martes, 13 de diciembre de 2016

El misterio de los cuatro, perdón, cinco cipreses

Mi vida como paseante no es la de un observador minucioso ni mucho menos. Más bien lo contrario, suelo pasear, caminar pero sin fijarme demasiado en los detalles. Y es que pienso que, si me fijo, si lo examino todo, no volveré a pasar por ese lugar, a hacer ese recorrido, de la misma manera y me aburriré porque ya lo tendré todo visto. Así que camino, paseo, pero pienso en mis cosas y de esta forma cada día puede sorprenderme algo que, pese a que puede haber estado allí durante años, yo no lo tuviera registrado. Bueno, sea como sea, registro poco. El otro día, por ejemplo, yendo camino del fútbol, un domingo por la tarde muy tarde, me di cuenta de que en el Parc Europa había cuatro, perdón, cinco cipreses.
He pasado por allí miles, cientos de veces. Bueno, al revés. El caso es que el otro día, ese mágico otro día del que siempre hablo, iría yo menos pendiente de mis cosas y reparé en esos cuatro, perdón, cinco cipreses y me quise preguntar qué hacían allí. Me lo pregunté. El ciprés, pensé, es un árbol que suele aparecer en lugares como cementerios, por ejemplo. El Parc Europa no es un cementerio. El Parc Ernest Lluch, por ejemplo sí que fue en su momento un cementerio y aunque ya no, conserva los cipreses. Sea como sea, me extrañó ver cipreses allí. No soy botánico, ni tengo más conocimiento del medio que el que me proporciona no pisar terreno no asfaltado si no es por prescripción facultativa, es decir, no sabría decirles cuáles son el resto de árboles que pueblan nuestro solar, pero lo de los cipreses (que resultan especialmente llamativos y son árboles que todo el mundo conoce), me llamó la atención. Conozco por ejemplo, que los eucaliptos (perdón por el inciso) son muy perniciosos para la tierra. Que allí donde crecen, lo hacen todo árido. Y no sé porqué pienso que los cipreses son algo parecido. Cuesta poco consultar en Google, pero no creo que ahí se encuentre la respuesta a mi cuita. Quise saber qué pasaba allí.
Con la intención de conocer si es que en ese lugar se sentía algún tipo de presencia que denotase que allí, en otro tiempo, hubiera habido algún tipo de necrópolis o algo semejante, me situé debajo de uno de los cuatro, perdón, cinco cipreses del Parc Europa. Y ahí me quedé un buen rato. Esperando a notar algo. ¿Hacía frío? Pues claro que hacía frío. Pero yo quería saber. Llevaba un rato y como me dolía la rodilla, iba acompasando la carga de una pierna a la otra, un poco siguiendo el ritmo de los coches que pasan por debajo del Parc Europa, en la Ronda. La Ronda. Caí en la cuenta de que si pasaba la Ronda por allí, no había necrópolis ni necrópolis, así que debería haber otra explicación.
Ahí estaba yo, debajo de un ciprés. Si al menos hubieran estado presentes los simpáticos skaters, muchachos de origen foráneo que salpimentan el paseo del colomense que baja de Can Calvet hacia la Santa Coloma fetén con sus cabriolas (las de los skaters), hubiera podido distraerme y quizás inspirado de alguna manera por ellos, sacar en claro algo, pero como digo era muy tarde y tan solo los sonidos de los bares cercanos y el pasar de los coches que vienen desde la Ronda y entran en nuestro solar patrio me servía de… de qué, qué estaba yo pensando. Cuatro, perdón, cinco cipreses en el Parc Europa, situados allí y no en otra parte. Pensé, están aquí quizás como símbolo de bienvenida, una bienvenida un tanto escalofriante para quien viene desde Montigalá, o la playa de Montgat, y entra en nuestra ciudad por esa salida de la Ronda y lo que se encuentra son cuatro, cinco cipreses, perdón, a modo de bienvenida. Bienvenido a la ciudad… hagan ustedes mismos la asociación de ideas.
Allí estaba yo haciendo esa reflexión, debajo de los cuatro, perdón, cinco cipreses y volví a pensar que bien pudiera pasar que el hecho de llevar unas bambas rosas, estuviera rompiendo el encanto con el que se pensó lo de los cuatro, cinco cipreses. También pensé que a ojos de los transeúntes y de los conductores, bien podría pasar yo también como un nuevo ciprés. Y que, quién sabe, a lo mejor hubo un primer ciprés y un primer colomense que se preguntó qué hacía allí un ciprés y se paró a pensar debajo del ciprés.
Menos mal de las bambas rosas y su poder para llamar la atención. Me costó dar el primer paso pero salí de allí y, bueno, perdimos 1 a 0 con el Betis. Un partido espantoso.

1 comentario:

  1. ¿Se plantan cipreses fuera de los cementerios?
    ¿Está seguro que paseó por un parque?

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