna. En el Teatre la Colmena, Albert Fabà (voz) y Josep Pascual (piano), llevaron a cabo ayer sábado la interpretación de una selección de versos del Coral Romput del valenciano Vicent Andrés Estellés. En la hoja promocional se nos advertía a los que no conociéramos al autor que Estellés podría considerarse el mejor poeta valenciano después de Ausiàs March. Casi nada. Asimismo, en la muy instructiva hojita, se nos daba una pincelada biográfica de Estellés para situar al personaje y el contenido de la obra que íbamos a disfrutar. La hoja explicaba que Coral Romput es un conjunto de versos, a veces inconexos, una retahíla incesante, que significaba la cumbre de la obra de un autor marcado por la muerte de su hija, ‘la meua xiqueta’.
Y esta es toda la información que yo tenía de lo que se iba a ver. De hecho, pobre ignorante, ni siquiera fui capaz de entender que Estellés era el autor de Coral Romput, se me metió en la cabeza que era Espriu, patán de mí, aunque como en sueños supiera yo que Ovidi Montllor lo había interpretado alguna vez o había hecho un disco… algo. Mi relación con la poesía es tan mínima que podemos estar sentados uno al lado del otro y no reconocerla. No sabía nada del espectáculo, no conocía lo que iba a ver, pero conozco a Albert Fabà. Y Fabà me había avisado para que fuera.
Los clásicos activistas de la Santa Coloma que se reúne, que hace asambleas, que discute, que hace carteles y manifiestos, que pierde el tiempo intentando hacer cosas que no hacen que nos abramos al mundo precisamente y pone palos en las ruedas a la reconexión de nuestra amada ciudad de postal con el mundo moderno, conocemos a Albert Fabà por ser uno de los integrantes de la banda. Una persona que no es de Santa Coloma, como casi todo el mundo, pero que vive esta ciudad de una manera vehemente, apasionada, visceral, a veces excesiva, capaz de montar un pollo lamentable en la sala de plenos y mostrar después una sensibilidad auténtica cantando una canción sin más acompañamiento que su puño cerrado marcando el ritmo reclamando, una vez más, que Can Zam sea un parque verde y frondoso de una vez. Discutir con Fabà, supone un esfuerzo de preparación de argumentos y fuerza de voluntad que consiga anular la batería de datos, cifras, historia y pasión con la que te enfrentas. Ayer, al saludar y felicitar al pianista Josep Pascual, éste preguntó si era ‘amigo’ de Albert. Pues no. No soy su amigo, eso sería demasiado optimista por mi parte, pero soy un conocido, que ya es mucho.
El tren que sube a Paterna. El tren que baja de Paterna. Coral Romput interpretado en tres bloques (que costaba definir, pero bloques que tenían su sentido al fin) por un Fabà que iba martilleando los versos, apasionadamente (pasión, vehemencia, Fabà), durante una hora. El pueblo, la tierra, los olores, el amor, el amor, el amor, la muerte, los besos, el yayo y la muerte del yayo en un julio que todos sabemos cuál es pero que no coincide con…, el cuerpo desnudo, los cuerpos desnudos, la fogosidad después de ocho años de relación, la muerte que sube en ascensor, el tren que sube a Paterna y el tren que baja de Paterna, la hija, los besos, los poemas, escribir, sentarse a escribir. Parar de escribir porque tienes la mano sudada y se te pega en el papel y te suda la mano al coger la pluma o el bolígrafo. La opinión de una madre que piensa que antes escribías mejor, que antes no hablabas tanto de la muerte. Europa. Escribir versos bonitos, Escribiendo la vida. Becker, Campoamor, vivir, recordar una vez que viste el mar, Italia, el huerto, tener ganas de orinar y luego orinar cuatro gotas. Frases y versos que se te clavan. Si algún día te enteras de que han matado a la muerte, no preguntes quién ha sido, seguro que ha sido un padre o una madre. Tremendo. Y a veces el piano de Josep Pascual se mezcla con la voz, otras veces va por libre, o sirve de introducción o para darle el punto final a un verso que duele. O que hace reír. Y te tiene la hora que dura el espectáculo, pensando. Pensando. A veces piensas en lo que está diciendo Fabà, en lo que está pasando en esa cabeza de Estellés y piensas también en lo que pasa en tu propia cabeza. Y sabes que eso que se está contando es de verdad, que no hay que ser excesivamente culto, formado, leído, convencido, afín a ninguna causa concreta, simplemente tener algo de sensibilidad, sangre en las venas, entender que alguien está contándolo todo, de golpe. Y contarlo todo supone contar cosas ridículas, pequeñas, sencillas, un paseo, una caricia, la vez que fuiste a una lechería y la besaste, cualquier cosa. Y las más duras.

Lo hace muy bien. Quiero tener el Coral Romput de Estellés, leerlo, con la voz del Fabà retumbando. Quiero saber más, aunque no sé si me tocarán como me tocaron ayer esas palabras. Creo que no se puede conseguir más con menos. Un piano, una voz, la pasión y unos textos que se salen. Muchas gracias.  

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