miércoles, 21 de septiembre de 2016

Aurora

Mi hermana hablaba raro. Desde siempre hablaba lento, con la voz grave, como si fuera Nico de la Velvet Underground, pero hablando más despacio, lento, denso. Mi hermana Aurora, a la que no veía desde hacía mil millones de glaciaciones, había querido estudiar fuera. Se matriculó en una carrera de ciencias y se fue a una universidad gallega. Creo que a Santiago. Allí se quedó y no volvió. La recuerdo como en sueños. Era oscura, negra, grave. De muy jovencita se quedaba sentada mirando la pared, de espaldas a la televisión. 'En la pared hay cosas más bonitas', le decía siempre a mi madre. Mi padre nunca intentó entenderla, mi madre aún se esforzaba en querer sacar algo en claro de su hija, hablarle, que se abriera. No tenía amigos, no sabemos qué le ocurrió en aquella ciudad que hizo que no volviera jamás con nosotros. A mí nunca me volvió a decir nada. De vez en cuando escribía alguna carta dirigida a mi madre. Sabíamos que trabajaba en una empresa que se dedicaba a la fabricación de componentes para la industria pesquera, pero sin saber realmente qué empresa era ni qué componentes ni dónde estaba. En sus cartas contaba que estaba tranquila. Que el cielo estrellado de las noches de verano la enamoraba. Esta frase la podía repetir treinta veces en la misma carta. Mi madre las leía y sin mayor emoción, las guardaba. Estoy tranquila, qué cielo estrellado tan bonito. Alguna vez salpicaba las cartas con eventos tales como 'he comido pollo', 'huele a polvo', 'me enamoré de uno que era de fuera y se fue y ya estoy otra vez mirando a la pared', 'estoy sudando', 'vivo en un tercero', 'me llamo Aurora'.
Así que cuando sonó su voz por el teléfono me llevé un susto de muerte. 'Hola hermano'. Imagínen escuchar esas palabras con una voz honda, profunda, hoooooolaaaaaa heeeeeermaaaaaaaanoooo. Que posiblemente exagero algo, pero la sensación que me causa es esa. Su llamada me asustó tanto, pensaba que la profecía de mi prima Aurora había surtido efecto y alguien iba a morir, mi hermana mismo. Si me llamaba es porque no estaba muerta, aunque esa voz era de la misma muerte, Me asusté de tal manera que tuve que entrar en el primer bar para meterme en el lavabo. No pensé en cosas de cobertura, tampoco en cómo había dado mi hermana Aurora con mi teléfono. Me metí en el lavabo y allí sedente mi hermana fue relatándome el motivo de su comunicación conmigo. Me dijo, con esa voz cavernosa y lenta que 'se está nublando, hermano, no váis a iros nunca de Villastanza de Llorera, porque la prima Aurora no lo sabe todo aunque lo intente y la casa de los alemanes no es el lugar que dice la gente, tampoco el Café-Bar Luces que tanto le gustaba al otro, no, no es eso, donde tienes que ir es a lo del Frederico y allí te lo van a explicar todo y es donde te va a pasar todo y querrás entender lo que está pasando y te va a dar igual, porque ya no vas a salir nunca de Villastanza de Llorera, y ahora te tengo que dejar, hermano, porque se está nublando y no me gusta porque me recuerda a cuando amanece, que tampoco hay sol y se forman esas cosas raras que he visto en libros, menos mal que nunca veo amanecer porque sé que si ves amanecer estás perdido. Espero, hermano, que le des un beso a mamá Aurora, y si no nos volvemos a ver, que no nos volveremos a ver, pues nada'.
En ese rato, que fue bastante rato porque hasta que mi hermana Aurora me dijo todo eso pudo pasar por lo menos media hora larga, ni recuerdo las veces que pude... en fin. Una cosa espantosa. Mi hermana colgó y cuando quise devolverle la llamada para que al menos me dijera algo sobre cómo estaba ella, me aparecía que el teléfono estaba fuera de cobertura, hasta que a la tercera llamada, me dijo la voz grabada que el teléfono no existía. Fuera, en el bar, que no era el del Frederico, que era el Cifuentes, mi prima Aurora estaba mirando la televisión. Los parroquianos la miraban con mayor o menor disimulo, pero no dejaban de mirarla. Salí del lavabo, completamente descompuesto y mi prima Aurora me preguntó si quería tomar algo. Tenía mucha hambre, quería comer algo, un bocadillo, pero prefería irme a mi casa. El Cifuentes no era muy simpático y me dijo que lo de utilizar el lavabo y dejarlo perdido de mierda con un pestazo que no se podía entrar, sin consumir nada, pues que igual en la ciudad estaba permitido y no pasaba nada, pero que había que tener un poquito más de vergüenza.
Por no armarla, me pedí una caña y un bocadillo de queso. Mi prima Aurora no pidió nada. Le dije a mi prima que me había llamado mi hermana Aurora y ella contestó con un 'es muy maja tu hermana, hace tiempo que no la veo, pero cuando era jovencita nos llevábamos muy bien'. Yo no recordaba que ella y mi hermana se conocieran, ni verlas juntas, ni nada.
Yo que sé. Me paro a pensar y yo que sé.

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